miércoles, 29 de julio de 2009

O los diarios se adaptan a los nuevos tiempos o desaparecerán

La explosión de una furgoneta bomba a las cuatro de la madrugada del miércoles 29 de julio o la entrega del tipo que había asesinado a una niña en Vallecas a la mañana siguiente, ponen de manifiesto, una vez más, uno de los talones de Aquiles de los periódicos: el desfase entre el momento en que se producen los acontecimientos y la llegada del diario a las manos del lector. Especialmente en los tiempos que corren, en la que la radio, la televisión y, especialmente, Internet nos permiten vivir las noticias en directo, es ridículo que las portadas de los periódicos del 29 de julio de 2009 estén protagonizadas por temas distintos de la explosión del coche bomba de Burgos, cuando el resto de medios están abriendo todos sus informativos y ediciones digitales con el atentado. Máxime, cuando la noticia no estará en los quioscos hasta el jueves 30 de julio.
Es completamente ridículo mantener esta situación y, lo peor, es que las estructuras de los diarios siguen viviendo ajenas a esta realidad. Porque el problema no es ya este desfase, sino que nadie ha cambiado los esquemas de funcionamiento de las redacciones de los periódicos. En la mayoría de los casos, los diarios seguirán dando la información como si la gente no supiera lo que ha ocurrido.
Si el lector compra el periódico el jueves, dos días después de que sucedan los hechos, no espera que se le cuente de nuevo lo que ya sabe, sino que buscará un análisis, un algo más, un valor añadido que ningún otro medio "rápido" le vaya a dar precisamente por su apego al directo.
Pero los directores, los responsables de los diarios, y muchos redactores, siguen sin haber adaptado sus mentalidades a los tiempos que corren. Siguen anclados en el pasado, en el viejo periodismo, en teclear la información en el hueco estipulado, poner un pie de foto y si te he visto no me acuerdo. No aportamos nada, no añadimos nada, no somos capaces de dar una vuelta de tuerca más a la información, de analizar, interpretar -que no opinar-.
Y todavía nos extraña que las ventas de los periódicos caigan de forma continua. Las soluciones no hay que buscarlas en las promociones ni en los cambios de caras. Mover las fichas, si éstas son las mismas, no tiene sentido. O revolución o muerte. Y será muerte.

domingo, 26 de julio de 2009

Creadores de realidad

¿Informadores o creadores de realidad? ¿Informamos de lo que sucede o sucede sólo aquello de lo que informamos? Sería difícil responder a estas preguntas, pero no cabe duda de que para la mayoría de la gente la realidad, más allá de su entorno personal, se basa en lo que le llega a través de los medios de comunicación, fundamentalmente la televisión. Las cosas existen o no en función del eco mediático que tengan y, por tanto, existen o no en función de que los medios quieran que existan. Si tenemos en cuenta los intereses mezquinos y puramente mercantilistas que mueven a los medios, no nos ha de extrañar que la realidad que damos a conocer sea también mezquina y mercantilista.
Guste o no reconocerlo, elegimos los temas de los que informamos en función de parámetros que, en muchos casos, poco o nada tienen que ver con los intereses reales de la gente. La mayoría de las noticias y su enfoque se eligen por intereses políticos y económicos del propio medio -no debemos olvidar que, al fin y al cabo, son empresas y su principal objetivo es ganar dinero y medrar-. Muchas informaciones aparecen en los diarios o en los informativos sólo si son escabrosas o morbosas, razón por la cual los sucesos ocupan cada vez más espacio.
Y con la misma actitud mezquina con la que se eligen, se abandonan para recoger carnaza nueva. Sangre, sufrimiento, dolor, catástrofe, muerte... Eso es lo que vende y eso es lo que damos. Material para seguir vendiendo y sobrevivir. Y la crisis no hace sino exacerbar esta situación. Todo vale para subsistir porque, al fin y al cabo, todos los periodistas comemos de esta situación. Y si nosotros no lo hacemos, otro lo hará, y por menos dinero.
Así son las cosas, como diría el desaparecido Walter Cronkite.

viernes, 24 de julio de 2009

Ayudas a la Prensa, sí o sí

El sector de la comunicación parece no acabar de ver luz al final del larguísimo túnel que viene atravesando desde hace más de un año. El goteo de malas noticias es constante: caídas de ingresos publicitarios, despidos, cierres... Ante esta situación, y a la vista de lo que se está haciendo en otros países de nuestro entorno, se planteó la posibilidad de que las administraciones ofreciesen algún tipo de ayudas. Sin embargo, esta opción no ha dejado de traer polémica. Para empezar, en un principio no parece que la idea calase mucho en el Gobierno, cuyo déficit público alcanza límites poco recomendables. Pero lo que es más curioso es que ni siquiera dentro del sector hay unanimidad al respecto.
Tanto es así, que mientras que la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) se ha manifestado en contra de la concesión de ayudas directas a los medios, algunas de las asociaciones englobadas en la FAPE han matizado este rechazo y aceptan un plan de ayuda gubernamental, siempre que «incorpore como compromiso esencial la defensa del trabajo, empleos con calidad, la dignidad profesional y la puesta en marcha de proyectos viables económicamente que respalden el trabajo de los periodistas».
La presidenta de FAPE, Magis Iglesias, aseguró recientemente en el transcurso de un curso en la Universidad de Málaga, bajo el título «La prensa en crisis: hacia un cambio de modelo», que «las inyecciones de ayudas directas resultan letales para la independencia de los medios de comunicación y que, en buena parte, han sido culpables de la inflación de medios que padecemos».
Por su parte, la Asociación de la Prensa de Madrid, el Col.legi de Periodistes de Catalunya, el Colexio Profesional de Xornalistas de Galicia y la Unió de Periodistes Valencians, aseguran, en un comunicado conjunto hecho público el pasado 14 de julio, que «las ayudas públicas propuestas en forma de créditos, de aplazamientos de cuotas sociales, de ayudas directas a la difusión y a la formación para contribuir a la reestructuración del sector, nos parecen adecuadas pero deben ser transparentes, públicas y con compromisos claros por parte de quienes se van a favorecer de ellas, incluidos los periodistas. Las ayudas deben tener como contrapartida un compromiso de los editores para defender la independencia, autonomía y profesionalidad de los medios y de los periodistas. Como estamos convencidos de que se sirve mejor al periodismo cuando la parte empresarial y periodística está comprometida con los valores de la profesión, defendemos que el marco adecuado para fijar este compromiso es el Estatuto del Periodista, del que el Código Deontológico es una pieza fundamental».
En cualquier caso, se está debatiendo sobre la nada, puesto que, por ahora, el Gobierno no ha clarificado su postura al respecto de estas ayudas y, aunque finalmente decidiese sacar adelante un plan, éste no llegaría antes de unos meses, es decir que, en el mejor de los casos, estaríamos hablando de finales de 2009 o comienzos de 2010, un año más tarde de que Nicolas Sarkozy pusiera en marcha un plan en el país vecino con más de 600 millones de euros para ayudar a la prensa.
Para cuando salga adelante, si es que finalmente ocurre, muchos medios habrán quedado ya por el camino y miles de empleos se habrán perdido definitivamente –cerca de 2.500 desde noviembre de 2008 según la FAPE–. De modo que cabría esperar de todos los colectivos que representan al sector que se pongan de acuerdo y que hagan fuerza de forma conjunta para sacar adelante ese plan, ya sea en forma de ayudas directa, ya con cualquier otro tipo de medidas posibles, pues la supervivencia de las empresas periodísticas y el mantenimiento de los puestos de trabajo está por encima de cualquier otro condicionante.

miércoles, 15 de julio de 2009

Solos frente a la pantalla

Nunca antes como ahora estaba cambiando tanto, y en tan poco tiempo, el mundo de la comunicación, muy especialmente entre los más jóvenes. Si durante varias décadas la televisión del salón o del cuarto de estar era el centro en torno al cual giraba la vida familiar, ahora las cosas han cambiado de forma sustancial.
No hace falta remontarse mucho en el tiempo para ver al conjunto de la familia sentada en el sofá, después de comer o de cenar, viendo todos el mismo programa. Esa escena es ya poco habitual y probablemente lo será cada vez menos. Pero, ¿qué ha ocurrido?, ¿por qué han cambiado tanto los hábitos?, ¿qué es lo queda por venir en los hogares españoles?
En primer lugar, ha cambiado la forma de estar en el hogar: en la mayoría de los casos trabajan ambos progenitores, los hijos comen en el colegio y, muchas veces, cuando regresan, están solos en casa, pues sus padres no han regresado aún. Todo esto supone que el tiempo que todos los miembros de la familia pasan juntos se ha visto muy reducido. Paralelamente, se ha pasado de una televisión por hogar a una por habitación. Pero es que, además, en muchos casos, se está pasando a un ordenador conectado a internet por cada miembro familiar, de modo que la relación con la pantalla es cada vez menos común y más individual. Ya no hay que ponerse de acuerdo para ver algo todos juntos, pues los hijos prefieren ver su programa favorito en su dormitorio o, directamente, chatear con sus amigos, conectarse a una red social –su uso aumenta vertiginosamente- o ver vídeos en la pantalla de su PC.
Pero los cambios no se quedan ahí. Las nuevas generaciones ya no se conforman tampoco con un solo soporte, ya que se ha detectado un aumento de la convergencia entre televisión, internet y el móvil o, lo que es lo mismo, que crece el uso simultáneo de medios. Eso supone que en torno al 23% de los jóvenes utilizan internet mientras ven la televisión, medios ambos que toman la delantera a otros en las horas de mayor audiencia, aunque crece considerablemente el número de personas que ven vídeos a través del teléfono.
Otro tendencia, ya mencionada, es la aparición de un fenómeno más o menos nuevo, que compite directamente con la programación convencional de las cadenas de televisión, que es el de ver vídeos, y cuyo exponente máximo es Youtube. Esta costumbre se da ya entre el 77% de los internautas y el soporte preferido para hacerlo es el ordenador. Además, es curioso comprobar que no son sólo los más jóvenes los que hacen uso de Internet; así, por ejemplo, un tercio de los usuarios de entre 55 y 64 años ven vídeos en su PC de forma semanal.
De modo que cada vez es mayor el tiempo que pasamos delante de una pantalla, pero no necesariamente de la del televisor, y, además, cada vez menos en familia. En cuanto a tiempo, Internet se convierte en el medio más consumido en España, con 12,1 horas a la semana por internauta (un 20% más que en 2004). Le siguen muy de cerca la televisión (11,7 horas, un 11% menos que en 2004) y la radio (10,9  horas, un 22% menos que en 2004). Los españoles pasan 4,4 horas a la semana leyendo el periódico y 3,6 horas leyendo revistas.

domingo, 12 de julio de 2009

Las tres "D" de los periodistas

Siempre se ha dicho que la profesión del periodista es la de las tres "D": dipsómano, divorciado y... para la tercera D hay muchas versiones, aunque ninguna especialmente buena. Según a quien consultes te responderá depresivo, desequilibrado, drogadicto... Vamos, una maravilla. Y lo peor de todo no es eso, sino que hay quien lo lleva a gala, como medallas con que adornar su guerrera. Y es que, en esto del periodismo, hay mucho de leyenda, de ir de estrella, de presumir de borracheras y de amantes, de coleccionar anécdotas ocurridas en tugurios en lugares remotos, de contar las veces que uno se ha jugado la vida, ha conseguido una exclusiva o se ha codeado con los reyes del hampa. Son esos periodistas que se denominan de raza, esos que siempre esconden una botella de whisky en el armario y gustan de gritar y decir tacos, los que dan mala fama a esta profesión.
Porque, aunque haberlos haylos, la mayoría desearía pasar muchas menos horas en la redacción y estar más tiempo con sus familias, con sus hijos. E incluso los que están divorciados no lo están por gusto, pero no es menos cierto que buena parte de la culpa la tienen esas jornadas laborales de 12 ó 14 horas que anulan cualquier intento de vida normal.
Pero eso, realmente, sólo ocurre en la Prensa, donde aún se mantienen esquemas atados al pasado como el concepto de Cierre. El papel es el único soporte en el que la información va en función de los condicionantes técnicos, y no al revés. En radio, televisión o Internet, se sale al aire -aparte de los informativos fijos- cuando hay una noticia que dar, cuando las cosas están ocurriendo, mientras que en los diarios no sólo todo gira en torno a un horario de cierre absurdo, pues tiene lugar varias horas antes de que el producto salga a la calle, sino que, además, se quedan fuera infinidad de temas por falta de espacio. Es decir, que el soporte condiciona el qué y el cuándo.
Si yo cierro el diario a la una de la madrugada y ha habido un accidente con cuatro muertos, y lo escribo, es muy posible que cuando el lector tenga en sus manos la noticia, la cifra se haya multiplicado y ya se sepan las causas del siniestro y todo tipo de detalles al respecto. Es decir, somos productores de noticias viejas. Quizás la tercera D debiera ser de desfasado.
¿Es o no es para estar depresivo?

Morbo, sanfermines y amarillismo

Ha muerto un joven en sanfermines y ha sido portada en todos los periódicos nacionales. Además, por si fuera poco, salvo alguna honrosa excepción -muy discutida internamente, todo hay que decirlo- todos han apostado por dar las imágenes más escabrosas e, incluso, alguna televisión ha decidido ofrecer las imágenes de la cogida gravadas por un videoaficionado ralentizadas y repetidas hasta el aburrimiento.
Pero no, no nos hemos contentado con eso. También le hemos dedicado páginas interiores y, un día después, nos hemos volcado con el entierro, las reacciones de los familiares...
Si esto no es amarillismo, que baje Dios y lo vea. Pero, ¿qué nos ocurre?, ¿qué tiene de interesante, más allá de recoger la noticia, que un tipo que se pone delante de un toro de forma voluntaria sea corneado y resulte muerto? Pues muy bien, mala suerte. ¿Cuánta gente muere en este parís al cabo del día en accidentes laborales, en accidentes de tráfico, ahogados, electrocutados o hendidos por un rayo? ¿Qué tiene éste de especial? ¿Sólo porque se trata de los sanfermines, sólo porque hay imágenes? ¿Realmente nos importa lo que piensen los amigos o la familia de un tipo cuyo mérito ha sido jugarse la vida absurdamente delante de un toro? ¿Por qué no hacer lo mismo con todos y cada uno de los que resultan muertos por caerse de un andamio o por ser atropellados por un conductor borracho o porque un kamikaze se ha empotrado contra ellos mientras circulaban tranquilamente por la autopista?
No lo entiendo. No sé que hago en esta profesión. Porque lo he comentado y mis compañeros me han mirado raro. Pero no sólo somos nosotros, los periodistas, porque, que levante la mano quien no consuma carnaza. ¿Quién no ha visto el vídeo?
¿Y todavía nos extraña el mundo en que vivimos? No, si luego será la Play Station la que genere violencia en los niños. Tócate los cojones.

jueves, 9 de julio de 2009

La radio, un medio con mucho futuro

Probablemente, el próximo curso periodístico será uno de los más apasionantes en lo que a la radio en nuestro país se refiere. Este medio, que durante los últimos años se ha visto en cierto modo eclipsado por el avance de Internet, el desarrollo de la televisión digital y la crisis de la Prensa, puede volver a recuperar protagonismo, entre otras cosas por la irrupción de la nueva emisora de Federico Jiménez Losantos, en la que estará acompañado por César Vidal y Luis Herrero, entre otros, y por la reorganización de la parrilla de la COPE, aún en marcha, tras la marcha de los ya citados. Si a esto le unimos que Onda Cero mantendrá la base de su programación ­–acaba de renovar por dos años más a Julia Otero y a Isabel Gemio- para continuar su línea ascendente seguida en los últimos años y a que la SER, aunque sigue claramente líder de audiencia, atraviesa por momentos difíciles económicamente hablando, hacen de la nueva temporada un campo de batalla apasionante.
Pero no es este el único motivo por el que la radio está en el ojo del huracán. Mientras que otros medios han encontrado en Internet y en las nuevas tecnologías un enemigo, la radio parece haber hallado más bien un aliado, pues tanto la red como los numerosos dispositivos portátiles reproductores de música permiten sintonizar cualquier emisora en cualquier lugar. Ya no hay obstáculos para oír la radio y cada vez es mayor el número de personas que la escuchan a través de su ordenador mientras trabajan o de su teléfono móvil o su MP3 al tiempo que hacen deporte, caminan o viajan en transporte público.
Porque, a diferencia de la Prensa, por ejemplo, a la radio le es indiferente el soporte a través del cual la audiencia la escuche, aunque las técnicas de medición también se tendrán que adaptar a la llegada de los nuevos dispositivos. Al fin y al cabo, un oyente es un oyente, haya accedido a su emisora favorita a través de un transistor de toda la vida, desde el coche o desde Internet. Es más, la tecnología ha abierto posibilidades antes impensables.
En primer lugar, están los podcast –invento ya viejo, apenas unos pocos años, en esto de Internet-, un servicio que ya ofrecen casi todas las cadenas y que permite descargarnos lo que más nos guste de la programación y escucharlo, como un fichero de audio más, cómo y cuándo nos plazca. De este modo, cada oyente puede configurar su propia parrilla o crear un archivo con aquellos momentos de la radio que más le hayan gustado.
Por otro lado, han aparecido en el mercado aparatos de radio convencionales que, además, vía wi-fi, permiten escuchar cualquier emisora que tengamos sintonizada a través de Internet en nuestro ordenador, aunque éste esté apagado. De este modo, se suprimen incluso las barreras geográficas y técnicas que nos impedían, pongamos por caso, escuchar la radio local de nuestro pueblo o la de un país lejano.
Paralelamente, cabe hablar de la radio digital, uno de los retos pendientes de este medio pero que, al contrario que la TDT, no acaba de arrancar. El concepto es el mismo que el de la televisión, es decir, se trata de una tecnología que permite transportar una señal radiofónica de forma digital utilizando una frecuencia única para todo el territorio nacional, de modo que se realiza un uso menor del espectro radiofónico y se evitan los molestos cambios de dial cuando se viaja en coche y se quiere mantener la emisora sintonizada. Además, la calidad del sonido es mucho mayor –similar a la de un disco óptico- y permite el envío de datos, de manera que se puede mostrar en los receptores digitales numerosa información textual complementaria, como la emisora, el título de la canción, noticias… Sus principales problemas son la competencia que supone internet y la falta de impulso por parte de las administraciones, entre otras razones porque es necesario cambiar de receptor y los existentes en el mercado aún no tienen precios muy asequibles.

jueves, 2 de julio de 2009

Objetividad y politización en los medios

Hace ya algún tiempo, un amigo me preguntó, con la mejor de las intenciones pero desde la ingenuidad más absoluta, si creía posible la objetividad en los medios de comunicación. La verdad es que no me lo pensé más que un par de segundos y le contesté que no, que no creía ni en la de los medios ni en la de los periodistas y que, de hecho, ni siquiera creía en la objetividad como tal, al menos en su sentido kantiano de validez universal.
Me ha venido esta vieja conversación a la memoria tras comprobar la apasionante discusión que ha generado un vídeo en el que se hablaba de este tema, colgado en el perfil de Facebook del director de marketingdirecto.com, Javier Piedrahita. Y todo venía porque el director de un diario nacional reconocía que los medios están muy politizados. ¡Pues vaya descubrimiento!
Evidentemente, la politización de los medios –y la consecuente toma de partido por unas posturas u otras– es incompatible con la objetividad. Desde un punto de vista periodístico, esta premisa debería ser inaceptable, pero ¿desde cuándo periodismo y política discurren por caminos separados? De hecho, es precisamente la baza política, junto a la de los valores sociales –aborto, eutanasia, educación...– la que marca distancias entre unos medios y otros y la que, lógicamente, hace a los lectores optar por unos u otros.
¿Es acaso posible la objetividad –entendiéndola como equidistancia– ante determinados asuntos? No digo que no, pero es posible que fueran los lectores, las audiencias, las que demandarían una toma de postura. No debemos perder de vista que sería absurdo elaborar informaciones desde una supuesta imparcialidad para un público que sí es parcial, que sí mantiene una determinada postura ante la mayoría de los temas.
Pero volviendo a la politización, Piedrahita se queja de que los medios de nuestro país dan demasiadas noticias relacionadas con la política y «lo están pagando. La audiencia les da la espalda. Nada que ver con los medios alemanes que sí tienen en cuenta los intereses reales del ciudadano de hoy. Otro mundo», afirma.
No sé si es cierto que los lectores estén dando la espalda a los medios –aunque la tendencia de la difusión de la prensa es ligeramente descendente en los últimos años, creo que se debe más a otras razones–, pero sí estoy de acuerdo en que buena parte de las noticias que ofrecen los medios están muy lejos de los intereses reales de la gente.
Sin embargo, también cabe dilucidar hasta qué punto esa parte de la población cuyos gustos están lejos de las noticias políticas son compradores de periódicos. Apenas compra prensa diariamente uno de cada diez españoles –se venden poco más de cuatro millones cada día– y parte de ellos eligen uno de información deportiva. Ante esta situación, ¿se deben pensar los diarios para el conjunto de la población o sólo para aquellos que son lectores? Y, optando por esta segunda premisa, ¿pensando en todos los lectores o ajustándonos al perfil de quien elige nuestro medio? Si tenemos en cuenta que la mayoría de los compradores de periódicos lo hacen en función de la tendencia ideológica –ya sea política, ya sea de principios y valores– de cada medio, ¿qué ocurriría si de repente todos tratásemos de ser objetivos, imparciales y equidistantes?, ¿No podría, eso sí, alejar a los lectores de los periódicos? Es más, ¿estaría alguien dispuesto a pagar 1,10 euros por un periódico realmente objetivo y encontrarse noticias contrarias a su manera de pensar, a sus valores, a sus principios, a sus convicciones? Yo creo que, mal que nos pese a muchos, la respuesta es no.

miércoles, 1 de julio de 2009

Periodistas parados y brotes verdes

La revista Citizen K echa el cierre. Y van... ni se sabe. Los brotes verdes de la economía española que la ministra Salgado dice ver deben estar en una maceta en su casa, para consumo personal, porque si no, no se entiende semejante afirmación y que siga en su puesto. No hay cifras oficiales, pero se calcula que la crisis económica ha costado el puesto a más de 5.000 periodistas... y aquí no pasa nada.
En poco más de un año, desde que dio comienzo la no crisis, decenas de medios de comunicación de nuestro país han echado el cierre y otros tanto han presentados expedientes de regulación de empleo o han llevado a cabo despidos, jubilaciones anticipadas, congelaciones salariales... Quizás lo más sonado fue la desaparición del diario Metro, con una tirada y una difusión masivas, pero no es lo único.
Además de Metro, el gratuito Qué, del grupo Vocento, ha cerrado varias de sus ediciones en distintas ciudades españoles y ha puesto en la calle a más de un centenar de periodistas. El resto de gratuitos no están mejor y, así, ADN cerró su edición digital (44 periodistas en paro) y de la edición en papel ha despedido a otros 15; 20 Minutos ha reducido plantilla en cerca de 40 personas.
Otras revistas que han desaparecido han sido OK!, Única, Sorpresa, Gala o La Clave. Igualmente, también ha echado el cierre el diario "El Universal", que repartía Iberia entre sus viajeros; la edición en papel de "Segundamano"; la edición española del canal de televisión económico Bloomberg, la cadena de televisión Localia, del grupo Prisa, o el periódico semanal "El punto de las artes".
En lo que se refiere a reducciones de plantilla, ABC ha echado a cerca de 200, Grupo Zeta a más de 400, La Gaceta de los Negocios a casi 70, Libertad Digital a 29, El Mundo -aún por concluir- en torno a 200... Sólo por destacar las más numerosas. En cuanto a prejubilaciones, El País ha llevado a cabo más de 80 y La Vanguardia cerca de un centenar.
Del mismo modo, aparte del ERE, Zeta sigue efectuando despidos y, así, por ejemplo, la revista MAN, en la que trabajaban ocho personas y el director, ahora pasarán a hacerla sólo dos con un nuevo director de la casa.
Y lo que queda, porque los brotes verdes, en el sector, nadie sabe dónde están y la cosa no va a mejor. Evidentemente, la crisis del sector publicitario está pasando factura a los medios pero también hay otros factores, como Internet. No cabe duda de que la gente no ha dejado de leer, pero ha dejado de comprar. La Prensa lo pasará mal, pero sobrevivirá con plantillas adelgazadas y con una merma importante en su calidad -lo que hacían 300 no lo pueden hacer igual 150-, pero el sector de las revistas lo tienen mal, muy mal. Pero bueno, mientras las fotos se puedan ver gratis en Internet...