jueves, 10 de diciembre de 2009

El linchamiento mediático de Diego P. o la falta de rigor informativo

Diego P. se ha convertido, sin desearlo, en una herida abierta en el alma del periodismo, en un estigma, en una úlcera sangrante en la escasa credibilidad que nos quedaba como colectivo. Más allá de las responsabilidades de los médicos y de quien filtrará el informe, este caso no hace sino poner en evidencia la escasa profesionalidad de la mayor parte de los medios de comunicación a la hora de abordar determinado tipo de noticias.

En más de una ocasión hemos abordado en esta misma columna que uno de los pilares fundamentales que deberían primar a la hora de elaborar cualquier tipo de información, la confirmación de los datos, es una práctica que, no me atreveré a decir que se esté perdiendo, pero sí que no se hace tantas veces como sería necesario. ¿Por qué? Pues lo fácil sería cargar toda la responsabilidad en los propios redactores que elaboran las noticias. En estos días, se ha llegado a oír que la culpa de lo sucedido es de la precariedad laboral y de la inexperiencia de los periodistas, pero, en realidad, estamos ante un problema de mucho mayor calado: el periodismo ha cambiado tanto en el fondo como en la forma y la rapidez se ha convertido en la regla de oro, por encima del rigor. Internet ha irrumpido en la profesión como un elefante en una cacharrería y se ha llevado todo por delante. Lo importante, hoy en día, es ser el primero: “colgar” las informaciones en la red antes que nadie, dar la exclusiva antes que los demás, buscar el titular más llamativo, más “amarillo” para vender más ejemplares. Contrastar es un verbo que apenas se conjuga ya en las redacciones.

El todo vale se ha establecido como consigna. Todo está permitido. Es la filosofía de disparar antes y preguntar después, del más vale publicar primero y rectificar después que no informar por no haber confirmado una noticia. La noticia de Diego P. era, a priori, demasiado atractiva como para estropearla con presunciones de inocencia. Tenía todos los ingredientes para gustar a los lectores, por lo que nadie decidió darle una oportunidad al supuesto culpable. Pero no era suficiente con dar la noticia, no. Al día siguiente vino la crucifixión, el linchamiento mediático. Los tertulianos y columnistas se cebaron con él –monstruo fue lo más suave que le llamaron- y ahora todo son disculpas, reflexiones sobre la concatenación de errores que llevaron a la confusión, buscar culpables entre los médicos... pero el daño está hecho.

Y es que, cuando lanzamos al aire una noticia de este tipo, no nos damos cuenta de que provocamos una cadena de reacciones imprevisibles y peligrosas, que difícilmente puede contener días después una pequeña rectificación en algún rincón del periódico. Al fin y al cabo, por mucho que ahora nos rasguemos las vestiduras, el nombre de Diego P. ha quedado manchado para siempre. Nunca nadie le volverá a mirar igual. El daño psicológico causado tardará en desaparecer, si alguna vez lo hace. Probablemente, tendrá que cambiar de lugar de residencia para tratar de sumergirse de nuevo en el anonimato y huir de las miradas de lástima o de sospecha que le acompañarán durante muchos años. Quién sabe si podrá seguir conviviendo junto a su pareja con esa losa sobre la cabeza de ambos.

Pero Diego P. es sólo una muesca más en la larga lista de víctimas de la falta de rigor; no es más que otro daño colateral del todo vale para vender más. ¿A que ya nadie se acuerda de Miguel A.M.D., “culpable” durante unas horas de matar a su pareja y al bebé de ésta y quemar la casa después para encubrir el crimen el pasado mes de agosto en Madrid? Hasta que el hijo mayor de la fallecida, con problemas mentales, confesó el crimen, Miguel fue “juzgado” por sus vecinos y culpado por los medios. Es sólo otro ejemplo más, pero son tantos.

Por cierto, ¿tenemos tan pocos miramientos, tan poca profesionalidad, cuando hablamos de terroristas? Porque ahí sí que tenemos cuidado en anteponer siempre la presunción de inocencia.

¿Quién dijo jugar?

Las consolas de última generación no están concebidas sólo como un artilugio para jugar, sino como auténticos centros de ocio, o media center, desde los que ver vídeos y fotografías, escuchar música, descargar o alquilar películas, tener televisión a la carta o navegar por Internet. Todo lo necesario para que, junto a las televisiones de LCD, se conviertan de nuevo en el centro de la casa.

Reconozco que entró en casa sin el beneplácito de toda la familia. Era mi invitada y tuve que vencer no pocas reticencias para que se quedara a vivir con nosotros, en el salón. Han pasado algo más de dos años desde que está entre nosotros y, si bien no diré que hay quien la sigue mirando todavía con no muy buenos ojos, sí que puedo afirmar que se ha hecho un hueco entre nosotros y que su buena disposición para adaptarse a las circunstancias ha hecho que, al final, todos hayamos hecho buenas migas con ella, especialmente la televisión; tanto es así, que se han hecho inseparables y no pueden vivir la una sin la otra. Su nombre es Play Station 3 o PS3, pero en casa todos la conocemos como “la Play”.

Y es que llegó sólo para jugar y poco a poco se ha convertido en el centro de ocio de la casa, o media center, como prefieren algunos fabricantes denominar a este tipo de dispositivos capaces de reproducir música y vídeo, mostrar fotografías, almacenar películas, navegar por Internet a través de la pantalla del televisor… Las marcas llevan tiempo luchando por hacerse con este disputado trono, especialmente Microsoft a través de su Windows Media Center, una aplicación pensada para funcionar de forma autónoma en el ordenador o conectando éste a la televisión. Existen otras muchas aplicaciones con el mismo objetivo, ya sea sobre Windows o sobre Lynux, pero todas ellas trabajando sobre el ordenador.

Sin embargo, las consolas, sobre todo PS3 y Xbox, aunque también la Wii con sus canales de noticias o del tiempo, han logrado hacerse un importante hueco en este segmento: para empezar, son reproductores de DVD –en el caso de la PS3, también de Blu Ray- y CD, siendo capaces también de leer dispositivos externos como un pen drive o conectarse a una impresora. Además, sus discos duros permiten almacenar música, películas, fotografías y vídeos, así como reproducirlos gracias, en muchos casos, a aplicaciones que incorporan y que incluyen la posibilidad de crear listas de canciones favoritas, montajes con fotografías… Pero su principal virtud es su conexión a Internet, ya sea por cable, ya vía wifi. De este modo, podemos navegar desde la pantalla del televisor, visitando cualquier página web, leyendo nuestro periódico favorito, conectándonos a redes sociales o haciendo lo mismo que haríamos en nuestro ordenador. Pero ahí no queda la cosa. La conexión nos da también la opción de jugar en red, de descargarnos contenidos, ya sean gratuitos o de pago, y, también, utilizar el servicio de videoclub, por el que es posible alquiler o comprar películas de entre una gran oferta de títulos, “bajándolos” al disco duro de la consola o viéndolas en “streaming”.

Por si todo esto fuera poco, PS3 incorpora desde hace algunas semanas otra opción más: gracias a acuerdos con RTVE, Antena 3 Televisión y la Sexta, a través de la consola podemos ver los principales contenidos de estas cadenas, especialmente series, aunque también los espacios informativos y otros programas. Cabe pensar, por tanto, que en un futuro estos acuerdos alcancen al resto de cadenas.

A todo esto se unen otras muchas aplicaciones que han ido incorporando –por ejemplo, VidZone, una especie de Youtube para ver vídeos musicales desde la PS3-; potentes comunidades virtuales –Play Station Network en el caso de la consola de Sony y Xbox Live en la de Microsoft-; canales de noticias, de viajes o meteorológicos…

¿Qué quiere decir esto? Pues que el televisor y la informática no sólo no tienen por qué estar reñidos, sino que juntos forman una pareja mucho más potente que cada uno de estos soportes por separado y son la puerta a la televisión a la carta, a la información 24 horas a través de la pequeña pantalla. Y todo, sin salir del salón. Y que conste, que no hemos hablado de jugar, que es para lo que fueron inicialmente pensadas.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

El futuro es digital

Si un mercado soporta la crisis y tiene todas las papeletas de salir fortalecido es el de los contenidos digitales, entendiendo como tal todo aquél que se transmite o consume en soportes digitales tales como CDs, DVDs, mp3, discos duros o a través de medios digitales como Internet, televisión digital, televisión de pago, consolas y móviles. Esto engloba la televisión, el cine, la música, el ocio digital interactivo, la animación, la educación, la producción audiovisual, las publicaciones digitares, la educación, los contenidos generados por los usuario, las redes sociales, la publicidad interactiva... En definitiva, un sector que el pasado año 2008 facturó casi 5.000 millones de euros en nuestro país y cuya expansión es imparable, pues afecta cada día a más campos y a más soportes.

Así, según el Informe Anual de los Contenidos Digitales en España, elaborado por el Observatorio Nacional de las Telecomunicaciones y de la Sociedad de la Información (ONTSI), en 2009 las películas y las series se han convertido en el contenido digital más consumido por parte de los usuarios, el 53,6% de los españoles -6,8 puntos más que en 2008-. El 49,4% de los españoles tienen como uso más frecuente el visionado a través de la TDT y a través de medios on-line en tiempo real (streaming). Precisamente es este sistema, el streaming, el formato de consumo que ha experimentado un mayor crecimiento en cuanto al acceso a música se refiere -sin necesidad de tener el contenido descargado previamente o en soporte físico- con un 6,1% frente un 1,1% del 2008, gracias sobre todo a programas como Spotify, que ya cuenta con un millón de usuarios sólo en España y siete millones en el total de los seis países europeos en los que opera.

Durante 2009, el porcentaje de población española que ha consumido contenidos digitales ha aumentado en 5,9 puntos porcentuales respecto a 2008, lo que supone que, actualmente, el 70,3% de la población lee, ve o escucha algún tipo de contenido digital. Esta circunstancia se debe fundamentalmente a la extensión y al aumento de la banda ancha en Internet así como a la progresiva implantación de la TDT.

Sin embargo, este porcentaje tan amplío varía bastante en función de la edad de la población. Según el informe, son los más jóvenes (de 15 a 34 años) los principales consumidores de contenidos digitales. Este grupo de edad utiliza principalmente videojuegos, cómics digitales, iconos y salvapantallas, videos cortos, audio libros, tonos y politonos y radio on-line, mientras que los documentales, los programas de TV, las películas y series y los libros digitales son consumidos en mayor proporción por los usuarios de más de 55 años. Destaca también el hecho de que entre los niños de 7 a 14 años, los contenidos digitales que más se consumen son películas y series (69,9% de los consumidores digitales de esta edad), seguido de videojuegos (68,7%) y música (68,3%).

En cualquier caso, sigue habiendo todavía un 29,7% de españoles no consumen este tipo de productos, aunque este porcentaje descidende 5,9 puntos porcentuales respecto al año anterior, siendo principalmente personas de 65 o más años (el 40,9%) y en mayor porcentaje hombres que mujeres (54,3% vs. 45,8%), los no usuarios.

En lo que se refiere al consumo de prensa digital, es decir, periódicos on-line, su consumo se incrementó en 2008 un 24% respecto al año anterior, alcanzando los 6,4 millones de lectores, lo que representa ya el 47,5% de los lectores de prensa tradicional, 10 puntos más que en 2007.

viernes, 20 de noviembre de 2009

"Más rápido, más simple, más barato", la consigna que rige el periodismo de hoy

“Más rápido, más simple, más barato. Éstas son las consignas que rigen el periodismo de hoy”. Permítanme que tome prestadas estas palabras del fotógrafo bonaerense Daniel Lerne, escritas para su participación en la edición de PhotoEspaña de este año. Es difícil resumir mejor, y de forma más concisa, la situación que atraviesa la profesión periodística hoy en día y muy especialmente la que a él le afecta: el denominado fotoperiodismo.
Evidentemente, parece que los tiempos pasados, aquellos de los grandes reportajes fotográficos, de las míticas agencias, de los viajes de aventura... han pasado. Sí, quedan los buenos fotógrafos, pero las cosas no son iguales. El pasado mes de septiembre, con motivo del festival Visa pour l'Image, que se celebra por esas fechas cada año en la localidad francesa de Perpignan, el diario “Le Monde” publicaba un artículo titulado “Tiempo de penurias”, en el que daba con algunas de las claves de la situación que atraviesa el sector: aumento en el número de agencias, bajada general de precios, generalización de las fotografías libres de derechos, la aparición de fotógrafos amateur y de Internet... Todo ello, sin olvidar el llamado periodismo ciudadano, por el cual cualquier persona con una cámara o un simple móvil puede enviar una fotografía desde cualquier punto del planeta antes de que el profesional de un medio o de una agencia se haya puesto siquiera en marcha. Está claro que este tipo de trabajos nunca tendrán buena calidad, pero volvemos a la frase de Daniel Lerne: “más rápido, más simple, más barato”.
Porque ese es el principal problema, la falta de dinero. Si hay que recortar gastos, se hace de aquello que va en detrimento de la calidad. Lo importante es que el periódico o la revista siga saliendo a la calle, aunque el contenido sea manifiestamente mejorable. Los fotoperiodistas, los reporteros gráficos que se dedican a los grandes reportajes, se quejan de que, no sólo hay mucho menos trabajo que hace unos años, sino que, además, los precios llevan años estancados o, incluso, han caído.
“En 1994, yo trabajé seis meses seguidos para “Geo” en un reportaje sobre los elefantes en distintos países de Asia. Esto, actualmente, es totalmente inimaginable”, aseguraba en “Le Monde” Patrick Aventurier, de la mítica agencia francesa Gamma, que atraviesa graves problemas económicos. De hecho, según aseguran muchos de los profesionales que se dedican a este tipo de trabajos, afirman que sus honorarios se han visto drásticamente recortados, pues las tarifas son las mismas de hace años, mientras que los gastos de desplazamiento, de material, alojamiento, traductor... han subido.
Pero basta echar un vistazo a los periódicos de todo el mundo para darnos cuenta de esta situación. Las noticias de cobertura mundial, aquéllas que aparecen en las portadas de los diarios de todo el planeta, van ilustradas con las mismas fotografías, una triste uniformidad que marcan las dos o tres grandes agencias de prensa globales. Si a esto le unimos que en muchos casos los textos también proceden de agencias, estaríamos ante las mismas noticias con las mismas fotos en cualquier lugar. Los efectos perversos de la globalización y de la crisis. Los periodistas nos convertimos, en demasiadas ocasiones, en escribidores de pies de foto.
Pero hay que pensar en el futuro. Vale que los grandes reportajes, como los grandes viajes de exploración de finales del siglo XIX y principios del XX, casi han desaparecido. Sin embargo, Internet está ahí, disponible, para que los fotógrafos puedan colgar sus trabajos cómo y cuándo quieran, sin necesidad de intermediarios. En lugar de trabajar por encargo, quizás allá que hacer como hicimos todos en nuestros inicios: realizar un trabajo y tratar de venderlo al mejor postor.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Por un tipo de IVA cero para la venta de periódicos


La Asociación Europea de Editores de Diarios (ENPA en sus siglas en inglés ), que representa a más de 5.000 diarios nacionales, regionales y locales europeos, ha clausurado en Sevilla su Asamblea General con una declaración en defensa de una prensa libre e independiente y de un tipo cero de IVA para la venta de periódicos.

En su "Declaración de Sevilla", la ENPA hizo un llamamiento al Parlamento Europeo y a la Comisión Europea en defensa de los derechos de autor y en contra de cualquier restricción a la libertad de expresión informativa o publicitaria. Además, los editores europeos se mostraron contrarios a una posible directiva comunitaria sobre concentración y pluralismo de los medios porque podría derivar en regulaciones y restricciones de contenidos.
La ENPA ha alertado de que esa directiva podría incluso destruir la libertad de prensa, cuando la libertad de expresión prevalece sobre cualquier presión o interferencia de una autoridad pública. A su juicio, las instituciones europeas deben prevenir cualquier tipo de restricción publicitaria porque estos ingresos son esenciales para garantizar periódicos independientes y con contenidos editoriales de calidad. Además, animan a los poderes públicos a apoyar un "sólido régimen de defensa de los derechos de autor que proteja y promueva la creatividad de los diarios y sus importantes inversiones en contenidos digitales de calidad", informa Servimedia.

El texto completo de la Resolución de Sevilla en:

martes, 3 de noviembre de 2009

¿Quién ayuda a los periódicos?

No hay subvenciones para los diarios, aunque sí para el cine, y muchas. Tampoco la gente parece dispuesta a gastarse poco más de un euro en comprarlos, aunque no se quiten del tabaco o la cerveza. Pero luego, cuando desaparezcan muchos de ellos, todos se echarán las manos a la cabeza.

Los medios de comunicación siguen de capa caída. No hay brotes verdes sino más bien despidos, precariedad, reducciones salariales, incumplimientos de convenios... Se han perdido ya miles de puestos de trabajo y ninguno de los que aún lo conservan puede afirmar con seguridad que el año próximo seguirá donde está.
Todo el mundo habla de la crisis del sector, del cambio de modelo, de la desaparición del papel... y todos se echan las manos a la cabeza. ¡No se puede permitir que desaparezcan los diarios! Pero, ¿quién hace algo para evitarlo? Para empezar, cada vez menos gente compra el periódico, única manera que tiene el ciudadano de a pie para que los diarios sigan existiendo. Todos se quejan, pero, al final, prefieren ver la edición digital que es gratis -y en el trabajo, además, que no cuesta-, leerlo en el bar o coger un gratuito, que no es lo mismo, pero no hace falta aflojase el bolsillo.
Sin embargo, lo más preocupante es la pasividad de las instituciones. Si se supone que los periódicos somos parte del patrimonio cultural de la sociedad, que somos un producto cultural como lo son los libros, ¿por qué nadie ayuda?
¿Es acaso lógico que cualquier mindundi ruede una película de ínfima calidad y que nadie va a ver y que, sólo por eso, se lleve una pasta en subvenciones?, ¿por qué el cine sí y los periódicos no?, ¿por qué las administraciones subvencionan directa o indirectamente a otros productos culturales -cine, teatro, música...- y no a los medios? Porque, no nos engañemos, la publicidad no es subvención, sino que más bien es un escaparate para que los organismos oficiales vendan sus logros y, al tiempo, una forma de repartir dinero en función de la ideología del medio.
Haría falta que nos echásemos todos a la calle, como hacen los agricultores, los ganaderos, los mineros o cualquier otro colectivo? Seguro que sería la única manera de que alguien escuchase los problemas del sector, pero la desunión es tal, las guerras internas entre los medios son de tal calibre, que sería poco menos que imposible que fuésemos juntos a ningún sitio.
Y una cosa más, ¿dónde están los sindicatos? No me refiero a los comités de empresa de cada medio, que hacen lo que pueden, que no es poco, sino a los grandes, a los que sí que viven de subvenciones y ayudas del Estado, a los que sólo salen cuando la empresa es grande y van a ocupar minutos en el telediario. ¿Dónde están los señores Méndez y Fernández Toxo cuando se trata de defender a trabajadores sin eco mediático, sin comités, con miedo a quedarse en la calle si se quejan?
Parece que la FAPE y otros colectivos siguen presionando al Gobierno para que desatasque las ayudas prometidas a la Prensa pero, de momento, nada de nada. Esto tiene pinta de que cuando quieran hacer algo, la mayoría de los periódicos haya cerrado y no haya muchos trabajadores ya a los que ayudar. Entonces, eso sí, se las repartirán a los que sobrevivan, que serán aquéllos a los que menos falta les hacía.
Desde luego, a miles de periodistas, cualquier ayuda ya le llega tarde.

El fin de los periódicos


Es de agradecer la publicación de un libro como "El fin de los periódicos" que, editado por Duomo, recoge siete artículos, obra de otros tantos autores, que abordan la situación actual de la Prensa y, sobre todo, se aventuran a vaticinar cómo será en el futuro más inmediato. Desde la especialización, hasta la desaparición de la actual estructura productiva de los periódicos, que ocupan hasta el 60% de sus recursos en trabajos no periodísticos: impresión, distribución, transporte... Todos estos temas son analizados en este libro. Bree Nordenson, autor de uno de los artículos, analiza la sobrecarga informativa que sufrimos, la incapacidad para procesar tanta información que nos llega desde tantos lugares y a veces de forma tan invasiva como la propia publicidad. Tanto es así que, en muchas ocasiones, los lectores, ante tal volumen de noticias, se ponen a la defensiva y menor es el esfuerzo que están dispuestos a hacer para interesarse por dicha información. Sin embargo, al mismo tiempo, también se ha llegado a la conclusión de que esta sobrecarga no va unida, necesariamente, a una mayor calidad de las informaciones. De hecho, lo que se echa en falta es profundidad, análisis, reflexión... Lo de que los árboles no dejan ver el bosque es en este caso una realidad.
Se trata, por tanto, de un libro más que recomendable. Destaca además la introducción, del periodista y columnista Arcadi Espada, que plantea una serie de claves de los problemas que acechan a la profesión: 1. Las dificultades del establecimiento de un nuevo modelo de negocio del periodismo en el contexto digital;
2. El cambio radical en un paisaje informativo donde la fuente puede contactar sin mediación con los ciudadanos; 3. La evidencia, de formidables consecuencias, de que el periodismo ya no gestiona en solitario el debate sobre el conflicto social; 4. El reconocimiento de que el periódico de la gran época industrial era un proveedor no sólo de noticias, discusión y conocimiento, sino también de amenidad: y que primero la radio, luego la televisión y, last but not least, internet han reducido drásticamente su ambición; 5. La emergencia de nuevas narrativas vinculadas a la combinación de audio y escritura en el texto; 6. La desaparición del formato y la distribución de la información a lo hondo, y no a lo ancho y largo, mediante el hipertexto; 7. Las posibilidades de transparencia en la gestión pública que permite el medio digital y su exitosa vinculación con el periodismo; 8. La mejora cualitativa del periodismo a partir de la precisión que aportan las consultas en los buscadores y bases de datos informatizadas, y 9. La conversión de la información en un flujo continuo.

Ahí queda eso.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Lo políticamente correcto, una nueva forma de censura

No hay peor censura que la no escrita, que la que se autoimponen los medios por miedo a las reacciones de determinados colectivos biempensantes que se arrogan el poder de decidir qué se puede decir y qué no. De ahí a la dictadura, sólo hay un paso.

Una de las losas más pesadas de la sociedad en la que nos ha tocado vivir es la de lo políticamente correcto, una censura disfrazada de “buen rollo” que ha perfilado un estrecho camino ideológico del que no es recomendable salirse, ni siquiera pisar los bordes, si no se quiere correr el riesgo de ser expulsado del redil. Esta meliflua corriente que lo invade todo y que coarta toda libertad de pensamiento ha arrastrado también a la inmensa mayoría de los medios de comunicación, que por convicción u obligación han optado por tratar de sacar lo menos posible los pies del tiesto.
Esta situación de censura se ha puesto de manifiesto recientemente en dos ocasiones que me han llamado significativamente la atención. En primer lugar, hace poco más de un mes, el diario “El Mundo”, con motivo del 70 aniversario del inicio de la II Guerra Mundial, entrevistaba a una serie de historiadores, entre ellos a David Irving, un revisionista que llega a plantearse la existencia del Holocausto. Posteriormente, la pasada semana la BBC, la televisión pública del Reino Unido, decidía invitar a un debate de máxima audiencia con políticos de otros partidos a Nick Griffin, máximo dirigente del Partido Nacional Británico, una formación política de extrema derecha y de marcado carácter racista que aboga sólo admite a blancos entre sus filas, que está en contra de la inmigración. En ambos casos, la polémica generada fue enorme. Tanto la entrevista con el historiador como la participación televisiva del político provocaron protestas, quejas...
El debate que abren este tipo de situaciones es profundo, pues alcanza a los cimientos mismos de la libertad de prensa. ¿Deben los medios dar cabida a todas las opiniones, las compartan o no?, ¿deben los medios decidir qué opiniones son “malas”?, ¿se deben censurar determinadas opiniones? Evidentemente, si cuestionamos la libertad de prensa, cuestionamos también la existencia misma de los medios, del periodismo.
No cabe duda de que hay opiniones peligrosas, de que hay opiniones deleznables y totalmente rechazables, pero eso no quiere decir que no existan, que no estén ahí, entre nosotros, y de que mucha gente las comparta. ¿No deben tener cabida en los medios? Nadie está hablando aquí de defenderlas ni de compartirlas, sino de manifestar su existencia. No creo que la actitud que deban adoptar los medios de comunicación sea la del paternalismo protector, sino la de mostrar la realidad tal cual es, pues lo contrario nos acabaría llegando a dar sólo noticias buenas y evitar las malas, a dar sólo opiniones buenas y evitar las malas, lo cual supondría, lógicamente, que alguien tendría que decidir cuáles son las buenas y cuáles las malas, y eso sólo tiene un nombre: censura.
Pero vayamos más allá: al interés periodístico. Hubieran debido dejar de publicar los medios entrevistas con los jerarcas nazis tras la II Guerra Mundial, o con un líder de los jemeres rojos, o con un asesino en serie o con un líder talibán. ¿Se imaginan a los medios rechazando una hipotética entrevista con Hitler, sólo porque sus ideas sean abominables?
Se debe partir de la base de que las sociedades libres están formadas por ciudadanos libres y, para ello, necesitan una prensa libre, sin ataduras morales. Y no hay peor censura que la que no está escrita, que la que se autoimponen los medios por miedo a las reacciones no sólo de los gobernantes, que también, sino de determinados colectivos biempensantes que, en nombre de una ciudadanía indeterminada y etérea, se arrogan el poder de decidir qué es políticamente correcto y qué no, qué se puede decir y qué no, qué se puede pensar y qué no. De ahí a la dictadura, sólo hay un paso.

viernes, 2 de octubre de 2009

¿Crisis o apalancamiento?

Los periodistas españoles pecamos de falta de iniciativa y de valentía a la hora de lanzar nuevos proyectos y de innovar

Nadie duda de que la crisis está azotando con especial saña al mundo de la comunicación y, muy especialmente, al sector del periodismo escrito. Sin embargo, ¿no cabría sospechar que la polvareda que levanta el viento de la recesión oculta un mal mucho mayor, que no es otro que el del fin de una era? Parece claro, como ya hemos señalado en este mismo espacio en más de una ocasión, que el modelo actual está agotado y que ha llegado el momento de reinventar las fórmulas. Además, debemos ser los propios periodistas los que demos el paso, encabezando nuevos proyectos, creando publicaciones innovadoras, rompiendo reglas, demostrando que hay mucho aún por hacer. Si no se venden periódicos, no esperemos a que los empresarios hagan algo. Basta ya de culpar a los demás.
Mientras en España miramos para otro lado, fuera de aquí el mundo se mueve y siguen saliendo nuevos periódicos a la calle. Publicaciones sin complejos, sin ataduras, sin arquetipos, sin poner el grito en el cielo porque el redactor tenga que hacer fotos o colgar su propio video en la red. Los llamados mojos -mobiles journalist- ya están ahí y nos pondrán a todos de patitas en la calle por su versatilidad, por su mente abierta, porque no ven la red como una realidad paralela, sino como una parte de su mundo.
Hay que romper esquemas y replanteárselo todo. ¿Por qué salir a la calle los siete días de la semana?; ¿por qué incluir todas las secciones convencionales?, ¿por qué incluir todas las secciones todos los días?, ¿por qué incluir secciones?; ¿por qué motivo aferrarnos a seguir ofreciendo servicios que otros soportes cubren mejor -clasificados, cartelera, el tiempo...-?; ¿por qué razón repartir en los quioscos y no en máquinas expendedoras?; ¿por qué 96 páginas y no 24?; ¿por qué no un blog en papel?; ¿por qué no un periódico sólo con análisis y artículos de opinión, sin noticias, que para eso ya está Internet, la radio o la televisión?; ¿por qué dejar pasar tantas horas entre el cierre y la distribución?; ¿por qué salir por la mañana o por la tarde y no a cualquier hora del día o de la noche?; ¿por qué no es posible poner en los quioscos impresoras y que el lector se imprima su periódico con las noticias actualizadas hasta el momento en que lo compra?... ¿Por qué esa falta de valentía y de arrojo?
Un ejemplo de esta forma de concebir el periodismo es el que ha aplicado “I”, un nuevo periódico aparecido el pasado mes de mayo en Portugal y que, siendo fiel al papel, ha nacido sin ataduras formales. Así, cuenta con edición digital -ionline.pt- y otra impresa que se edita sólo de lunes a sábado y que está dirigida al público de clase alta. Además, carece de suplementos a excepción de una revista los sábados y está organizado en torno a cuatro grandes secciones: Opinión, Radar, Zoom y Más. Cuenta con una redacción que integra las ediciones en papel y online compuesta por unos 70 periodistas que salen cada día a la calle con un kit compuesto por móvil con cámara de fotos y vídeo, trípode y micrófono.
Aún es pronto para saber si el proyecto se asentará pero de lo que no cabe duda es de que por ahí es por donde hay salida a la crisis. Por apuestas novedosas, por periodistas versátiles y “tecnologizados”, por una total combinación de edición online y en papel, por echar abajo los prejuicios y los viejos esquemas... Vamos, todo lo contrario de lo que nos encontramos diariamente en la mayoría de las redacciones de nuestro país.

¿Crisis o apalancamiento?

En España se arriesga poco a la hora de innovar en la Prensa escrita y los propios periodistas siguen anclados a los viejos esquemas


Nadie duda de que la crisis está azotando con especial saña al mundo de la comunicación y, muy especialmente, al sector del periodismo escrito. Sin embargo, ¿no cabría sospechar que la polvareda que levanta el viento de la recesión oculta un mal mucho mayor, que no es otro que el del fin de una era? Parece claro, como ya hemos señalado en este mismo espacio en más de una ocasión, que el modelo actual está agotado y que ha llegado el momento de reinventar las fórmulas. Además, debemos ser los propios periodistas los que demos el paso, encabezando nuevos proyectos, creando publicaciones innovadoras, rompiendo reglas, demostrando que hay mucho aún por hacer. Si no se venden periódicos, no esperemos a que los empresarios hagan algo. Basta ya de culpar a los demás.
Mientras en España miramos para otro lado, fuera de aquí el mundo se mueve y siguen saliendo nuevos periódicos a la calle. Publicaciones sin complejos, sin ataduras, sin arquetipos, sin poner el grito en el cielo porque el redactor tenga que hacer fotos o colgar su propio video en la red. Los llamados mojos -mobiles journalist- ya están ahí y nos pondrán a todos de patitas en la calle por su versatilidad, por su mente abierta, porque no ven la red como una realidad paralela, sino como una parte de su mundo.
Hay que romper esquemas y replanteárselo todo. ¿Por qué salir a la calle los siete días de la semana?; ¿por qué incluir todas las secciones convencionales?, ¿por qué incluir todas las secciones todos los días?, ¿por qué incluir secciones?; ¿por qué motivo aferrarnos a seguir ofreciendo servicios que otros soportes cubren mejor -clasificados, cartelera, el tiempo...-?; ¿por qué razón repartir en los quioscos y no en máquinas expendedoras?; ¿por qué 96 páginas y no 24?; ¿por qué no un blog en papel?; ¿por qué no un periódico sólo con análisis y artículos de opinión, sin noticias, que para eso ya está Internet, la radio o la televisión?; ¿por qué dejar pasar tantas horas entre el cierre y la distribución?; ¿por qué salir por la mañana o por la tarde y no a cualquier hora del día o de la noche?; ¿por qué no es posible poner en los quioscos impresoras y que el lector se imprima su periódico con las noticias actualizadas hasta el momento en que lo compra?... ¿Por qué esa falta de valentía y de arrojo?
Un ejemplo de esta forma de concebir el periodismo es el que ha aplicado “I”, un nuevo periódico aparecido el pasado mes de mayo en Portugal y que, siendo fiel al papel, ha nacido sin ataduras formales. Así, cuenta con edición digital -ionline.pt- y otra impresa que se edita sólo de lunes a sábado y que está dirigida al público de clase alta. Además, carece de suplementos a excepción de una revista los sábados y está organizado en torno a cuatro grandes secciones: Opinión, Radar, Zoom y Más. Cuenta con una redacción que integra las ediciones en papel y online compuesta por unos 70 periodistas que salen cada día a la calle con un kit compuesto por móvil con cámara de fotos y vídeo, trípode y micrófono.
Aún es pronto para saber si el proyecto se asentará pero de lo que no cabe duda es de que por ahí es por donde hay salida a la crisis. Por apuestas novedosas, por periodistas versátiles y “tecnologizados”, por una total combinación de edición online y en papel, por echar abajo los prejuicios y los viejos esquemas... Vamos, todo lo contrario de lo que nos encontramos diariamente en la mayoría de las redacciones de nuestro país.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Informativos españoles sin canas

Los periodistas de mayor edad son relegados en España, mientras que en Europa o Estados Unidos son auténticas estrellas y gozan de la mayor credibilidad

Juventud divino tesoro. Eso es, al menos lo que deben pensar los programadores televisivos a la hora de escoger a los conductores y presentadores de los distintos espacios, pero muy especialmente de los informativos, donde, salvo casos excepcionales como el de Matías Prats Jr., que a sus cincuentaytantos años es ya un veterano, prima la juventud por encima de cualquier otro valor. Así, auténticos “monstruos” de la comunicación de nuestro país han tenido que dejar su puesto por rondar los sesenta años, edad en la que en otras profesiones -nuestros políticos sin ir más lejos- se está en el mejor momento.
Sin embargo, estos prejuicios contras las arrugas no son universales y basta con echar un vistazo a los informativos de los países de nuestro entorno para darnos cuenta de que cumplir años no es un obstáculo para seguir conduciendo programas de éxito. Personajes como Patrick Poivre d'Arvor, que durante 20 años ha conducido el principal informativo de la televisión pública francesa TF1 -desde 1987 hasta 2008- y que aún siguen en activo, o Bruno Vespa, presentador y productor de “Porta a porta”, uno de los programas de más audiencia de la RAI, que a sus 65 años sigue al pie del cañón, son sólo dos ejemplos de que fuera de España no se margina a los periodistas más veteranos y, cuando se hace, la polémica está servida.
Este fue el caso de la BBC, la cadena pública británica, que este verano sustituyó a dos periodistas y presentadoras de 59 y 65 años -la probabilidad de que una mujer siga en activo a esa edad en nuestro país es nula- por otras más jóvenes. La decisión provocó, no sólo las quejas de miles de televidentes, sino incluso que la propia vicepresidenta del Partido Laborista y ministra para la Igualdad, Harriet Harman, interviniera en la Cámara de los Comunes para reclamar la vuelta de esas mujeres.
Pero si ésta es la situación en Europa, “zapeen” por las cadenas norteamericanas, donde desde la CNN, hasta Fox News, pasando por la CNBC están plagadas de canas. Quizás el personaje en activo más destacado es Larry King, que a punto de cumplir 76 años sigue presentando en CNN su programa nocturno de entrevistas “Larry King Live”. Más jóvenes, pero cerca ya de la edad de jubilación en España, son David Letterman, que a sus 62 años es una de las principales estrellas de la CBS, donde dirige y presenta “The late show with David Letterman”, y Bill O'Reilly, que con 60 años es figura destacada del canal Fox News con su programa “The O'Reilly Factor”, que tiene también una versión radiofónica.
Un caso paradigmático fue el de Robert Novak, fallecido este mes de agosto a causa de un cáncer cerebral, y que sólo se retiró un año antes, en 2008, con 77 años, para luchar contra su enfermedad. Hasta ese momento, no sólo trabajaba en la CNN, sino que mantuvo una columna de opinión en distintos diarios durante 45 años.
En España, sin embargo, este personalismo que caracteriza a los presentadores y conductores de programas en otros países no encaja con el estilo a que estamos acostumbrados. El tradicional busto parlante de los informativos españoles se ajusta más a una cara joven y bonita, que apenas se sale del guión más que para, en contadas excepciones, algún chiste preparado. Antena 3 TV lo intentó, a principios de los noventa con José María Carrascal, que, recién llegado de Estados Unidos, aportó un estilo similar al de los programas de aquel país. Sin embargo, pronto fue sustituido. Más tarde, Telemadrid intentó otro informativo “personal”, siempre en horario nocturno, con Germán Yanke -54 años- primero y con Sánchez Dragó -a punto de cumplir los 73- después. En ambos casos, se volvía al estilo norteamericano de mezclar información y opinión y, en ambos casos, le llovieron las críticas al canal público madrileño pese a tener no pocos seguidores.
Y es que, está claro que en lo que al mundo de los informativos de televisión se refiere, España no es país para viejos.

lunes, 21 de septiembre de 2009

De tedetés de pago, guerras mediáticas y diarios vergonzantes

Mientras en medio mundo los propietarios de periódicos se devanan los sesos para encontrar la receta mágica con la que, no sólo salir de la crisis, sino lograr que el papel siga existiendo en plena vorágine internauta, aquí todavía usamos los diarios impresos para emprender guerras mediáticas y tratar de medrar un poco más.
Mientras franceses, ingleses o estadounidenses adoptan medidas de todo tipo, exitosas o no, para dar una vuelta de tuerca más al negocio de la Prensa, aquí andamos utilizando los editoriales y las columnas de opinión como altavoz panfletario sobre tedetés, pagos por derechos futbolísticos y coacciones gubernamentales.
En este país de imbéciles en el que los medios están en manos de aspirantes a poderosos, de pseudoperiodistas con ínfulas de políticos, los periódicos sólo sirven para que los cebrianes y los roureses se peleen por ver quién influye más, quién logra más prebendas del poder y quién se codea más con quién. Mientras, los terceros en discordia, los voyeurs de gustos exuperantes, llenan páginas de opinión mostrando su gozo por el mero hecho de ver al enemigo herido, aunque se cambiaría mil veces por él. Los planetarios, por su parte, con diario también en los quioscos, miran para otro lado sin saber muy bien qué carta jugar.
Ójala nadie diera un duro por ver fútbol en casa. El que quiera circo, que vaya al circo.
Qué vergüenza de panorama, qué vergüenza de medios de comunicación...

domingo, 13 de septiembre de 2009

Calidad frente a cantidad

"La noticia como género será menos habitual y habrá más reporterismo"


A estas alturas, ya nadie duda de que detrás de la grave situación que vive la Prensa no está sólo la crisis, sino que hay un cambio de modelo, una ruptura respecto de los esquemas clásicos. Sin embargo, de esta situación ya parecen haberse dado cuenta en la mayoría de los países de nuestro entorno -aunque no en España-, donde se están dando pasos para tratar de dar con la clave, no sólo de la supervivencia, sino del nuevo modelo de periodismo impreso.
El debate está ahí y, en muchos casos, se llevan años buscando soluciones. ¿Cómo convivir con Internet?, ¿pasa la solución por aunar esfuerzos con las web o por competir con ellas? Lo que parece claro es que tratar de luchar contra los diarios online haciendo lo mismo, es una batalla perdida. Por eso, la clave es el vañor añadido, “la valeur ajoutée” que dirían nuestros vecinos franceses, que iniciaron este debate hace años y que, acertadas o no, vienen, desde hace años, tomando medidas para seguir ahí.
La pasada semana, “Le Monde” publicaba un artículo que ponía el acento en que los periódicos impresos deben basar su futuro en la diferenciación con los digitales. “En el caso de Internet, un diario no sigue la actualidad, la hace”, asegura Laurent Joffrin, director del también diario francés “Liberation”. “Nuestro única oportunidad de sobrevivir es reforzar los fundamentos de nuestro oficio: encuestas, profundización, buscar ángulos a las informaciones que no se encuentren en otros lugares...”. Otra de las claves de los nuevos diarios en papel será “la selección de las noticias y su jerarquización”, explica Joffrin, cuyo periódico ha acometido un profundo cambio para adaptarse a estos principios.
El concepto de selección y jerarquización abre otro debate: ¿cantidad o calidad? Hasta hace unos años, los periódicos impresos eran los únicos que podían recoger en sus páginas gran cantidad de noticias que en otros medios se quedaban fuera. Sin embargo, ahora, con Internet, esa guerra no sólo está perdida, sino que es absurda. Entonces, ¿para qué obsesionarnos con tratar de incluir en unas pocas páginas un montón de pequeñas noticias, la Bolsa, la cartelera...? La clave, según los franceses, es la selección, apostar por un tema y abordarlo en profundidad -dos o tres páginas- con gráficos, fotografías, opiniones...
Esta opción es también la elegida por otro de los grandes periódicos franceses, “Le Figaro”, que el próximo 21 de septiembre pondrá en la calle su nuevo aspecto, en el que las claves son “la valeur ajoutée” y la selección de las informaciones, lo que supondrá entre un cinco y un diez por ciento menos de contenido redaccional. Según Etienne Mougeotte, director de redacción, se trata de jerarquizar, de hacer “una distinción entre lo esencial y lo accesorio”.
En esta misma línea se expresaba recientemente Alfonso Sánchez-Tabernero, profesor en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra y uno de los principales expertos de empresas periodísticas de nuestro país, que aseguraba que tenía claro que “los datos, los hechos, las cotizaciones de bolsa, lo que puedo buscar en Google no tiene interés. Sí lo tiene el análisis, la interpretación, la opinión, la creatividad, la anticipación. Por eso creo que la prensa va a estar más basada en el talento que en la cantidad. La noticia como género será menos habitual y habrá más reporterismo”.
Por eso, no deja de extrañar que en nuestro país, se siga apostando aún por la cantidad -bien es acierto que no siempre en detrimento de la calidad- y para ello basta comparar la paginación de nuestros periódicos y la de los principales diarios europeos que, salvo excepciones hechas como los suplementos dominicales, rara vez van más allá de 64 páginas. Y es que el papel también cuesta dinero. Mucho dinero, con el que se podría pagar a más y mejores periodistas.

martes, 8 de septiembre de 2009

Sucesos, dolor y amarillismo

Uno de los principales problemas con que nos encontramos los periodistas es, a la hora de informar sobre los temas de sucesos o de terrorismo, cómo afrontar todo lo relacionado con el sufrimiento y el dolor de las víctimas y sus allegados. Los atentados terroristas, las catástrofes, la violencia de género o los homicidios son una buena muestra de ello. Ante este tipo de hechos, tenemos, por un lado, la información pura y dura, los datos objetivos, la investigación policial, tratar de hablar con posibles testigos... Sin embargo, cuando tratamos de acercarnos al dolor, a la parte más humana de la noticia, se corre el grave riesgo de caer por una pendiente muy pronunciada y peligrosa que lleva directamente al amarillismo y a un tipo de periodismo que, con frecuencia, roza lo deleznable.
No vale como argumento decir que este tipo de informaciones son las que, al final, más llaman la atención del lector, porque, atendiendo a esa premisa, también podríamos entrar en una espiral de consecuencias imprevisibles que nos acabaría llevando a convertir los medios en un escaparate de sangre, sexo y cotilleo. Está claro que los sucesos tienen su hueco en el periodismo y, de hecho, se trata de uno de los géneros con más predicamento en la profesión. Sin embargo, ser un buen periodista de sucesos pasa, normalmente, por tener buenos contactos policiales y judiciales más que por dedicar páginas y páginas a hablar con los familiares y amigos de las víctimas en busca de la lágrima fácil y el morbo barato, un error con el que los profesionales de la comunicación caen con demasiada frecuencia. Falta rigor y sobran testimonios ñoños que, en la mayoría de los casos, poco o nada aportan, periodísticamente hablando.
En relación con este tema, el pasado 26 de agosto la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) organizó el curso “Aproximación de los periodistas al dolor”, en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. El juez de la Audiencia Nacional Fernando Grande Marlaska, uno de los ponentes, se refirió al derecho a la información y a su relación con las actuaciones de la justicia. El magistrado puso como ejemplos las investigaciones periodísticas que desvelan la identidad protegida de testigos, los denominados juicios paralelos en los medios de comunicación o “la irresponsabilidad de los periodistas a la hora de regalar victorias a los terroristas o magnificar sus acciones”. Para tratar de solucionar este problema sugirió tres posibles vías de control: la regulación, la autorregulación o la autocensura. Asimismo, planteó la adopción de un código ético que regule de qué modo abordan los medios este tipo de informaciones.
Por su parte, Magis Iglesias, presidente de la FAPE, afirmó que, ante noticias con víctimas o familiares, el objetivo debe ser siempre tratar de no causar más dolor y recordó la denuncia de la asociación sobre la repetición de imágenes de los afectados por el accidente de Spanair. También criticó la publicación de los datos sobre el donante que ha permitido el primer trasplante de cara en España.
"Los periodistas de los medios de comunicación no pueden incumplir la ley y vulnerar el secreto", dijo Iglesias, quien aludió a la "responsabilidad compartida" de los periodistas y los responsables sanitarios, que, indicó, no deben "dejarse llevar" por el "ansia de notoriedad" y "cometer una gran imprudencia". Esto, matizó, "no exime" la responsabilidad de los medios que publicaron estos datos.
Tratar de buscar ese equilibrio entre información y respeto, entre datos relevantes y amarillismo, es una tarea sólo al alcance de unos pocos buenos profesionales y no debemos olvidar lo fácil -y tentador- que es para el periodista pasarse al lado oscuro. Y no debemos olvidar tampoco la parte de responsabilidad que tienen los responsables de los medios a la hora de vetar determinadas conductas que, en el mejor de los casos, apenas servirán para vender un puñado de ejemplares más a costa del dolor y del prestigio de esta profesión.

miércoles, 29 de julio de 2009

O los diarios se adaptan a los nuevos tiempos o desaparecerán

La explosión de una furgoneta bomba a las cuatro de la madrugada del miércoles 29 de julio o la entrega del tipo que había asesinado a una niña en Vallecas a la mañana siguiente, ponen de manifiesto, una vez más, uno de los talones de Aquiles de los periódicos: el desfase entre el momento en que se producen los acontecimientos y la llegada del diario a las manos del lector. Especialmente en los tiempos que corren, en la que la radio, la televisión y, especialmente, Internet nos permiten vivir las noticias en directo, es ridículo que las portadas de los periódicos del 29 de julio de 2009 estén protagonizadas por temas distintos de la explosión del coche bomba de Burgos, cuando el resto de medios están abriendo todos sus informativos y ediciones digitales con el atentado. Máxime, cuando la noticia no estará en los quioscos hasta el jueves 30 de julio.
Es completamente ridículo mantener esta situación y, lo peor, es que las estructuras de los diarios siguen viviendo ajenas a esta realidad. Porque el problema no es ya este desfase, sino que nadie ha cambiado los esquemas de funcionamiento de las redacciones de los periódicos. En la mayoría de los casos, los diarios seguirán dando la información como si la gente no supiera lo que ha ocurrido.
Si el lector compra el periódico el jueves, dos días después de que sucedan los hechos, no espera que se le cuente de nuevo lo que ya sabe, sino que buscará un análisis, un algo más, un valor añadido que ningún otro medio "rápido" le vaya a dar precisamente por su apego al directo.
Pero los directores, los responsables de los diarios, y muchos redactores, siguen sin haber adaptado sus mentalidades a los tiempos que corren. Siguen anclados en el pasado, en el viejo periodismo, en teclear la información en el hueco estipulado, poner un pie de foto y si te he visto no me acuerdo. No aportamos nada, no añadimos nada, no somos capaces de dar una vuelta de tuerca más a la información, de analizar, interpretar -que no opinar-.
Y todavía nos extraña que las ventas de los periódicos caigan de forma continua. Las soluciones no hay que buscarlas en las promociones ni en los cambios de caras. Mover las fichas, si éstas son las mismas, no tiene sentido. O revolución o muerte. Y será muerte.

domingo, 26 de julio de 2009

Creadores de realidad

¿Informadores o creadores de realidad? ¿Informamos de lo que sucede o sucede sólo aquello de lo que informamos? Sería difícil responder a estas preguntas, pero no cabe duda de que para la mayoría de la gente la realidad, más allá de su entorno personal, se basa en lo que le llega a través de los medios de comunicación, fundamentalmente la televisión. Las cosas existen o no en función del eco mediático que tengan y, por tanto, existen o no en función de que los medios quieran que existan. Si tenemos en cuenta los intereses mezquinos y puramente mercantilistas que mueven a los medios, no nos ha de extrañar que la realidad que damos a conocer sea también mezquina y mercantilista.
Guste o no reconocerlo, elegimos los temas de los que informamos en función de parámetros que, en muchos casos, poco o nada tienen que ver con los intereses reales de la gente. La mayoría de las noticias y su enfoque se eligen por intereses políticos y económicos del propio medio -no debemos olvidar que, al fin y al cabo, son empresas y su principal objetivo es ganar dinero y medrar-. Muchas informaciones aparecen en los diarios o en los informativos sólo si son escabrosas o morbosas, razón por la cual los sucesos ocupan cada vez más espacio.
Y con la misma actitud mezquina con la que se eligen, se abandonan para recoger carnaza nueva. Sangre, sufrimiento, dolor, catástrofe, muerte... Eso es lo que vende y eso es lo que damos. Material para seguir vendiendo y sobrevivir. Y la crisis no hace sino exacerbar esta situación. Todo vale para subsistir porque, al fin y al cabo, todos los periodistas comemos de esta situación. Y si nosotros no lo hacemos, otro lo hará, y por menos dinero.
Así son las cosas, como diría el desaparecido Walter Cronkite.

viernes, 24 de julio de 2009

Ayudas a la Prensa, sí o sí

El sector de la comunicación parece no acabar de ver luz al final del larguísimo túnel que viene atravesando desde hace más de un año. El goteo de malas noticias es constante: caídas de ingresos publicitarios, despidos, cierres... Ante esta situación, y a la vista de lo que se está haciendo en otros países de nuestro entorno, se planteó la posibilidad de que las administraciones ofreciesen algún tipo de ayudas. Sin embargo, esta opción no ha dejado de traer polémica. Para empezar, en un principio no parece que la idea calase mucho en el Gobierno, cuyo déficit público alcanza límites poco recomendables. Pero lo que es más curioso es que ni siquiera dentro del sector hay unanimidad al respecto.
Tanto es así, que mientras que la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) se ha manifestado en contra de la concesión de ayudas directas a los medios, algunas de las asociaciones englobadas en la FAPE han matizado este rechazo y aceptan un plan de ayuda gubernamental, siempre que «incorpore como compromiso esencial la defensa del trabajo, empleos con calidad, la dignidad profesional y la puesta en marcha de proyectos viables económicamente que respalden el trabajo de los periodistas».
La presidenta de FAPE, Magis Iglesias, aseguró recientemente en el transcurso de un curso en la Universidad de Málaga, bajo el título «La prensa en crisis: hacia un cambio de modelo», que «las inyecciones de ayudas directas resultan letales para la independencia de los medios de comunicación y que, en buena parte, han sido culpables de la inflación de medios que padecemos».
Por su parte, la Asociación de la Prensa de Madrid, el Col.legi de Periodistes de Catalunya, el Colexio Profesional de Xornalistas de Galicia y la Unió de Periodistes Valencians, aseguran, en un comunicado conjunto hecho público el pasado 14 de julio, que «las ayudas públicas propuestas en forma de créditos, de aplazamientos de cuotas sociales, de ayudas directas a la difusión y a la formación para contribuir a la reestructuración del sector, nos parecen adecuadas pero deben ser transparentes, públicas y con compromisos claros por parte de quienes se van a favorecer de ellas, incluidos los periodistas. Las ayudas deben tener como contrapartida un compromiso de los editores para defender la independencia, autonomía y profesionalidad de los medios y de los periodistas. Como estamos convencidos de que se sirve mejor al periodismo cuando la parte empresarial y periodística está comprometida con los valores de la profesión, defendemos que el marco adecuado para fijar este compromiso es el Estatuto del Periodista, del que el Código Deontológico es una pieza fundamental».
En cualquier caso, se está debatiendo sobre la nada, puesto que, por ahora, el Gobierno no ha clarificado su postura al respecto de estas ayudas y, aunque finalmente decidiese sacar adelante un plan, éste no llegaría antes de unos meses, es decir que, en el mejor de los casos, estaríamos hablando de finales de 2009 o comienzos de 2010, un año más tarde de que Nicolas Sarkozy pusiera en marcha un plan en el país vecino con más de 600 millones de euros para ayudar a la prensa.
Para cuando salga adelante, si es que finalmente ocurre, muchos medios habrán quedado ya por el camino y miles de empleos se habrán perdido definitivamente –cerca de 2.500 desde noviembre de 2008 según la FAPE–. De modo que cabría esperar de todos los colectivos que representan al sector que se pongan de acuerdo y que hagan fuerza de forma conjunta para sacar adelante ese plan, ya sea en forma de ayudas directa, ya con cualquier otro tipo de medidas posibles, pues la supervivencia de las empresas periodísticas y el mantenimiento de los puestos de trabajo está por encima de cualquier otro condicionante.

miércoles, 15 de julio de 2009

Solos frente a la pantalla

Nunca antes como ahora estaba cambiando tanto, y en tan poco tiempo, el mundo de la comunicación, muy especialmente entre los más jóvenes. Si durante varias décadas la televisión del salón o del cuarto de estar era el centro en torno al cual giraba la vida familiar, ahora las cosas han cambiado de forma sustancial.
No hace falta remontarse mucho en el tiempo para ver al conjunto de la familia sentada en el sofá, después de comer o de cenar, viendo todos el mismo programa. Esa escena es ya poco habitual y probablemente lo será cada vez menos. Pero, ¿qué ha ocurrido?, ¿por qué han cambiado tanto los hábitos?, ¿qué es lo queda por venir en los hogares españoles?
En primer lugar, ha cambiado la forma de estar en el hogar: en la mayoría de los casos trabajan ambos progenitores, los hijos comen en el colegio y, muchas veces, cuando regresan, están solos en casa, pues sus padres no han regresado aún. Todo esto supone que el tiempo que todos los miembros de la familia pasan juntos se ha visto muy reducido. Paralelamente, se ha pasado de una televisión por hogar a una por habitación. Pero es que, además, en muchos casos, se está pasando a un ordenador conectado a internet por cada miembro familiar, de modo que la relación con la pantalla es cada vez menos común y más individual. Ya no hay que ponerse de acuerdo para ver algo todos juntos, pues los hijos prefieren ver su programa favorito en su dormitorio o, directamente, chatear con sus amigos, conectarse a una red social –su uso aumenta vertiginosamente- o ver vídeos en la pantalla de su PC.
Pero los cambios no se quedan ahí. Las nuevas generaciones ya no se conforman tampoco con un solo soporte, ya que se ha detectado un aumento de la convergencia entre televisión, internet y el móvil o, lo que es lo mismo, que crece el uso simultáneo de medios. Eso supone que en torno al 23% de los jóvenes utilizan internet mientras ven la televisión, medios ambos que toman la delantera a otros en las horas de mayor audiencia, aunque crece considerablemente el número de personas que ven vídeos a través del teléfono.
Otro tendencia, ya mencionada, es la aparición de un fenómeno más o menos nuevo, que compite directamente con la programación convencional de las cadenas de televisión, que es el de ver vídeos, y cuyo exponente máximo es Youtube. Esta costumbre se da ya entre el 77% de los internautas y el soporte preferido para hacerlo es el ordenador. Además, es curioso comprobar que no son sólo los más jóvenes los que hacen uso de Internet; así, por ejemplo, un tercio de los usuarios de entre 55 y 64 años ven vídeos en su PC de forma semanal.
De modo que cada vez es mayor el tiempo que pasamos delante de una pantalla, pero no necesariamente de la del televisor, y, además, cada vez menos en familia. En cuanto a tiempo, Internet se convierte en el medio más consumido en España, con 12,1 horas a la semana por internauta (un 20% más que en 2004). Le siguen muy de cerca la televisión (11,7 horas, un 11% menos que en 2004) y la radio (10,9  horas, un 22% menos que en 2004). Los españoles pasan 4,4 horas a la semana leyendo el periódico y 3,6 horas leyendo revistas.

domingo, 12 de julio de 2009

Las tres "D" de los periodistas

Siempre se ha dicho que la profesión del periodista es la de las tres "D": dipsómano, divorciado y... para la tercera D hay muchas versiones, aunque ninguna especialmente buena. Según a quien consultes te responderá depresivo, desequilibrado, drogadicto... Vamos, una maravilla. Y lo peor de todo no es eso, sino que hay quien lo lleva a gala, como medallas con que adornar su guerrera. Y es que, en esto del periodismo, hay mucho de leyenda, de ir de estrella, de presumir de borracheras y de amantes, de coleccionar anécdotas ocurridas en tugurios en lugares remotos, de contar las veces que uno se ha jugado la vida, ha conseguido una exclusiva o se ha codeado con los reyes del hampa. Son esos periodistas que se denominan de raza, esos que siempre esconden una botella de whisky en el armario y gustan de gritar y decir tacos, los que dan mala fama a esta profesión.
Porque, aunque haberlos haylos, la mayoría desearía pasar muchas menos horas en la redacción y estar más tiempo con sus familias, con sus hijos. E incluso los que están divorciados no lo están por gusto, pero no es menos cierto que buena parte de la culpa la tienen esas jornadas laborales de 12 ó 14 horas que anulan cualquier intento de vida normal.
Pero eso, realmente, sólo ocurre en la Prensa, donde aún se mantienen esquemas atados al pasado como el concepto de Cierre. El papel es el único soporte en el que la información va en función de los condicionantes técnicos, y no al revés. En radio, televisión o Internet, se sale al aire -aparte de los informativos fijos- cuando hay una noticia que dar, cuando las cosas están ocurriendo, mientras que en los diarios no sólo todo gira en torno a un horario de cierre absurdo, pues tiene lugar varias horas antes de que el producto salga a la calle, sino que, además, se quedan fuera infinidad de temas por falta de espacio. Es decir, que el soporte condiciona el qué y el cuándo.
Si yo cierro el diario a la una de la madrugada y ha habido un accidente con cuatro muertos, y lo escribo, es muy posible que cuando el lector tenga en sus manos la noticia, la cifra se haya multiplicado y ya se sepan las causas del siniestro y todo tipo de detalles al respecto. Es decir, somos productores de noticias viejas. Quizás la tercera D debiera ser de desfasado.
¿Es o no es para estar depresivo?

Morbo, sanfermines y amarillismo

Ha muerto un joven en sanfermines y ha sido portada en todos los periódicos nacionales. Además, por si fuera poco, salvo alguna honrosa excepción -muy discutida internamente, todo hay que decirlo- todos han apostado por dar las imágenes más escabrosas e, incluso, alguna televisión ha decidido ofrecer las imágenes de la cogida gravadas por un videoaficionado ralentizadas y repetidas hasta el aburrimiento.
Pero no, no nos hemos contentado con eso. También le hemos dedicado páginas interiores y, un día después, nos hemos volcado con el entierro, las reacciones de los familiares...
Si esto no es amarillismo, que baje Dios y lo vea. Pero, ¿qué nos ocurre?, ¿qué tiene de interesante, más allá de recoger la noticia, que un tipo que se pone delante de un toro de forma voluntaria sea corneado y resulte muerto? Pues muy bien, mala suerte. ¿Cuánta gente muere en este parís al cabo del día en accidentes laborales, en accidentes de tráfico, ahogados, electrocutados o hendidos por un rayo? ¿Qué tiene éste de especial? ¿Sólo porque se trata de los sanfermines, sólo porque hay imágenes? ¿Realmente nos importa lo que piensen los amigos o la familia de un tipo cuyo mérito ha sido jugarse la vida absurdamente delante de un toro? ¿Por qué no hacer lo mismo con todos y cada uno de los que resultan muertos por caerse de un andamio o por ser atropellados por un conductor borracho o porque un kamikaze se ha empotrado contra ellos mientras circulaban tranquilamente por la autopista?
No lo entiendo. No sé que hago en esta profesión. Porque lo he comentado y mis compañeros me han mirado raro. Pero no sólo somos nosotros, los periodistas, porque, que levante la mano quien no consuma carnaza. ¿Quién no ha visto el vídeo?
¿Y todavía nos extraña el mundo en que vivimos? No, si luego será la Play Station la que genere violencia en los niños. Tócate los cojones.

jueves, 9 de julio de 2009

La radio, un medio con mucho futuro

Probablemente, el próximo curso periodístico será uno de los más apasionantes en lo que a la radio en nuestro país se refiere. Este medio, que durante los últimos años se ha visto en cierto modo eclipsado por el avance de Internet, el desarrollo de la televisión digital y la crisis de la Prensa, puede volver a recuperar protagonismo, entre otras cosas por la irrupción de la nueva emisora de Federico Jiménez Losantos, en la que estará acompañado por César Vidal y Luis Herrero, entre otros, y por la reorganización de la parrilla de la COPE, aún en marcha, tras la marcha de los ya citados. Si a esto le unimos que Onda Cero mantendrá la base de su programación ­–acaba de renovar por dos años más a Julia Otero y a Isabel Gemio- para continuar su línea ascendente seguida en los últimos años y a que la SER, aunque sigue claramente líder de audiencia, atraviesa por momentos difíciles económicamente hablando, hacen de la nueva temporada un campo de batalla apasionante.
Pero no es este el único motivo por el que la radio está en el ojo del huracán. Mientras que otros medios han encontrado en Internet y en las nuevas tecnologías un enemigo, la radio parece haber hallado más bien un aliado, pues tanto la red como los numerosos dispositivos portátiles reproductores de música permiten sintonizar cualquier emisora en cualquier lugar. Ya no hay obstáculos para oír la radio y cada vez es mayor el número de personas que la escuchan a través de su ordenador mientras trabajan o de su teléfono móvil o su MP3 al tiempo que hacen deporte, caminan o viajan en transporte público.
Porque, a diferencia de la Prensa, por ejemplo, a la radio le es indiferente el soporte a través del cual la audiencia la escuche, aunque las técnicas de medición también se tendrán que adaptar a la llegada de los nuevos dispositivos. Al fin y al cabo, un oyente es un oyente, haya accedido a su emisora favorita a través de un transistor de toda la vida, desde el coche o desde Internet. Es más, la tecnología ha abierto posibilidades antes impensables.
En primer lugar, están los podcast –invento ya viejo, apenas unos pocos años, en esto de Internet-, un servicio que ya ofrecen casi todas las cadenas y que permite descargarnos lo que más nos guste de la programación y escucharlo, como un fichero de audio más, cómo y cuándo nos plazca. De este modo, cada oyente puede configurar su propia parrilla o crear un archivo con aquellos momentos de la radio que más le hayan gustado.
Por otro lado, han aparecido en el mercado aparatos de radio convencionales que, además, vía wi-fi, permiten escuchar cualquier emisora que tengamos sintonizada a través de Internet en nuestro ordenador, aunque éste esté apagado. De este modo, se suprimen incluso las barreras geográficas y técnicas que nos impedían, pongamos por caso, escuchar la radio local de nuestro pueblo o la de un país lejano.
Paralelamente, cabe hablar de la radio digital, uno de los retos pendientes de este medio pero que, al contrario que la TDT, no acaba de arrancar. El concepto es el mismo que el de la televisión, es decir, se trata de una tecnología que permite transportar una señal radiofónica de forma digital utilizando una frecuencia única para todo el territorio nacional, de modo que se realiza un uso menor del espectro radiofónico y se evitan los molestos cambios de dial cuando se viaja en coche y se quiere mantener la emisora sintonizada. Además, la calidad del sonido es mucho mayor –similar a la de un disco óptico- y permite el envío de datos, de manera que se puede mostrar en los receptores digitales numerosa información textual complementaria, como la emisora, el título de la canción, noticias… Sus principales problemas son la competencia que supone internet y la falta de impulso por parte de las administraciones, entre otras razones porque es necesario cambiar de receptor y los existentes en el mercado aún no tienen precios muy asequibles.

jueves, 2 de julio de 2009

Objetividad y politización en los medios

Hace ya algún tiempo, un amigo me preguntó, con la mejor de las intenciones pero desde la ingenuidad más absoluta, si creía posible la objetividad en los medios de comunicación. La verdad es que no me lo pensé más que un par de segundos y le contesté que no, que no creía ni en la de los medios ni en la de los periodistas y que, de hecho, ni siquiera creía en la objetividad como tal, al menos en su sentido kantiano de validez universal.
Me ha venido esta vieja conversación a la memoria tras comprobar la apasionante discusión que ha generado un vídeo en el que se hablaba de este tema, colgado en el perfil de Facebook del director de marketingdirecto.com, Javier Piedrahita. Y todo venía porque el director de un diario nacional reconocía que los medios están muy politizados. ¡Pues vaya descubrimiento!
Evidentemente, la politización de los medios –y la consecuente toma de partido por unas posturas u otras– es incompatible con la objetividad. Desde un punto de vista periodístico, esta premisa debería ser inaceptable, pero ¿desde cuándo periodismo y política discurren por caminos separados? De hecho, es precisamente la baza política, junto a la de los valores sociales –aborto, eutanasia, educación...– la que marca distancias entre unos medios y otros y la que, lógicamente, hace a los lectores optar por unos u otros.
¿Es acaso posible la objetividad –entendiéndola como equidistancia– ante determinados asuntos? No digo que no, pero es posible que fueran los lectores, las audiencias, las que demandarían una toma de postura. No debemos perder de vista que sería absurdo elaborar informaciones desde una supuesta imparcialidad para un público que sí es parcial, que sí mantiene una determinada postura ante la mayoría de los temas.
Pero volviendo a la politización, Piedrahita se queja de que los medios de nuestro país dan demasiadas noticias relacionadas con la política y «lo están pagando. La audiencia les da la espalda. Nada que ver con los medios alemanes que sí tienen en cuenta los intereses reales del ciudadano de hoy. Otro mundo», afirma.
No sé si es cierto que los lectores estén dando la espalda a los medios –aunque la tendencia de la difusión de la prensa es ligeramente descendente en los últimos años, creo que se debe más a otras razones–, pero sí estoy de acuerdo en que buena parte de las noticias que ofrecen los medios están muy lejos de los intereses reales de la gente.
Sin embargo, también cabe dilucidar hasta qué punto esa parte de la población cuyos gustos están lejos de las noticias políticas son compradores de periódicos. Apenas compra prensa diariamente uno de cada diez españoles –se venden poco más de cuatro millones cada día– y parte de ellos eligen uno de información deportiva. Ante esta situación, ¿se deben pensar los diarios para el conjunto de la población o sólo para aquellos que son lectores? Y, optando por esta segunda premisa, ¿pensando en todos los lectores o ajustándonos al perfil de quien elige nuestro medio? Si tenemos en cuenta que la mayoría de los compradores de periódicos lo hacen en función de la tendencia ideológica –ya sea política, ya sea de principios y valores– de cada medio, ¿qué ocurriría si de repente todos tratásemos de ser objetivos, imparciales y equidistantes?, ¿No podría, eso sí, alejar a los lectores de los periódicos? Es más, ¿estaría alguien dispuesto a pagar 1,10 euros por un periódico realmente objetivo y encontrarse noticias contrarias a su manera de pensar, a sus valores, a sus principios, a sus convicciones? Yo creo que, mal que nos pese a muchos, la respuesta es no.

miércoles, 1 de julio de 2009

Periodistas parados y brotes verdes

La revista Citizen K echa el cierre. Y van... ni se sabe. Los brotes verdes de la economía española que la ministra Salgado dice ver deben estar en una maceta en su casa, para consumo personal, porque si no, no se entiende semejante afirmación y que siga en su puesto. No hay cifras oficiales, pero se calcula que la crisis económica ha costado el puesto a más de 5.000 periodistas... y aquí no pasa nada.
En poco más de un año, desde que dio comienzo la no crisis, decenas de medios de comunicación de nuestro país han echado el cierre y otros tanto han presentados expedientes de regulación de empleo o han llevado a cabo despidos, jubilaciones anticipadas, congelaciones salariales... Quizás lo más sonado fue la desaparición del diario Metro, con una tirada y una difusión masivas, pero no es lo único.
Además de Metro, el gratuito Qué, del grupo Vocento, ha cerrado varias de sus ediciones en distintas ciudades españoles y ha puesto en la calle a más de un centenar de periodistas. El resto de gratuitos no están mejor y, así, ADN cerró su edición digital (44 periodistas en paro) y de la edición en papel ha despedido a otros 15; 20 Minutos ha reducido plantilla en cerca de 40 personas.
Otras revistas que han desaparecido han sido OK!, Única, Sorpresa, Gala o La Clave. Igualmente, también ha echado el cierre el diario "El Universal", que repartía Iberia entre sus viajeros; la edición en papel de "Segundamano"; la edición española del canal de televisión económico Bloomberg, la cadena de televisión Localia, del grupo Prisa, o el periódico semanal "El punto de las artes".
En lo que se refiere a reducciones de plantilla, ABC ha echado a cerca de 200, Grupo Zeta a más de 400, La Gaceta de los Negocios a casi 70, Libertad Digital a 29, El Mundo -aún por concluir- en torno a 200... Sólo por destacar las más numerosas. En cuanto a prejubilaciones, El País ha llevado a cabo más de 80 y La Vanguardia cerca de un centenar.
Del mismo modo, aparte del ERE, Zeta sigue efectuando despidos y, así, por ejemplo, la revista MAN, en la que trabajaban ocho personas y el director, ahora pasarán a hacerla sólo dos con un nuevo director de la casa.
Y lo que queda, porque los brotes verdes, en el sector, nadie sabe dónde están y la cosa no va a mejor. Evidentemente, la crisis del sector publicitario está pasando factura a los medios pero también hay otros factores, como Internet. No cabe duda de que la gente no ha dejado de leer, pero ha dejado de comprar. La Prensa lo pasará mal, pero sobrevivirá con plantillas adelgazadas y con una merma importante en su calidad -lo que hacían 300 no lo pueden hacer igual 150-, pero el sector de las revistas lo tienen mal, muy mal. Pero bueno, mientras las fotos se puedan ver gratis en Internet...

sábado, 27 de junio de 2009

Lo gratis, el periodismo y la España cañí

¿La crisis que afecta a los periódicos es sólo económica o estamos asistiendo a un cambio de ciclo, a un cambio de hábitos por parte de la sociedad? Si la necesidad humana de estar informado no sólo no es menor, sino que es cada vez mayor, ¿qué pasa con los diarios? En realidad la gente no ha dejado de leerlos, ni ha perdido el interés por ellos. Simplemente está dejando de comprarlos. Es así de sencillo. Todo el mundo cree importante la labor de la prensa, todos lo sienten cuando cierra un periódico, todos defienden el papel de los periodistas y aplauden su trabajo... Sin embargo, la gente no compra periódicos.
Pero en realidad estamos sólo ante un síntoma de un problema mucho más grave. Seguimos siendo el país de la picaresca, del ande yo caliente, del listillo, del todo vale. En nuestra conciencia subyace ese "pagar es de tontos", ese algo tan español, esa característica tan nuestra. Es algo que no se limita a la compra de periódicos, por supuesto, sino que se extiende a todos los ámbitos de la vida. Todos queremos hospitales y carreteras, pero quien puede escaquearse de pagar impuestos lo hace, porque sabe que otros lo harán y seguirán haciendo posible que el Estado preste servicios. Eso mismo es aplicable al pirateo o a la compra de periódicos.
El problema no es la descarga ilegal, sino el no darnos cuenta de que detrás de ese producto que nos bajamos hay un duro trabajo, una labor creadora... Y que para que siga habiendo creación, debe haber una contrapartida económica.
A casi todo el mundo le gusta echar un vistazo al periódico y encontrar buenos reportajes, buenas infografías... en definitiva, un buen producto. Tanto es así, que son muchos los que consideran los periódicos gratuitos un producto de mala calidad, porque poco o nada tienen que ver con los de pago -a pesar de que realizan una labor muy importante y de que también tienen un trabajo periodístico detrás-. Sin embargo, para que ese producto siga siendo de calidad, para que siga llevando suplementos, guías de ocio, revistas... Para que sigan denunciando la corrupción, destapando escándalos, sacando los colores a los políticos, etc. Para que todo eso siga llegando cada mañana a los quioscos, es imprescindible rascarse el bolsillo y gastarse un 1,10 euros, o lo que sea, que es mucho menos de lo que cuesta un caña, un café o un paquete de tabaco y, además, alimenta el espíritu.
Porque si seguimos disfrutándolo sin pagar jamás, pensando que otros ya lo compran, pues pronto pasará lo que en un breve plazo pasará con la música o el cine. Y no es alarmismo. Los datos están ahí. Las descargas han llevado a miles de videoclubes y a decenas de cine al cierre; ya no quedan tiendas de discos pequeñas y son multitud los periódicos que han dejado de salir a la calle o que han presentado EREs salvajes, dejando a miles de periodistas en el paro.
Eso no es aventurar el futuro. Eso es realidad, está ahí, basta querer verlo.
Porque quien crea que las cosas pueden ser gratis es un iluso, un necio o un descerebrado. En algún punto de la cadena alguien tiene que pagar porque si no, el chollo se acaba. Pero allá con la conciencia de cada uno.

jueves, 25 de junio de 2009

Bye, bye, locutores estrella

Malos tiempos para los periodistas estrella. Suyo fue, hasta hace no mucho, el mundo de la comunicación, especialmente en la radio. Sin embargo, el ciclo, afortunadamente, llega a su fin. Primero fueron José María García y Encarna Sánchez. De la última etapa, el primero en irse diluyendo fue Luis del Olmo, que tras abandonar Onda Cero, se marchó a la radio de Vocento para pasar completamente inadvertido; le siguió los pasos Iñaki Gabilondo, el gran triunfador que, tras haber llegado a lo más alto en la SER decidió cambiar de aires y marcharse a Cuatro, donde le siguen cuatro gatos.
Ahora le llega el turno a FJL, el ínclito Losantos, que, expulsado del paraíso de la COPE, ha decidido montarse por su cuenta, cual autónomo de a pie, y crearse su propio chiringuito radiofónico. Mucho me temo que seguirá la misma suerte. Excepción hecha de las senectudes hitlerianas, sus fanáticos incondicionales, ese ejército de cruzados dispuestos a cualquier cosa por su líder, me da que en su nueva etapa FJL se va hundir en el mar de la EGM. Por lo pronto, la mayoría de su equipo, excepción hecho de su subdirectora, ha decidido no acompañarle en su odisea; tres cuartos de lo mismo pasa con sus colaboradores y tertulianos, que no están por la labor de rebajar su caché para irse a un proyecto incierto.
Lo que parece claro es que, en contra de lo que muchos egocéntricos periodistas creen, las audiencias no son suyas, sino de los medios. Evidentemente, arrastran seguidores, pero ningún hincha del Real Madrid seguidor de Morientes, pongamos por caso, se hizo del Mónaco o del Valencia cuando se fue a estos equipos.
Afortunadamente, la gente no está por los divismos. Cree en los proyectos, en las empresas, en unos ideales, no en las personas. Las personas pasan y las empresas quedan. Nadie es imprescindible, por mucho que enarbole la bandera de la verdad -su verdad-, la libertad -su libertad- o la integridad -su negocio-. Nadie representa valores porque los valores están muy por encima de las personas que hablan en su nombre, llenándoseles la boca de grandes palabras. Cada uno es fiel, única y exclusivamente, a si mismo y a FJL, como a todos los demás, les interesa, fundamentalmente, tener más oyentes que el resto para que su programa ingreso más dinero por publicidad y, así, enriquecerse un poco más. Ni más ni menos.
Por tanto, si el poderoso turolense cree que será capaz de llevarse a todos sus oyentes -que tampoco eran tantos, recordémoslo, pues era el tercero del ránking de la mañana, con 1.381.000 oyentes según la última oleada del EGM, a mucha distancia de Herrera en Onda Cero y a años luz de Francino en la SER-, va da dado. Y si no, al tiempo.

miércoles, 24 de junio de 2009

Derechos de autor imprescindibles

Mucho se habla últimamente de los derechos de autor, en buena parte por culpa de la SGAE y su abusiva política recaudatoria. Sin embargo, es un tema demasiado complejo como para reducirlo a simplismos estúpidos, esgrimidos, las más de las veces, para justificar que preferimos bajarnos un disco o un DVD gratis antes que pagar por él.
Efectivamente, todos los sectores relacionados con las descargas tendrán que adaptarse a los nuevos tiempos. Está claro que no se pueden poner puertas al campo y que vivimos en un país donde la conciencia social escasea. Si pensamos que no tenemos por qué pagar derechos por una obra que tiene un autor y que vive de ello, si somos de la opinión de que si lo podemos descargar por el morro, para qué pagar, ¿por que no plantearnos que para qué pagar impuestos?
Vale que los músicos pueden ofrecer conciertos, que las películas se pueden ver en el cine... Pero ¿que puede hacer un escritor o un periodista si no se respetan sus derechos? Si yo escribo un artículo en mi periódico y, una vez colgado en la red, es utilizado por terceros, ¿qué puedo hacer?, ¿qué medidas tomar si me encuentro un trabajo mío utilizado por otras personas?
Pero la cosa puede ser peor aún. ¿Qué hará un escritor cuando el 90% de la población tenga un libro electrónico y sus lectores se bajen masivamente su último libro? ¿De qué vivirá ese hombre, de ofrecer recitales poéticos, de desnudarse en público...?
Más allá de que todo el mundo se descargue cosas, es imprescindible crear una conciencia social, dar a entender al público que hay gente que se gana la vida de vender sus productos, ya sean libros, música o trabajos periodísticos. Es necesaria una educación, un trabajo de base para que desaparezca la impunidad moral, para que pagar por una obra no sea cosa de tontos.
No nos engañemos. Si no lo hacemos, estamos contribuyendo a que desaparezca la creación artística. No vale con vender por Internet, porque aunque vendamos nuestro disco o nuestro libro a un euro, a 50 céntimos, la gente seguirá descargándolo gratis, porque estamos en el país del "que se jodan los demás".
Y si no, tiempo al tiempo.

domingo, 21 de junio de 2009

Estar en el mundo

El regreso de Florentino Pérez al Real Madrid no ha podido ser más mediático. Para bien o para mal, el equipo blanco está en boca de todo el mundo. De repente, su política de fichajes es motivo de controversia tanto en los principales medios de comunicación del mundo como en las tertulias callejeras. Todo el mundo parece tener algo que decir sobre el estratosférico desembolso económico que va a realizar para traer a algunos de los mejores jugadores del mundo al club capitalino. Pero, ¿qué hay detrás de estas decisiones? ¿Está sólo el deseo de que el Real Madrid vuelva a ganar títulos o hay además una estrategia de comunicación para, precisamente, que todo el mundo hable del equipo? De hecho, si de algo se había quejado el recién elegido presidente es de que el club merengue había perdido su lugar en el mundo. Pues bien. Por lo pronto, con los fichajes de Cristiano Ronaldo y Kaká, ya ha cumplido su primer objetivo en lo que a eco mediático se refiere. Ambas operaciones han ocupado páginas e incluso portadas en los principales periódicos de todo el mundo. ¿Cabe imaginar qué coste podría tener todo ese espacio en los medios desde un punto de vista de ocupación publicitaria? Evidentemente, no hay duda de que la compra de los dos «cracks» ya está trayendo un retorno económico. Además, en las poco más de dos semanas que lleva en el cargo, la nueva junta directiva ha logrado otro objetivo: eclipsar el triplete del Barcelona apenas cinco días después de que los culés se llevasen el título de «Champions». Es como si lo del Barça hubiera ocurrido hace mucho tiempo. No hay más que ver la violencia verbal con que ha reaccionado el presidente azulgrana, Joan Laporta, para comprobar que, pese a que han conseguido un hito deportivo sin precedentes, la política del Real Madrid les está haciendo daño. Como primera conclusión, cabe decir que la llegada de Florentino Pérez ha supuesto un rotundo éxito desde el punto de vista del márketing y de la publicidad; para ver el resultado deportivo habrá que esperar. Pese a que el precio pagado por los fichajes ha suscitado no pocas críticas en todos los estamentos, el Real Madrid ha vuelto a estar en el mundo y se ha relanzado como marca, un valor que en los últimos años se había venido abajo. Porque, ¿qué es el Real Madrid si no una marca? Según un estudio realizado por BBDO Consulting en 2007, la marca futbolística más valiosa de Europa era la del club blanco, valorada en 1.063 millones de euros. Otro estudio más reciente, de la británica Brand Finance, la situaba como la segunda de Europa, sólo superada por el Manchester United. Además, en términos generales, cualquier encuesta sobre marcas españolas reconocidas en el mundo incluye al Real Madrid, en igualdad de condiciones con empresas como Zara o el Banco Santander. Nadie va a vender la marca Real Madrid, claro está, pero ese valor se traduce en patrocinadores, merchandising, derechos televisivos, venta de camisetas y algo mucho más etéreo, pero no menos importante: la notoriedad. De modo que, como ya ocurrió anteriormente con Zidane o con Beckham, el desembolso económico, a medio plazo, puede ser recuperado con creces. En cuanto a la recuperación de otros valores como el orgullo de los seguidores, eso es difícilmente cuantificable y enlazaría con otro concepto como es el de publicidad emocional, «una herramienta de comunicación que sirve para diferenciar a las marcas de su competencia desde la vía de las emociones», según explica Belén López, doctora en Publicidad y Relaciones Públicas, en su trabajo «Marketing y emociones».

sábado, 6 de junio de 2009

¿Cartelera para qué?

¿Alguna vez se ha preguntado si todas las páginas de un periódico son realmente necesarias? ¿No cree que muchas veces se valora más un diario por su volumen, por su grosor, que por la calidad de sus informaciones? No sé, pero en los países de nuestro entorno, excepción hecha de las ediciones dominicales, los periódicos son mucho más livianos que los españoles. Basta echarle un ojo a “Le Monde”, “Corriere della Sera” o el mismísimo “The Times” para darnos cuenta de que rara vez superan en páginas a los nuestros y en algunos casos estamos hablando de apenas la mitad. ¿Son peores por ello? En absoluto.
¿Podrían nuestros principales diarios reducir su paginación sin por ello perder un ápice de calidad? Más allá de llevar mayor o menor número de noticias, es decir, de los aspectos puramente informativos, en un periódico hay una parte de contenidos, lo que podríamos denominar páginas de servicios, cuya razón de ser está cada vez menos clara. No quiere esto decir que no tengan ninguna utilidad, pero su rentabilidad es más que dudosa. Lo primero que habría que valorar es cuántas de estas páginas dedicadas a información útil –cartelera, horóscopo, información meteorológica, programación televisiva, farmacias de guardia…- son imprescindibles o se mantienen por inercia. Porque, no nos engañemos, cada vez es mayor el número de personas que este tipo de datos lo consulta en Internet. Sí, todos sabemos que sigue habiendo un perfil de lector que aún acude a las páginas de su diario favorito en busca de ese tipo de información, pero claro, ¿merece la pena dedicar 10 ó 12 páginas de un diario a tales menesteres para no más de un 10 o un 20% de los lectores? Si se decide prescindir de esas páginas, un diario ahorraría un auténtico dineral si cada día del año pudiese suprimir un par de pliegos de papel. Si la opción es mantenerlas, se ganaría en calidad si en lugar de dedicarlas a esos contenidos se dedicasen a información.
Otro ejemplo es el de los anuncios clasificados. Internet se ha convertido en la herramienta mayoritaria ya sea para comprar o vender un piso o un coche, para buscar un empleo… Tanto es así, que está aún reciente el caso de “Segundamano”, una publicación que hace poco vendía cientos de miles de ejemplares y que el pasado año renunció a seguir apareciendo en papel para mantener sólo la versión digital. De hecho, desde que ha comenzado la crisis, una de las líneas de negocio que más se ha resentido es la de este tipo de anuncios.
Otro caso es el de la programación televisiva. En menos de un año desaparecerá la televisión analógica y tan sólo tendremos la digital terrestre, además de las plataformas de pago por satélite, vía línea telefónica… ¿Qué ocurrirá entonces? Ofrecerán los diarios la programación de las treintaytantas cadenas de TDT–es decir, media docena de páginas- o harán una selección que siempre será tan parcial como inútil. Pues evidentemente, lo más lógico será remitir a la web de cada diario para poder acceder a una programación completa, sin limitaciones de espacio.
Esto no quiere decir que estas páginas deban eliminarse de un día para otro, sino que puede hacerse de forma gradual. Así, la cartelera, podría aparecer los viernes –como ya se hace en muchos casos, ya sea a través de revistas, ya a través de páginas especiales-; en el caso de los clasificados, pues podría publicarse un cuadernillo un día a la semana concentrando todos ellos. Otro tanto podría hacerse con la programación de televisión.
Tengamos en cuenta que, dado el altísimo precio del papel, estaríamos hablando de unos ahorros más que considerables y, dadas las circunstancias, la supervivencia de un medio –o la integridad de su plantilla- puede depender de partidas económicas de esta cuantía.

domingo, 31 de mayo de 2009

Los periodistas ya no hacemos la calle

“Estamos condicionados por las nuevas tecnologías, que han hecho que perdamos el valor de la calle en busca de noticias. Ahora cada vez hay más gente en las redacciones, se ha perdido la frescura y el picante de la profesión”. Suscribo, palabra por palabra, esta afirmación del periodista y columnista de LA RAZÓN Antonio Jiménez en una entrevista ofrecida por este diario recientemente, aunque matizaría que lo de las nuevas tecnologías es más una excusa que una causa en sí misma.
El reportero Tribulete ha sido víctima de un ERE acomodaticio y en su lugar, las redacciones están llenas de expertos en el arte del “cortapega”, cuya fuente de información principal es Internet y las agencias de noticias y con un concepto de contrastar la información que no pasa de consultar la Wikipedia.
¿Qué fue de salir a la calle a buscar noticias? Hoy en día, para muchos redactores resultaría sumamente desconcertante salir de la redacción si no es para acudir a algún acto previsto, sea una presentación, una rueda de prensa… El concepto buscarse la vida ya no existe. Desgraciadamente, en muchos casos nos hemos convertido en rellenadores de páginas de periódico o de minutos de informativos de radio y televisión, sin ningún espíritu crítico. Nos limitamos a tirar de las fuentes oficiales, de las notas de prensa, de los teletipos, de las previsiones. Todos los medios tienden hacia una tristísima uniformidad informativa sólo matizada por la tendencia ideológica de cada medio, es decir, que los únicos que ponen una nota diferenciadora son los columnistas.
¿Por qué este cambio, por qué este adormecimiento periodístico? Evidentemente, la razón fundamental es que somos humanos y la molicie, el acomodamiento, la ley del mínimo esfuerzo, son virtudes o defectos humanos que se dan en todas las profesiones, y los periodistas no íbamos a ser menos. ¿Para qué voy a llamar a alguien si lo que tiene que decirme ya lo ha dejado por escrito en una nota de prensa, que además está colgada en Internet, puedo seleccionar directamente lo que me interese y pegarlo en mi artículo?, ¿para qué voy a hacer un seguimiento de determinada actuación del Gobierno si la oposición ya lo hace por mí?
Sin embargo, cabe decir que la culpa no es sólo de los redactores, sino del propio sistema de trabajo. Para empezar, aumentan las ruedas de prensa en las que no se puede preguntar; además, los gabinetes de los organismos oficiales –dirigidos en la mayoría de los casos también por periodistas que se han pasado “al otro lado”- tienden, cada vez más, a proteger a sus jefes políticos –impidiendo que se les pueda abordar en un pasillo para hacerles cualquier pregunta o tratar de aclarar cualquier duda- que a facilitar información. En definitiva, que no se nos ayuda mucho a hacer nuestro trabajo.
Por si fuera poco, cabe decir que en muchas ocasiones, el sentido crítico de los propios medios brilla por su ausencia y que sus responsables tampoco exigen a sus periodistas un mínimo de profesionalidad. Contrastar las fuentes es una práctica en vías de extinción –es más fácil publicar una fe de errores que hacer una llamada o acudir a un sitio para comprobar los hechos-; las presiones políticas y económicas a las empresas periodísticas –más aún en tiempos de crisis, en los que sobrevivir es lo más importante- domestican al perro más fiero; prima la rapidez por encima de la calidad –hay que colgar las cosas en Internet antes que nadie y a cualquier precio-…
Y si a todo esto le añadimos el hecho de que el lector también es cada vez menos exigente, menos crítico, pues no nos ha de extrañar que muchos redactores cuando salen a la calle sin rumbo fijo sientan una especie de asfixia, de ansiedad, y tengan que volver corriendo al calor de sus redacciones o al amparo de alguna rueda de prensa amiga que incluya un buen gañote. Y es que no hay nada como estar en casa.