jueves, 27 de mayo de 2010

Llega el iPad ¿Empieza mañana una nueva era para el periodismo?

Si no hay cambios de última hora, todo está previsto para que el iPad llegué a España a partir de mañana viernes, día 28, aunque los que quisieran asegurar su compra podían reservarlo desde el pasado 10 de mayo. La tableta de Apple, que ya se podía adquirir en Estados Unidos, llega ahora a nuestras tiendas y a otros ocho países –Alemania, Francia, Italia, Reino Unido, Suiza, Canadá, Australia y Japón-, mientras que en julio lo hará a otros tantos, entre ellos México, Singapur, Austria, Bélgica o los Países Bajos.

Más allá de las críticas que haya podido recibir, estamos a las puertas de lo que muchos expertos aseguran que puede ser una auténtica revolución, muy especialmente para el mundo del periodismo. Aunque existen en el mercado otras Tablet-PC y aún más saldrán a la venta en los próximos meses, y si bien es verdad que parte de lo que ofrece el iPad ya lo puede hacer un libro electrónico, lo cierto es que todo hace indicar que Apple ha vuelto a dar en la diana y a marcar tendencia.

Por diseño, por márketing o por moda, lo cierto es que parece claro que “empieza una nueva era” y que está llamado a cambiar nuestros hábitos de consumo de información y ocio, como en su día lo hizo el iPod con la música. Tanto es así, que el magnate de la comunicación Rupert Murdoch ha asegurado “que va a salvar a la prensa escrita”. Y no es el único que piensa de este modo: todo parece indicar que este tipo de tabletas, sea la de Apple, sean de otros fabricantes, se popularizarán tanto que se harán tan imprescindibles como hoy lo es el teléfono celular, más aún cuando la banda ancha móvil baje de precio y disponga de ella casi todo el mundo: por todo ello, los principales periódicos del mundo se han lanzado a adaptar sus ediciones a este nuevo formato.

Y es que, el soporte ya está ahí. Con una tableta y una conexión de Internet podemos llevar la información con nosotros mismos allá donde vayamos, como hoy en día lo hacemos con el periódico de papel. Ahora sólo hace falta contenido, es decir, que los medios se acostumbren a trabajar para la pantalla que, como demuestran ya muchas encuestas, es el patrón preferido por los usuarios para informarse. Además, hemos de acostumbrarnos todos, profesionales y lectores, a la cultura de lo táctil, a olvidarnos del ratón y del teclado salvo para cosas muy concretas. Los móviles ya han dado el salto y todos los smartphones ya lo son. Ahora le toca el turno a las pantallas grandes.

En lo que se refiere a los periódicos, tan sólo deben cambiar el esquema actual, olvidarse del concepto de cierre único, darse cuenta de que los diarios son fabricantes de contenidos informativos, no de papeles impresos. ¿El fin del periodismo? En absoluto. Si acaso un reposicionamiento del papel como formato, que no desaparecerá, sino que pasará a ser una alternativa más, un soporte con gran poder de influencia, con un gran valor añadido, con una mayor calidad temática de la que tiene actualmente, con más especialización y más opinión y, seguramente, con menos tirada, menos páginas y un mayor precio. Ah, y despidámonos de la fidelidad lector-periódico tal y como la conocemos actualmente, porque la poligamia informativa es un valor en alza. Para el consumo masivo de información, los lectores elegirán –ya lo hacen en la actualidad- la pantalla y, a partir de mañana viernes, el iPad.

martes, 18 de mayo de 2010

El futuro de los medios, el director de “The Whasington Post” y el triste panorama español


“No basta con llenar nuestro periódico con las noticias de ayer. Tenemos que aportar un contexto: análisis, perspectivas, comentarios. Grandes reportajes de investigación. Incluso textos que no se publicarían en ningún otro lado. Hay cada vez más informaciones fácilmente accesibles, pero es cada vez más difícil estructurarlas. La gente busca faros establecidos para poder orientarse con ellos”. Estas declaraciones, sacadas de la entrevista con Marcus Brauchli, director de The Whasington Post, publicada el domingo por “El País”, me parece que resumen a la perfección hacia dónde debe ir la prensa escrita en los tiempos de Internet.

Brauchli hace un análisis claro y contundente del panorama actual de los medios y, especialmente, de los diarios en papel, que sufren quizás la mayor crisis de su historia. Porque, como asegura, se da la paradoja de que “llegamos a mucha más gente que nunca, aunque haya caído la circulación de nuestra edición impresa”. Y es que, la clave de la subsistencia es saber cómo aprovechar esta coyuntura, cómo sacarle partido al hecho de que, pese a que los diarios tienen más lectores de los que habían tenido nunca, en sus diferentes soportes, los ingresos caen en picado pues la única fuente de entrada de dinero, el papel, se tambalea.

¿Volvemos al debate del cobro por contenidos? Pues es inevitable. Para Brauchli, la gente “está dispuesta a pagar por las informaciones en Internet”, aunque eso, en la práctica está todavía por ver como alternativa real. Y en cuanto al futuro del papel, a su pervivencia como soporte informativo, el director del Post explica que “los periódicos perderán influencia, las tiradas están sometidas a una gran presión, pero en el futuro el papel seguirá teniendo una función importantísima. Además, tampoco creo que el futuro del periodismo dependa de la supervivencia de sus antiguas instituciones. Nuestra nostalgia por los periódicos no puede enturbiarnos la visión de futuro ni de cómo haremos el periodismo de aquí en adelante”.

Sin embargo, al menos en nuestro país, son muchos los directores de diarios que no parecen tener las ideas ni siquiera la mitad de claras que Brauchli. Es más, lo peor es que algunos ni siquiera tienen ideas y se limitan a dejarse llevar por la corriente. Que a estas alturas existan en nuestro país responsables de medios de comunicación que prácticamente no sepan, más que de oídas, qué son las redes sociales, que no sientan el más mínimo interés por tener su propio blog, por explorar el enorme potencial de Internet, que incluso vean las ediciones online de sus diarios casi como una competencia, más que como una parte integral de su redacción, es, no sólo triste, sino estremecedoramente esclarecedor de por qué algunos diarios están como están.

jueves, 13 de mayo de 2010

Los periodistas somos intermediarios del mensaje, no manipuladores

¿Y si el debate no fuera papel o digital, gratuito o de pago, redacciones integradas o separadas... sino periodista con o sin calidad?, ¿y si el debate no fuese la forma, es decir, el continente, sino el fondo, es decir, el contenido?, ¿y si el futuro del periodismo no pasase tanto por el modo en que el mensaje llega, sino por el modo en que creamos ese mensaje?

Nos devanamos los sesos tratando de averiguar cuánta vida le queda al papel o a la radio y a la televisión, tal y como la conocemos hoy en día, y nos olvidamos, con demasiada frecuencia, qué papel jugamos los periodistas en la nueva sociedad, qué rol desempeñamos en un mundo en el que hay sobreabundancia de información, en el que manda la inmediatez, en el que las imágenes y el sonido de lo que está ocurriendo se pueden seguir en directo, en el que cualquier ciudadano con una cámara se convierte en testigo de lo qué pasa y lo puede hacer llegar al mundo al instante a través de Internet.

¿Somos necesarios los periodistas en la sociedad de la información? Para bien o para mal, la respuesta no está clara. Hay quien asegura que más que nunca, que somos los únicos garantes de un periodismo de calidad, el último filtro que le queda al lector para separar la paja del grano, un tamiz capaz de discernir, de explicar, de poner orden, de interpretar, de dar un valor añadido al hecho en sí mismo.

Pero, ¿y si el periodista no hace esa labor, bien por que no quiere, porque no sabe o porque no le dejan? Decía la pasada semana José María Martín Patiño, sacerdote y presidente de la Fundación Encuentro, en un artículo publicado en “El País”, que “muchos experimentamos con tristeza que la opinión pública que nos transmiten en general los periodistas españoles es muy diferente según el periódico que caiga en tus manos. No exagero si digo que parecen hablar de mundos distintos. No faltan quienes ya han dejado de tomarse en serio lo que dicen unos u otros. ¿Por dónde anda el sentido de la verdad? ¿O es que esto de la veracidad ha pasado a segunda fila?”.

Estamos de acuerdo en que no existe la imparcialidad ni la objetividad, pero los medios de comunicación se convierten cada vez más en bloques monolíticos que apuntan en una única dirección. El margen que queda para la verdad es demasiado estrecho y eso el ciudadano lo nota y, aunque comulgue con las filias y fobias del medio, se puede sentir engañado. No debemos confundir el análisis y la interpretación con la manipulación.

A este respecto, Pascual Serrano, periodista de “Le Monde Diplomatique”, aseguraba recientemente en su blog que “la ciudadanía se indigna ante cualquier intento de dirigismo político e ideológico. Sabedores de eso, la estrategia actual de los medios es disimular a toda costa la intencionalidad para que pase inadvertida a las audiencias y pueda ser efectiva. El objetivo es proporcionar (u ocultar) al lector, oyente o espectador determinados elementos de contexto, antecedentes, silenciamientos o métodos discursivos para que llegue a una conclusión y posición ideológica determinadas, pero con la percepción de que es el resultado de su capacidad deductiva y no del dirigismo”.

Por todo ello, me vienen a la cabeza las palabras pronunciadas hace unos días por Juan Luis Cebrián durante la entrega de los premios Ortega y Gasset: “Los periodistas somos tan sólo intermediarios. Como dice Eugenio Scalfari, gente que cuenta a la gente lo que le pasa a la gente. Qué pueda significar eso en un mundo en el que la propia idea de mediación desaparece, en el que el narrador es a la vez protagonista y primer oidor de los hechos que narra, es algo que todavía, como dicen los castizos, está por ver. Pero, mientras llega ese momento, el periodismo tiene que volver a sus fuentes: verificar la información y contar la verdad”. Pues eso.

jueves, 6 de mayo de 2010

El sector audiovisual sí ve brotes bordes

Casi siempre que se habla del impacto de las nuevas tecnologías en el sector de los medios de comunicación tradicionales, la primera idea que nos viene a la cabeza es la crisis de los periódicos. Sin embargo, uno de los soportes que más afectado se ha visto por el desarrollo de Internet, de la telefonía móvil o de los videojuegos es la televisión, especialmente entre la población más joven.

Ya hemos abordado en más de una ocasión los cambios de hábitos de las nuevas generaciones, para quienes la pantalla del televisor ya no es el centro en torno al cual gira la vida de los hogares. Ahora, la oferta se ha diversificado y ha de competir con el ordenador, las consolas, las redes sociales, los SMS…

Pues bien, a pesar de esta lucha contra los elementos, el sector televisivo parece, no sólo ser capaz de hacer frente a tanta competencia, sino a vislumbrar una salida a la crisis. Así, según los datos de la última oleada del Estudio General de Medios (EGM), la penetración de la TV se sitúa en el 88,7% de la población, apenas tres décimas menos que hace un año y sólo dos puntos por debajo de la cota alcanzada en 2003, que se situó en 90,7%. Esto quiere decir que a lo largo de los últimos 10 años, y a pesar de las embestidas, apenas ha cedido un par de puntos, lo que la sitúa muy por encima del resto de soportes de comunicación, pues la radio, en el segundo puesto, tiene una penetración del 55,2%, mientras que Internet, que mantiene un alza sostenida, sólo llega al 35%.

Es mas, quizás se trate del medio en el que menos diferencias se detectan entre los distintos tramos de edad –menos de seis puntos entre los que más la ven, los de más de 65 años, 91,3%, y entre los que menos, los de entre 20 y 24 años, 85,6%-, entre hombres y mujeres –sólo una décima más del lado masculino- y entre las diferentes clases sociales –apenas cuatro puntos entre el 86,2% de penetración entre los más ricos y el 90,6% de los menos favorecidos-.

Pero no sólo estos datos son positivos para la televisión. Según un estudio realizado por la consultora Barlovento Comunicación entre empresas del sector audiovisual español, tras más de dos años de dura crisis económica, los indicadores obtenidos muestran un cierto repunte. “Aún no se puede hablar de un sector en franco crecimiento, pero las sensaciones comienzan a ser neutras o, en el peor de los casos, menos negativas que en las dos olas anteriores. El pesimismo con que hemos vivido los últimos años empieza a dejar paso a una sensación de cierta estabilidad. La mayor parte de los indicadores obtenidos siguen siendo negativos, pero son mejores que en las dos oleadas anteriores. Este mismo fenómeno se está produciendo en otros sectores como el mercado publicitario”.

Un dato a tener en cuenta para el cambio de sensaciones es el hecho de los cambos que ha sufrido el sector en los últimos meses: la implantación de la TDT, el consiguiente incremento de canales, la llegada de la TDT de pago o las nuevas disposiciones de la Ley General de la Comunicación Audiovisual, que entró en vigor el pasado sábado 1 de mayo, se ven mayoritariamente con buenos ojos en el sector de la producción y la distribución audiovisuales.

No menos importante es la supresión de la publicidad en TVE desde el 1 de enero de este año. Tanto es así, que los precios de los anuncios en las cadenas privadas han subido alrededor de un 30% en lo que va de 2010. Además, en estos momentos la demanda de espacios publicitarios es mayor que la oferta disponible.

Por todo esto, se puede afirmar que 2010 ha de ser el año del despegue de la televisión, y por consiguiente de todo el sector audiovisual, en nuestro país.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Las redes sociales y los blogs, una ventana abierta al ego del periodista

Si una profesión ha sabido sacar provecho de las redes sociales y de los blogs, esa es el periodismo. Más allá del uso que los propios medios hacen de la red para informar, los periodistas, como individuos, han visto en estas herramientas una ventana abierta al mundo, un lugar desde el que ver y dejarse ver, desde el que mostrar a los demás todo aquello que llevan dentro y que no pueden dar salida en su trabajo cotidiano.

De repente, una profesión como la nuestra, tan vocacional como constreñida al ámbito del medio para el que se trabaja, tan llena de egos deseosos de darse a conocer, de escritores frustrados, de incomprendidos… ha encontrado en Internet, y especialmente en sitios como Twitter, Facebook o los blogs un escenario en el que poder mostrar libremente a todo el mundo su potencial, sus ideas, reflexiones, proyectos, artículos –como es el caso-, fotografías o trabajos. Ya no es necesario ser un gran columnista en un diario para asomarse cada día a los lectores, ya no es imprescindible tener un espacio en la radio o la televisión para ser escuchado. Ahora, basta crear un blog y escribir tanto como deseemos, a la espera de esos lectores. Todos soñamos con deslumbrar, con tener hordas de seguidores en twitter, con que nuestro blog sea una página vista por cientos de miles de internautas, con que nuestros post sean comentados, retwiteados o recomendados.

Este, y no otro, es el motivo fundamental de ese especie de maridaje entre periodistas y la web 2.0. Y es que, detrás de cada uno de nosotros, hay un columnista necesitado de lectores, un ego que alimentar. Por eso, por favor, léannos, difundan nuestro mensaje a los cuatro vientos, recomiéndennos, retwitennos, comenten nuestro post, hablen de nosotros, satisfagan nuestro ombliguismo. Le estaremos eternamente agradecidos.