domingo, 31 de mayo de 2009

Los periodistas ya no hacemos la calle

“Estamos condicionados por las nuevas tecnologías, que han hecho que perdamos el valor de la calle en busca de noticias. Ahora cada vez hay más gente en las redacciones, se ha perdido la frescura y el picante de la profesión”. Suscribo, palabra por palabra, esta afirmación del periodista y columnista de LA RAZÓN Antonio Jiménez en una entrevista ofrecida por este diario recientemente, aunque matizaría que lo de las nuevas tecnologías es más una excusa que una causa en sí misma.
El reportero Tribulete ha sido víctima de un ERE acomodaticio y en su lugar, las redacciones están llenas de expertos en el arte del “cortapega”, cuya fuente de información principal es Internet y las agencias de noticias y con un concepto de contrastar la información que no pasa de consultar la Wikipedia.
¿Qué fue de salir a la calle a buscar noticias? Hoy en día, para muchos redactores resultaría sumamente desconcertante salir de la redacción si no es para acudir a algún acto previsto, sea una presentación, una rueda de prensa… El concepto buscarse la vida ya no existe. Desgraciadamente, en muchos casos nos hemos convertido en rellenadores de páginas de periódico o de minutos de informativos de radio y televisión, sin ningún espíritu crítico. Nos limitamos a tirar de las fuentes oficiales, de las notas de prensa, de los teletipos, de las previsiones. Todos los medios tienden hacia una tristísima uniformidad informativa sólo matizada por la tendencia ideológica de cada medio, es decir, que los únicos que ponen una nota diferenciadora son los columnistas.
¿Por qué este cambio, por qué este adormecimiento periodístico? Evidentemente, la razón fundamental es que somos humanos y la molicie, el acomodamiento, la ley del mínimo esfuerzo, son virtudes o defectos humanos que se dan en todas las profesiones, y los periodistas no íbamos a ser menos. ¿Para qué voy a llamar a alguien si lo que tiene que decirme ya lo ha dejado por escrito en una nota de prensa, que además está colgada en Internet, puedo seleccionar directamente lo que me interese y pegarlo en mi artículo?, ¿para qué voy a hacer un seguimiento de determinada actuación del Gobierno si la oposición ya lo hace por mí?
Sin embargo, cabe decir que la culpa no es sólo de los redactores, sino del propio sistema de trabajo. Para empezar, aumentan las ruedas de prensa en las que no se puede preguntar; además, los gabinetes de los organismos oficiales –dirigidos en la mayoría de los casos también por periodistas que se han pasado “al otro lado”- tienden, cada vez más, a proteger a sus jefes políticos –impidiendo que se les pueda abordar en un pasillo para hacerles cualquier pregunta o tratar de aclarar cualquier duda- que a facilitar información. En definitiva, que no se nos ayuda mucho a hacer nuestro trabajo.
Por si fuera poco, cabe decir que en muchas ocasiones, el sentido crítico de los propios medios brilla por su ausencia y que sus responsables tampoco exigen a sus periodistas un mínimo de profesionalidad. Contrastar las fuentes es una práctica en vías de extinción –es más fácil publicar una fe de errores que hacer una llamada o acudir a un sitio para comprobar los hechos-; las presiones políticas y económicas a las empresas periodísticas –más aún en tiempos de crisis, en los que sobrevivir es lo más importante- domestican al perro más fiero; prima la rapidez por encima de la calidad –hay que colgar las cosas en Internet antes que nadie y a cualquier precio-…
Y si a todo esto le añadimos el hecho de que el lector también es cada vez menos exigente, menos crítico, pues no nos ha de extrañar que muchos redactores cuando salen a la calle sin rumbo fijo sientan una especie de asfixia, de ansiedad, y tengan que volver corriendo al calor de sus redacciones o al amparo de alguna rueda de prensa amiga que incluya un buen gañote. Y es que no hay nada como estar en casa.