sábado, 28 de febrero de 2009
Guerra abierta entre El Mundo y ABC
No deja de llamar la atención esta información cuando Pedro J. Ramírez, director del diario de capital italiano, se muestra poco menos que fraternal con Tomás Cuesta, José Alejandro Vara -el desertor de La Razón- o cualquier otro miembro de ABC en las tertulias de la COPE, una vez que el insigne y ecuánime Jiménez Losantos perdonó la vida al periódico de Vocento una vez éste se deshizo de Zarzalejos. Después de este ataque a la línea de flotación de Vocento, ¿volveremos a escuchar esas mañanas de "La mañana" en que la entente COPE-ABC-El Mundo, juntos de la mano, se dedican, cual trío La-la-la, a despellejar a Rajoy y Zapatero y ensalzar zalameros a Esperanza Aguirre?
¿Se habrá dado cuenta Pedro J. que su principal competidor no es El País -a años luz de distancia aún-, sino ABC, que se le acerca por la cola? ¿No le habrá abierto los ojos al de Logroño algún otro director de periódico que, cual Pepito Grillo, le viene susurrando al oído que el peligro viene de Juan Ignacio Luca de Tena, 7 y no de Miguel Yuste, 40?
No hay que olvidar que sobre Pedro J. Ramírez pende la espada de los italianos de RCS, que culpan a Unidad Editorial y a la compra de Recoletos de sus malos resultados el pasado año. Los editores del Corriere della Sera y de la Gazzetta dello Sport empiezan a estar cansados de Unedisa, que han llemado a RCS Mediagroup, la matriz, a entrar en pérdidas en el último trimestre de 2008. Y es que, su resultado operativo cayó en 2008 un 26,1%,. El grupo culpa de la situación a la crisis publicitaria "particularmente en España" y a la venta de productos añadidos",. Además, inciden en uno de los grandes problemas de nuestra prensa: "los altos costes promocionales y de marketing de los diarios españoles".
Así que, la guerra entre Vocento y Unidad Editorial podría estar servida pues, al fin y al cabo, ambos compiten por un lector de corte conservador y ambos también se han embarcado en una guerra contra Mariano Rajoy de imprevisibles consecuencias. Se reparten, por tanto, a los descontentos del PP y pro esperanzistas -el ala más dura de Génova-.
Mientras tanto, quien se podría estar beneficiando de esta situación es otro diario que, pese a una pequeña disminución de las ventas, parece estar al margen de las noticias económicas, pues aún no se ha hablado de despidos, ni de reestructuraciones, ni de ERE, ni de nada por el estilo.
jueves, 26 de febrero de 2009
El libro electrónico, el periódico online y el quiosco digital
Pese a que a muchos de nosotros nos parezca poco probable que un dispositivo electrónico sustituya a la Prensa escrita en papel o a los propios libros, estoy seguro de que no tardará en popularizarse este elemento. Y la razón es bien sencilla: los precios comenzarán en breve a ser lo suficientemente asequibles como para que su precio no sea un problema y la tecnología permite suuso como soporte, no sólo de libros, sino de cualquier otro medio escrito.
No debemos perder de vista que uno de los principales gastos de los diarios es el relacionado con la compra de papel, la impresión y la distribución de ejemplares. Poner en la calle cientos de miles de ejemplares y repartirlos por todo el país supone un gasto excesivo para cualquier empresa periodística.
¿Y si de repente los empresarios pudiesen ahorrarse todo ese dinero sin cambiar un ápice su producto periodístico?
Las redes wifi se extienden, casi todos los ordenadores y teléfonos móviles pueden conectarse entre sí vía bluetooth; la conexión a internet desde cualquier dispositivo móvil es hoy una realidad lo suficientemente extendida. Vivimos en un mundo en el que es posible conectarse a la red desde un portátil, un móvil, una PDA... ¿Es tan difícil pensar que un libro electrónico pueda cargar, vía internet, un periódico, ya sea en formato pdf, es decir, viendo las páginas tal cual serían impresas en papel, ya en versión online? No es descabellado imaginar que esa descarga se realice previa suscripción o, incluso, previo pago en quioscos digitales repartidos por la ciudad. Bastaría abonar el precio del ejemplar para que el punto de venta, vía wifi o vía bluetooth nos realizase la descarga en nuestro dispositivo móvil del diario que deseemos.
Pero podríamos incluso comprar la sección que nos interese, una noticia concreta, abonarnos a nuestro columnista favorito o escuchar el podcast de una entrevista. Son infinidad las posibilidades que ofrecería un dispositivo de este tipo, tanto para el lector como para la empresa periodística.
Evidentemente, para muchas de estas cosas no sería necesario siquiera contar con un libro electrónico, pero su formato favorece la lectura -están pensados para no cansar la vista- y nos permite, con apenas un par de gigas de disco duro, almacenar libros, noticias...
Y aunque esto pueda parecer ciencia ficción, está a la vuelta de la esquina, no más allá de cuatro o cinco años. Tiempo al tiempo.
lunes, 23 de febrero de 2009
La era del papel llega a su fin
Internet manda. La gente se informa a través de los diarios online, de las cadenas 24 horas de noticias de televisión, de la radio, de los gratuitos, incluso. Pero no de la Prensa; no al menos el público más joven.
Hay obviedades que, por muy ciegos que estemos, no podemos esquivar. Desde hace año las ventas de diarios en los quioscos caen lenta pero sostenidamente, no aquí, sino en todo el mundo, muy especialmente en los países occidentales donde la conexión a la red en los hogares está generalizada.
El fin de las tiradas masivas está próximo, dos décadas, a lo sumo. Pero serán las propias empresas las que decidan acabar antes con esta situación, pues llegará un momento que no les traerá cuenta -a los grandes diarios al menos- tener redacciones mastodónticos para vender 30.000 ó 40.000 ejempalres en el mejor de los casos. Tampoco podrán seguir manteniendo eternamente ruinosas promociones que no hacen más que cargar sus cuentas de resultados.
¿Quiere esto decir que el papel desaparecerá por completo? No, claro que no. Pero será un producto elitista, como ahora lo es un libro o una revista especializada.
Las redacciones se especializarán al máximo, el precio de venta subirá y se mantendrán las redacciones online, pues las ediciones digitales de los diarios empezarán a ser rentables a base de publicidad, de suscripciones para determinados contenidos y de la venta de noticias concretas, vídeos, infografías, análisis de especialistas, columnas de opinión... Al quiosco acudirá aquel que desee un valor añadido a la información que ya habrá recibido por otros medios.
Pero que nadie se preocupe, el papel de los periodistas deberá seguir siendo el mismo, pero sobre otro soporte.
Mala época para los grandes diarios
La Razón, por su parte, aunque no atraviesa su mejor momento en cuanto a ventas -motivada en parte por los ataques constantes de la entente mediática COPE-El Mundo-ABC-, sí que parece hallarse en mejores condiciones de afrontar un periódico de crisis, pues su plantilla no está tan inflada como la de los grandes monstruos citados anteriormente, en los que hay decenas de personas haciendo pasillos.
viernes, 20 de febrero de 2009
¿Para quién escriben los periodistas?
¿Cuántas veces no habremos oído a alguien decir "es que lo ha dicho la tele" o "es que lo he oído en la radio", como si, con eso, fuese suficiente para darlo algo por cierto? ¿Acaso no hemos escuchado a nadie repetir, como una letania, teorías conspirativas difundidas interesadamente por determinados medios, como si fuesen la biblia? Conozco a más de uno y a más de dos que repiten, punto por punto, noticias difundidas por el medio para el que trabajo, sabiendo yo que no se ajustan fielmente a la realidad y que responden a intereses no muy confesables de la empresa, y lo hacen con tal fidelidad, con tal candidez, que cuesta mucho no sacarles del engaño.
Lo triste es que la audiencia, los lectores, siguen a los medios como el rebaño al pastor, sin sospechar siquiera que al pastor le importa un carajo el ganado, más allá de su capacidad de formar parte de las cifras de OJD y EGM.
No nos engañemos. Los periodistas no escriben pensando en el receptor del mensaje, sino que lo hace, únicamente, para satisfacer su propio ego -llámese conseguir exclusivas, llámese repercusión mediática de una noticia- y pensando sólo en los demás medios. Es decir, lo que busca un medio es estar en boca del resto de medios, así de sencillo. El éxito de una noticia radica, no en un aumento de las ventas -para eso ya están las promociones- o del número de oyentes, sino en cuando se hable al día siguiente en el resto de diarios, emisoras y televisiones de esa noticia.
Todo el periodismo no es más que un círculo vicioso mediático, con la única particularidad de que ese juego está a la vista de todo el mundo.
jueves, 19 de febrero de 2009
¿Periodismo de investigación? No, simplemente filtraciones interesadas
El periodismo de investigación ha muerto y sólo quedan las filtraciones, tan interesadas como malintencionadas. ¿Está haciendo El País una labor periodística encomiable, consiguiendo los papeles de Garzón? Por supuesto que no. Simplemente alguien les está pasando toda la documentación para hacer daño al PP, idéntico objetivo que tiene PRISA. Pero es que aquí parece que nadie se da cuenta de que desvelar secretos de sumarios es un delito, pero no pasa nada, es el pan nuestro de cada día.
Hacen los demás diarios una labor mejor. Por supuesto que no. Tan sólo se limitan a publicar lo que el PP o afines les pasan para contrarrestar la ofensiva prisista. Ni más ni menos. Aquí no hay labor periodística alguna, sino más bien acoso y derribo político con intereses económicos, nunca periodísticos.
Una auténtica vergüenza.
martes, 17 de febrero de 2009
Periodismo trasnochado
Sólo mirando atrás somos conscientes de hasta qué punto ha evolucionado el trabajo de los periodistas en los últimos 10 ó 15 años, tras la llegada de Internet o de los móviles. Y es que, más allá de los cambios en cuanto a la forma de trabajar, los más importantes están afectando al fondo de la profesión, están socavando los cimientos de un edificio levantado sobre viejas estructuras que, si bien han dado estabilidad durante más de un siglo, hoy en día no son capaces de sujetarlo con firmeza.
Los grandes grupos de comunicación, ya sean de Prensa, radio o televisión, asisten a una erosión lenta pero inexorable de sus medios tradicionales. Efectivamente, todos –aunque unos más que otros- han apostado por la red, por llevar sus contenidos a Internet, “por estar ahí”.
Sin embargo, en la mayoría de los casos sigue fallando la base, y es que las riendas del periodismo todavía las llevan profesionales nacidos y criados en el negocio tradicional, para los que la red es más un invento del demonio, un juguete que se les escapa de las manos, un dolor de cabeza, que un medio en sí mismo. Por eso, hasta que no se produzca un cambio generacional, hasta que quienes han mamado Internet no sean los responsables de los medios, no seremos conscientes del alcance de esta revolución que, aunque no ha sido un tsunami arrasador, como muchos vaticinaron, sí ha venido para quedarse y no tiene vuelta atrás.
Y serán esos jóvenes de ahora los que en el futuro le den la vuelta al calcetín del periodismo. Porque, en el fondo, si analizásemos realmente nuestro trabajo, si nos parásemos a repensar qué hacemos cada día, nos daríamos cuenta de que gran parte de nuestras tareas son estériles e inútiles, cuando no poco profesionales.
Hasta que llegó Internet, hasta que todo el mundo tuvo acceso a toda la información, buena parte del trabajo de los periodistas era el de hacer de intermediarios entre la fuente y el público, entre el emisor y el receptor. Nosotros sólo éramos el canal. Pero eso ya no es así. Si yo deseo saber cuál va a ser el diseño de una plaza, qué trazado tendrá una carretera, los resultados de la última encuesta del INE o los datos de desempleo, me bastará con entrar en la web de mi ayuntamiento, del Ministerio de Fomento, del INE o del organismo que corresponda para acceder a todos los datos de primera mano. Y además encontraré la misma nota de prensa, íntegra, que los medios han colgado casi tal cual, el mismo fotomontaje que han reproducido sin apenas retoques o las tablas estadísticas completas que no han podido publicar por falta de espacio.
¿Cuántas noticias son realmente de elaboración propia? Realmente el "cortapeguismo" es la mayor enfermedad de la profesión en los tiempos que corren ¿No deberíamos dedicar nuestros esfuerzos a otras tareas que aporten al lector algo realmente novedoso, algo que no sepa? Olvidamos con demasiada frecuencia que los diarios aparecemos muchas veces más de 24 horas después de que se haya producido una noticia y que, para entonces, todo el mundo sabe lo que nosotros les estamos contando. ¿Sirve para algo rellenar páginas para decirles a los lectores lo que ya saben? ¿Si lo hacemos así, no se sentirán engañados?
El público que compra un diario deportivo los lunes, no lo hace para saber los resultados de los partidos, porque los conoce de sobra; ni siquiera para leer cómo se ha desarrollado el partido, sino para que lo analicemos. Eso mismo, entre otras cosas, deberían hacer los diarios de información general.
Y es que, para algunos gurús de esto del nuevo periodismo, las tareas de un periodista deberían ser investigar y controlar; presentar de forma simple asuntos complejos; identificar tendencias, anticiparlas y ponerlas en contexto; dialogar y moderar, y generar atención.
Periodismo trasnochado
Sólo mirando atrás somos conscientes de hasta qué punto ha evolucionado el trabajo de los periodistas en los últimos 10 ó 15 años, tras la llegada de Internet o de los móviles. Y es que, más allá de los cambios en cuanto a la forma de trabajar, los más importantes están afectando al fondo de la profesión, están socavando los cimientos de un edificio levantado sobre viejas estructuras que, si bien han dado estabilidad durante más de un siglo, hoy en día no son capaces de sujetarlo con firmeza.
Los grandes grupos de comunicación, ya sean de Prensa, radio o televisión, asisten a una erosión lenta pero inexorable de sus medios tradicionales. Efectivamente, todos –aunque unos más que otros- han apostado por la red, por llevar sus contenidos a Internet, “por estar ahí”.
Sin embargo, en la mayoría de los casos sigue fallando la base, y es que las riendas del periodismo todavía las llevan profesionales nacidos y criados en el negocio tradicional, para los que la red es más un invento del demonio, un juguete que se les escapa de las manos, un dolor de cabeza, que un medio en sí mismo. Por eso, hasta que no se produzca un cambio generacional, hasta que quienes han mamado Internet no sean los responsables de los medios, no seremos conscientes del alcance de esta revolución que, aunque no ha sido un tsunami arrasador, como muchos vaticinaron, sí ha venido para quedarse y no tiene vuelta atrás.
Y serán esos jóvenes de ahora los que en el futuro le den la vuelta al calcetín del periodismo. Porque, en el fondo, si analizásemos realmente nuestro trabajo, si nos parásemos a repensar qué hacemos cada día, nos daríamos cuenta de que gran parte de nuestras tareas son estériles e inútiles, cuando no poco profesionales.
Hasta que llegó Internet, hasta que todo el mundo tuvo acceso a toda la información, buena parte del trabajo de los periodistas era el de hacer de intermediarios entre la fuente y el público, entre el emisor y el receptor. Nosotros sólo éramos el canal. Pero eso ya no es así. Si yo deseo saber cuál va a ser el diseño de una plaza, qué trazado tendrá una carretera, los resultados de la última encuesta del INE o los datos de desempleo, me bastará con entrar en la web de mi ayuntamiento, del Ministerio de Fomento, del INE o del organismo que corresponda para acceder a todos los datos de primera mano. Y además encontraré la misma nota de prensa, íntegra, que los medios han colgado casi tal cual, el mismo fotomontaje que han reproducido sin apenas retoques o las tablas estadísticas completas que no han podido publicar por falta de espacio.
¿Cuántas noticias son realmente de elaboración propia? Realmente el "cortapeguismo" es la mayor enfermedad de la profesión en los tiempos que corren ¿No deberíamos dedicar nuestros esfuerzos a otras tareas que aporten al lector algo realmente novedoso, algo que no sepa? Olvidamos con demasiada frecuencia que los diarios aparecemos muchas veces más de 24 horas después de que se haya producido una noticia y que, para entonces, todo el mundo sabe lo que nosotros les estamos contando. ¿Sirve para algo rellenar páginas para decirles a los lectores lo que ya saben? ¿Si lo hacemos así, no se sentirán engañados?
El público que compra un diario deportivo los lunes, no lo hace para saber los resultados de los partidos, porque los conoce de sobra; ni siquiera para leer cómo se ha desarrollado el partido, sino para que lo analicemos. Eso mismo, entre otras cosas, deberían hacer los diarios de información general.
Y es que, para algunos gurús de esto del nuevo periodismo, las tareas de un periodista deberían ser investigar y controlar; presentar de forma simple asuntos complejos; identificar tendencias, anticiparlas y ponerlas en contexto; dialogar y moderar, y generar atención.