jueves, 29 de julio de 2010

Los periódicos europeos ponen en marcha iniciativas para luchar contra Google News

"No me gustaría que el destino de las noticias quedara enteramente en manos de la gente de Google”. Quien realiza esta afirmación no es cualquiera. Se trata de Bill Keller, director de “The New York Times”, uno de los diarios más prestigiosos del mundo. Y con estas palabras no hace sino sumarse a los miles de medios en todo el mundo que mantienen un contencioso con la empresa de software estadounidense por su agregador de noticias Google News. Según los editores, esta herramienta se aprovecha de su trabajo y de sus inversiones para multiplicar los propios ingresos publicitarios de Google, puesto que no sólo redirecciona a las webs de los medios que cita, sino que también reproduce parcialmente los contenidos. Además, aseguran, vulnera sus derechos de propiedad intelectual. Tanto es así que, recientemente, el presidente de la Asociación de Editores de Diarios Españoles (AEDE), Antonio Fernández-Galiano, exigió que Google News asuma "cambios radicales en su modelo de negocio" para que un tercero no se lucre del esfuerzo de las empresas periodísticas.

Sin embargo, mientras empresarios del sector y Google llegan a un acuerdo, pues, a pesar de todo, ambas partes parecen condenadas a entenderse, hay quien ha tomado iniciativas paralelas. Es el caso de una parte de la prensa francesa, que presentó la pasada semana un quiosco digital, en el que convivirán las distintas cabeceras galas y al que el lector podrá entrar para comprarse el periódico y leerlo desde el ordenador, el teléfono móvil o las nuevas tabletas, como una alternativa a los agregadores de noticias.

Aunque la idea llevaba tiempo rondando en el sector, la decisión se tomó después de que el buscador estadounidense anunciara a principios de año su intención de empezar a incluir publicidad en Google News. Pese a las peticiones de los editores de que una parte de los beneficios que la compañía obtenga vayan a parar a las empresas periodísticas generadoras de los contenidos, hasta el momento la respuesta de Google siempre ha sido negativa.

El objetivo que buscan los editores franceses es ofrecer una alternativa estable y de pago a este agregador de noticias que utiliza contenidos que no produce, según explican desde el diario “Le Figaro”, uno de los medios que forman parte de la iniciativa junto a “Le Monde”; “Liberation”; el económico “Les Echos”; “Le Parisien” y el deportivo “L’Equipe”. Sin embargo, pese a que estas cabeceras han sido las primeras en lanzar el quiosco digital, que se espera sea presentado oficialmente en septiembre, el proyecto está abierto a todos los diarios y revistas que deseen sumarse, con el fin también de costear los gastos de puesta en marcha. Hasta el momento, cada medio ha aportado una parte para financiar la plataforma, pero los editores buscan también subvenciones públicas, vía ayudas a la prensa por parte del Gobierno francés, o a través de fondos cuyo objetivo es invertir en contenidos y servicios digitales.

Anteriormente, ya se había llevado a cabo una iniciativa que, aunque de menor calado, abre una vía a la colaboración entre cabeceras. Se trata del acuerdo al que han llegado cuatro diarios europeos para divulgar conjuntamente sus contenidos online. El proyecto arrancó en 2008, cuando el alemán “Spiegel Online” y el holandés “NRC Handelsblad” decidieron crear una especie de agregador muy selectivo, en el que se incorporan los artículos más interesantes de cada diario en inglés. Posteriormente se incorporaron el danés “Politik” y, por último, este mismo año, el italiano “Corriere della Sera”. El objetivo es sumar alguna cabecera más antes de que finalice el año.

miércoles, 28 de julio de 2010

La prensa de calidad, ¿por qué no gratuita?


Pese a que es leída por millones de españoles de toda condición, pese a estar realizada por profesionales de primera, pese a que han supuesto para mucha gente un primer contacto con la prensa escrita… los periódicos gratuitos siguen arrastrando cierta mala fama, especialmente dentro del propio sector de la comunicación, y, sobre todo, entre periodistas de los diarios de pago, que miran a estas publicaciones por encima del hombro y no sin cierto desprecio.

Bien es cierto que, como producto periodístico, son muy distintos. Normalmente, los diarios gratuitos de nuestro país cuentan con un menor número de páginas, informaciones menos desarrolladas, pocas noticias propias, más proporción de publicidad… y están pensados para ser leídos en el transporte público en un periodo corto de tiempo. ¿Se podría afirmar que son peores que los diarios de pago? En absoluto, simplemente estamos hablando de productos diferentes, para públicos diferentes y para ser “consumidos” en situaciones muy diferentes.

Además, cualquiera de estos periódicos que podemos ver en las principales ciudades españoles, nacieron ya como gratuitos. Sin embargo, ¿qué ocurriría si, de un día para otro, un diario de pago dejase de serlo, pero sin cambiar el producto? Algo que parecería a priori imposible es lo que hizo en octubre del pasado año un histórico de la prensa británica, el londinense “Evening Standard” que, tras 180 años de vida, paso a ser gratuito. Su propietario, el magnate ruso Alexander Lebedev –también dueño de “The Independent”-, decidió que era más importante la tirada, en aquel entonces unos 250.000 ejemplares, que los ingresos por venta, 50 peniques.

Aunque en un primer momento se puso en duda la iniciativa, el tiempo parece haberle dado la razón y apenas nueve meses más tarde ya se ha situado en los 600.000 ejemplares. Y todo ello, con un periódico de 64 páginas, informaciones propias y elaboradas, articulistas de renombre, en especial en temas de política, arte o libros… Tanto es así, que, aunque se reparto en el metro londinense de seis a ocho de la tarde, a partir de las siete es difícil conseguir un ejemplar. De hecho, han aumentado las tarifas publicitarias en este periodo un 60% y casi han logrado llegar al equilibrio financiero entre gastos, alrededor de 1,1 millones de libras semanales- e ingresos. Y todo ello, habiendo perdido en el proceso sólo una veintena de periodistas de una plantilla total de 140.

Cabe decir que el “Evening Standard” contaba a su favor con un prestigio informativo y con la ventaja de que sus dos principales competidores gratuitos vespertinos, “”The London Lite” –propiedad también de Lebedev- y “The London Paper”, de Rupert Murdoch, acabaron echando el cierre. El único que queda es “Metro”, y se distribuye por las mañanas.

¿Sería este modelo extrapolable a nuestro país? Quizás no con las cabeceras actuales, pero si una de las ya existentes de pago decidiese dar este paso, ¿por qué no? Al fin y al cabo, los ingresos por venta son sólo una pequeña parte del total, pues el grueso viene de la publicidad. Así, si se consigue mantener la calidad del producto de pago, pero multiplicando la tirada, los anunciantes acabarían llegando solos.

Sin embargo, el panorama mediático español no es el mismo que el inglés. La prensa matutina está plagada de cabeceras gratuitas y, en lo que se refiere a la vespertina, no existe tradición en nuestro país –aunque sí la hubo en el pasado-, pero el nicho de mercado está ahí y el público también. ¿O acaso alguien va a rechazar un periódico gratuito y de calidad?

sábado, 24 de julio de 2010

¿Ayudas públicas o medios públicos?

Se hace eco Francisco Poveda en su estupendo blog “Periodimo para periodistas” del artículo que Lee Bollinger, rector de la Universidad, escribió el pasado 14 de julio en “The Wall Street Journal” y en el que afirma que distintos instituciones dependientes del Gobierno de Estados Unidos estudian formas de salvarguardar la supervivencia de los periódicos, ante la delicada situación económica que muchos de ellos atraviesan. Una de las medidas que se han puesto sobre la mesa, “para no privar a los norteamericanos de la información esencial que necesitan como ciudadanos”, es inyectar fondos públicos en los medios de comunicación.

Sin embargo, dicha posibilidad, asegura Bollinger, chocaría frontalmente con la mentalidad de la propia ciudadanía, que considera que la prensa debe ser libre e independiente para ser capaz de decir la verdad tanto al poder como a cualquiera. Si esta Prensa se convierte en una especie de poder público, en un brazo más del Gobierno, ¿puede ser de fiar?, se pregunta el autor.

Evidentemente, se podrían articular mecanismos para que la inversión pública en medios de comunicación privados, ya sea en Estados Unidos, ya en cualquier otro país, no tenga por qué suponer una injerencia del Gobierno en la forma de ejercer el periodismo en dichos medios. Al fin y al cabo, las instituciones públicas ya “ayudan” a infinidad de empresas privadas a través de subvenciones, préstamos a fondo perdido o con condiciones ventajosas... Y en cuanto a las empresas periodísticas, la publicidad institucional no deja de ser, de un modo u otro, una forma de financiación.

De todos modos, llegado el caso, una cosa sería la opinión de la ciudadanía, partidaria seguramente de la “independencia” de los medios, y otra muy distinta sería la de las propias empresas, que, lo más probable, aceptarían una inyección de dinero público para asegurar su superviviencia. No debemos perder de vista el hecho de que, dada la situación que atraviesa el sector, en muchos casos no estaríamos hablando de una elección sino de una necesidad.

¿Puede permitirse una sociedad carecer de medios de comunicación de prestigio?, ¿es viable que la información llegue al ciudadano exclusivamente a través de “blogueros” o de periódicos digitales de dudosa reputación? Pues a juicio de la Federal Communications Commission y de la Federal Trade Comission, agencias estatales estadounidenses, no, por lo que creen necesario “salvaguardar” el esquema actual.

Curiosamente, en Estados Unidos no existe ni radio ni televisión públicas, al menos no como las entendemos en Europa, donde todos los países cuentan con sus propias cadenas. Por este motivo, Bollinger aboga por crear algo parecido en aquel país, un Amercian World Service, como le denomina, capaz de competir, “con plena independencia periodística” con los grandes conglomerados públicos como la BBC.

Sin embargo, como sí sabemos en el viejo continente, los medios públicos y “la plena independencia periodística” no van siempre de la mano, y el riesgo de que el poder trate de arrimar el ascua a su sardina está siempre ahí. ¿O no?

Y por otro lado, si el dinero público se emplea sólo para medios públicos, los privados, garantes de la independencia informativa, corren el riesgo de desaparecer, de modo que la situación es compleja y encontrar una fórmula que permita la financiación pública y el control privado se torna difícil, aunque no imposible.