jueves, 30 de septiembre de 2010

¿Qué fue de la obligación de los periodistas de escribir bien?

A través de los vericuetos de Twitter -Sala de Prensa-, llego hasta un artículo que el gran escritor y periodista mexicano Carlos Monsiváis, fallecido este año, escribió allá por 2007 y que, bajo el título “Periodismo y escritura, ¿qué es escribir bien?”, criticaba la poca importancia que los informadores de hoy en día le dan a la corrección, al estilo e, incluso, a la ortografía.

Asegura Monsiváis que “hace medio siglo persistía la certeza de que escribir bien era un deber de los periodistas”. Hoy, sin embargo, “a propósito de un reportero o de un articulista, es infrecuente oír el “escribe muy bien”, y lo común es la resignación de los lectores ansiosos de informarse, pese al enredo mortal de la sintaxis de un gran número de redactores y reporteros”. Analiza el escritor en su artículo pormenorizadamente las razones que, a su juicio, causan esta situación, entre las que destaca la reducción del vocabulario utilizado, la destrucción de la memoria –sustituida por Internet-, el desplazamiento a un segundo plano en los estudios de comunicación de la literatura y de la escritura, “el uso de cada vez menos palabras quiere decir también el adelgazamiento de las noticias”, al deseo de la fama rápida de los propios periodistas, que les lleva a anhelar “no un trabajo periodístico sino la sobre-exposición mediática” o la muerte de la buena prosa y del discurso crítico a manos de la “exclusiva”.

Son sólo algunos ejemplos, pero muestran, muy a las claras, por dónde va la escritura en la actualidad. Pero quizás haya muchas otras razones para que los jóvenes periodistas no tengan la ortografía y la corrección estilística como prioridades. Que la cultura visual en la que vivimos hace que se lea menos es evidente, pero no me atrevería a decir que las generaciones actuales leen menos que las anteriores. Sin embargo, sí está claro que las nuevas tecnologías, con todo lo que tienen de bueno, han hecho mucho daño a la escritura porque en la red se encuentra lo mejor y lo peor, y todo al mismo nivel, es decir, es difícil, si se carece de una buena base, lo que es correcto de lo que no lo es, lo que está bien escrito de lo que no lo está.

Y no es Monsiváis el único que ha escrito sobre esto, no. Ya hace unos cuantos años, en 1994, el sociólogo Amando de Miguel escribió una obra titulada “La perversión del lenguaje”, que debería ser de lectura obligatoria para todos aquéllos que nos ganamos la vida con esto de la escritura. En uno de los capítulos de este libro, titulado “Quiosco de periódicos”, explica que los diarios “son una de esas vías de perversión de la lengua común a la que me refiero” y critica, no sólo a los propios periodistas, sino también a los opinadores y columnistas que escriben en los medios y no siempre de la manera más correcta.

Pero, y no es corporativismo, no creo que la culpa de esta dejación sea únicamente –aunque también- de los periodistas. Me consta que muchísimas de las faltas de ortografía o errores gramaticales que llegan a manos de los correctores de los propios medios –algunos desgraciadamente no pasan este filtro y ven la luz- no son provocados por el desconocimiento, sino por la prisa, mal endémico de esta profesión. Los redactores no tienen tiempo muchas veces de releer lo que han escrito y otras, aun teniéndolo no lo hacen. Es decir, mandan las páginas tal cual las escriben con el peligro que ello conlleva. Bastaría muchas veces con una lectura pausada de lo redactado para evitar, no ya las faltas ortográficas, sino las frases sin sentido, las incorrecciones gramaticales, las incongruencias, las repeticiones, la retórica…

En cualquier caso, y sea culpa de quien sea, deberíamos hacer entre todos un ejercicio de responsabilidad y de ética para escribir bien, para que los lectores nos entiendan y para no ser un mal ejemplo pues si leyendo se aprende a escribir, que seamos buenos maestros.

viernes, 17 de septiembre de 2010

¿Soy un romántico porque creo en la convivencia del papel con los soportes electrónicos?

El mercado y la realidad son tozudos y si el papel estuviese condenado a muerte, ya sería un cadáver. No hay motivos para que la agonía sea lenta y prolongada.

Estoy preocupado. En una charla entre periodistas sobre el futuro de la prensa, yo defiendo la convivencia de soportes, que el papel -al menos en los próximos 20 o 30 años- no desaparecerá, sino que convivirá con todo tipo de pantallas electrónicas -tabletas, móviles, portátiles...- además de con la televisión o la radio. Por más que intento argumentar esta teoría, ellos aseguran que no, que el futuro del papel es negro negrísimo y que a no mucho tardar desaparecerá. Vale, no me importa discrepar, pero sí me preocupa que me digan que mantengo mi teoría más por un deseo de que el papel no desaparezca que por un convencimiento real. Y lo que es peor, me dicen que soy un romántico.
No sé que pensar. Estoy confundido. ¿Debería replantearme mi teoría de la convivencia de soportes?, ¿debería abrir los ojos y ser realista?, ¿debería hacerme a la idea de que el papel es cosa del pasado?, ¿de verdad soy un romántico?
Ya he escrito en este blog muchas veces sobre este tema, y no voy a repetir mis argumentos a favor del papel, aunque sí me reafirmo en que lo que hace a la gente decidirse por un soporte u otro son detalles mucho más de forma que de fondo.
Pero me planteo otra duda. Si dejase de existir el papel, ¿dejarían de existir las portadas tal y como las conocemos actualmente? El valor de la portada de un periódico, y todos los que trabajamos en papel lo sabemos, es capital. Es su carta de presentación, su poder de influencia. No es lo mismo la web de inicio de un periódico digital que una portada, el poder de una buena portada es infinitamente mayor que cualquier web, que miles de noticias en una edición digital.
¿Seguirían haciendo portadas los grandes diarios si dejasen de salir en papel? No tendría mucho sentido, pero ellos saben que cuando un ministro o un empresario o un jefe de prensa recibe en la mesa de su despacho las portadas de los principales periódicos, eso tiene un poder, una fuerza, que no tendría una copia impresa de la portada de la web de la edición digital.
Yo creo que la realidad es tozuda y que no se le pueden poner puertas al campo. Si los lectores tienen claro que prefieren la web sobre el papel no hay posibilidad de vuelta atrás. Los videoclubes han muerto porque la gente se baja películas; el negocio de las discográficas está en horas bajas -tal y como los conocemos-por el mismo motivo; el CD sustituyó al casette en apenas unos años y lo mismo han hecho los reproductores portátiles digitales con aquéllos. Las televisiones planas han dejado, en apenas cuatro o cinco años, obsoletos a los de tubo y el DVD se comió al VHS en un espacio muy corto de tiempo.
¿Por qué entonces el papel resiste? Es extremadamente caro imprimir un periódico y llevarlo a decenas de miles de puntos de venta cada día. Es poco práctico en el mundo 24 horas en el que vivimos seguir ofreciendo noticias del día anterior en un papel de poca calidad; obliga al lector a desplazarse hasta un quiosco y pagar una cantidad de dinero, cuando puede informarse gratis en cualquier otro soporte... Es decir, el papel lo tiene todo en contra y la dinámica del mercado, por pura lógica, lo debería haber hecho desaparecer hace ya unos años, pues las ediciones digitales llevan ya más de una década funcionando. Y sin embargo, ahí está, debilitado, pero vivo. Cierran medios, sí, pero no ha desaparecido ni uno solo de los grandes. Han bajado sus ventas, pero se siguen vendiendo millones de ejemplares cada día. Nos informamos por internet, de acuerdo, pero ¿quién no compró el periódico al día siguiente de ganar la selección española el Mundial o cada vez que ocurre un acontecimiento importante?
No sé, pero si creo en la convivencia -aunque también en que el sector de la prensa no se parecerá en una década a lo que conocemos actualmente- es precisamente porque no soy un romántico, porque soy práctico, porque creo que si a pesar de todo siguen ahí es porque la sociedad quiere que siga. El mercado no tiene corazón y si hubiese querido dejar caer al sector al vacío lo habría hecho sin remordimientos, pero la realidad es tozuda.

jueves, 16 de septiembre de 2010

El iPad no sirve para matar moscas: las ventajas del papel como soporte

El periódico neoyorquino “Newsday” ha lanzado un spot para dar a conocer su versión para el iPad que incluye un vídeo que está arrasando en Internet –muchos de ustedes ya lo habrán visto-. En las imágenes se ve a un individuo que, mientras lee la edición digital de este diario en su flamante iPad, trata de matar una mosca con éste estampándolo contra la mesa cual si fuera un ejemplar de papel y, por supuesto, destrozándolo.

Más allá de la sonrisa que nos arranca, también me ha hecho pensar en las ventajas y desventajas de cada soporte periodístico, más allá del contenido. Quiero decir con ello que, cuando hablamos de la crisis de la prensa escrita o del descenso de las ventas de periódicos en papel, nos devanamos los sesos pensando en qué estamos fallando, qué estamos haciendo mal, qué debemos cambiar y, sin embargo, a veces pasamos por alto detalles mucho más funcionales y prácticos.

Hoy por hoy, todo el mundo da por hecho que el soporte papel tiene los días contados y que en un plazo que no va mucho más allá de una década habrá desaparecido, fagocitado por las ediciones digitales. Está claro que la caída de las ventas es una tendencia irrefutable, pero, ¿está necesariamente ligada a que los lectores prefieren leer las noticias en una pantalla o a que lo pueden hacer gratis?

Voy más allá en mi planteamiento, ¿de imponerse el pago por contenidos en las ediciones digitales de los principales diarios, es decir, en caso de pagar lo mismo, qué preferirían los lectores, papel o pantalla? Está claro que son innumerables las ventajas de las publicaciones online, pero no lo son acaso también las del papel, y ahí es donde vuelvo a los factores puramente funcionales y, aunque aparentemente absurdos, no menos reales. ¿O acaso no debemos valorar que el papel de periódico sirve para envolver, proteger, tapar, pintar, hacer aviones, escribir, matar moscas, limpiar los cristales o, incluso leer? ¿No es importante que un periódico se pueda doblar, enrollar o caer sin romperse? Podemos prestarlo, dejárnoslo olvidado, guardarlo o tirarlo; es sufrido y dura años; nos trae recuerdos y no tememos que nos lo roben o se nos caiga; nos sirve para no mancharnos el pantalón si nos sentamos en el suelo…

¿Que no son importantes estos detalles? Piénsenlo fríamente. ¿Van tranquilos por la calle con una cámara fotográfica o de vídeo de 600 euros colgada del cuello?, ¿sacarían con toda tranquilidad su iPad u otro aparato similar, cuyo coste es considerable, en cualquier sitio y en cualquier compañía?

Y otro detalle importante: leer la prensa en el ordenador presupone una línea ADSL cuyo coste no es muy inferior a comprar el periódico a diario. Pero para leerlo en un iPad o en el móvil debemos, además, contratar una conexión a Internet móvil o una tarifa plana, es decir, que tampoco es gratis y no todo el mundo puede o quiere permitírsela. Y eso sin olvidar que hay lugares en los que no hay cobertura o no es de buena calidad, y recordemos que el Metro es uno de los sitios en los que más se lee.

No estoy diciendo que sea mejor el papel o que los soportes electrónicos no se acaben imponiendo. No lo sé realmente, pero no creo que las cosas sean tan sencillas ni tan rápidas. Yo creo en la convivencia de soportes –ni la televisión no acabó con la radio ni ésta lo hizo en su momento con el papel- y que lo que decidirá la batalla no serán los contenidos ni la calidad. Esos factores nos harán decantarnos por un medio u otro, pero no por un soporte u otro. Y es que, como explicaba el pasado domingo John Naughton en “The Guardian”, “el buen periodismo prosperará, cualquiera que sea el soporte”.

martes, 14 de septiembre de 2010

Wilebaldo Solano, las necrológicas y la memoria de España

No tengo por costumbre mirar las páginas de obituarios pero reconozco que, de un tiempo a esta parte, no dejan de depararme sorpresas, especialmente porque la muerte me descubre personajes cuya existencia en vida ni siquiera conocía. Es el caso de Wilebaldo Solano, que falleció el pasado 7 de septiembre a los 94 años y que lo fue todo en el histórico Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). Y me llamó la atención, no sólo porque su vida es apasionante, tanto durante la Guerra Civil como después, en Francia, en el exilio, sino porque supe de él por un obituario en "Le Monde", que le dedicaba una página casi completa. ¿Cómo un diario francés de la tirada y el prestigio de "Le Monde" se hace eco de la muerte de un viejo comunista y luchador español fallecido pasados los noventa en Barcelona, mientras que España la noticia pasó casi desapercibida?
Vale que tirando de hemeroteca pude comprobar que algunos medios y agencias españoles se habían hecho eco de su muerte, pero no me parece lógico que alguien con una vida como de Wilebaldo Solano, más allá de su ideología y de su filiación política, nos deje en silencio. Con su marcha nos ha dejado un testigo directo de nuestra historia reciente, alguien que fue testigo directo de sucesos como las batallas internas entre la el POUM y el estalinismo durante la Guerra Civil en Cataluña. Se ha ido alguien que nunca renegó de sus ideas -por absurdas que me pueda parecer- y que desde Francia en el exilio y luego desde Barcelona, lucho por preservar esa memoria.
Ejerció Solano además de periodista en la agencia France Press entre 1953 y 1981 y escribió también un libro sobre el POUM y su líder, Andreu Nin.
Y este hecho no es más que una muestra de esa famélica memoria de España, esa capacidad que tenemos para el olvido, para enterrar nuestro pasado, para guardar a nuestros muertos en los armarios de la vergüenza.
No comulgo con ni una sola de las ideas de alguien que siempre creyó en el socialismo rupturista y revolucionario y que siempre quiso acabar con el capitalismo, pero no deja de admirarme su azarosa vida, su lucha, lo que ha visto y vivido, su pasado como preso del franquismo y de la Francia de Vichy durante la ocupación nazi de Francia, la creación de una unidad guerrillera española, el Batallón Libertad...
En fin, que cada vez quedan menos testigos directos de una época clave de la historia.

viernes, 10 de septiembre de 2010

¿Hacia dónde va el fotoperiodismo hoy?

Se celebra estos días en Perpignan, con gran éxito de participación y de público, la vigésimo primera edición de Visa pour l’Image, www.visapourlimage.com, que se ha convertido en el más importante festival internacional de fotoperiodismo. Paralelamente, en Londres tenía lugar el Foto8 Summershow, la muestra fotográfica más destacada de la capital londinense, a la que se presentaron más de 2.500 imágenes de 153 fotógrafos de todo el mundo. Se trata sólo de dos ejemplos en los que el fotoperiodismo es protagonista y en los que la participación ha sido masiva. Y, sin embargo, de ambos se desprende una idéntica conclusión: la mala salud que atraviesa esta dura profesión. Tanto es así, que Jean-François Leroy, creador del festival francés, aseguraba ya el año pasado en el blog del equipo del festival que “ya es oficial, el fotoperiodismo está muriendo, va a morir, ha muerto…”. Una opinión parecida tiene Neil Burguess, que fue responsable de Magnun en Londres o Nueva York, y que asegura que los medios no invierten en fotoperiosimo. Además, se queja de que los suplementos y revistas le pagan menos por un reportaje gráfico que les sirve para cubrir ocho páginas que lo que cobra por una única foto de una “celebritie”. “Los medios mandan a un fotógrafo y a un redactor. Eso no es fotoperiodismo, eso es sólo ilustrar con fotos”, añade.

Lo que parece evidente, es que el panorama ha cambiado radicalmente en los últimos 10 ó 15 años. Los medios, salvo excepciones, ya no se pueden permitir mandar a un fotógrafo varios meses para hacer un reportaje gráfico. Además, la fotografía digital, el periodismo ciudadano e Internet han venido a devaluar el trabajo de los profesionales. La mayoría de los acontecimientos se cubren con fotos de agencias y ya no es raro ver que, ante determinados sucesos, buena parte de los periódicos del mundo abren sus portadas con las mismas fotografías de las mismas agencias.

Cabe destacar en este sentido las declaraciones que el citado Jean-François Leroy, responsable de Visa pour l’Image, hizo para la agencia de comunicación parisina “2e Bureau” en mayo pasado durante una conversación con Lucas Menget, http://bit.ly/cvnoLV: “Creo que, o nos rendimos y decimos: no hay solución, lo dejamos y cerramos, o decimos: hay modelos que aún no se han inventado. Y estoy convencido de que toda esta revolución a la que asistimos, con la exaltación del iPad de Apple, va a aportar nuevos modelos, nuevas vías. Se ha realizado un sondeo recientemente que revela que el 80% de la gente no está dispuesta a pagar por información en internet. Sin embargo, la información de calidad es cara, es costosa de producir y no puede ser gratuita. Porque, a menos que se tengan mecenas que decidan financiar proyectos que pongan “graciosamente” a disposición de todo el mundo, los periódicos y las empresas de prensa tienen que seguir ganándose la vida. Para mí, el mayor peligro es que, a fuerza de dejar de producir y de ir a buscar las fotos únicamente a Twitter, Flickr o Facebook, se pierda la exigencia respecto a la calidad de la información”.

A pesar de todo, se ven pequeñas luces al final del túnel. El pasado mes de agosto, el diario británico “The Times” publicaba un reportaje a doble página en el que, bajo el título de “El nuevo fotoperiodismo”, muestra cómo algunos jóvenes fotógrafos freelance habían apostado por exponer sus trabajos en galerías de arte, “algo inusual hace 10 años, pero que es el camino que muchos de nosotros hemos decidido tomar”, dice Colin Hampden-White, joven fotógrafo de prensa que trabajó para diversos medios británicos y que ahora va por libre. Esta tendencia a la exposición de los trabajos más que a la publicación en medios, hace del fotoperiodismo “algo más conceptual”, dice, Laura Pannack, de 25 años y considerada una de las mayores promesas británicas del sector.

martes, 7 de septiembre de 2010

La prostitución de la información deportiva en España

Que la información está prostituida en los medios no es nada nuevo, pero lo de la deportiva en televisión, roza el escándalo. Con el rollo de los derechos televisivos, cada medio informa única y exclusivamente en función de lo que retransmite. Así, para RTVE las motos son lo más importante del mundo, para la Sexta lo es la Fórmula 1 y la selección española de fútbol, depende de quién haya retransmitido el partido. Así, el encuentro del pasado 3 de septiembre que enfrentó a España contra Liechtenstein, clasificatorio para la Eurocopa 2012, y que retransmitió Telecinco, apenas ocupó ocho o diez segundos en el informativo del canal 24 Horas de TVE. De hecho, sólo mencionaron el resultado y los autores de los goles, sin una sola imagen. Sin embargo, el partido que juega hoy la Roja contra la Argentina de Messi y compañía, que no deja de ser un amistosa, seguro que ocupará buena parte de los informativos, pues será retransmitido por la 1, es decir, por TVE.
Me parece mal que algo así lo hagan todas las cadenas, pero que lo haga una televisión pública, que pagamos entre todos y que además no emite publicidad, me parece muy triste, desde un punto de vista estrictamente periodístico, qué no decir cómo telespectador. ¿Por qué regirse sólo por motivos de retransmisión y no por los puramente informativos?, ¿por qué el mundial de motociclismo -que me parece muy respetable- se convierte, cada dos semanas, en la noticia más importante del día?
Esto viene a demostrar una vez más la lamentable información deportiva de nuestro país, en la que se ha frivolizado tanto, en la que se ha instrumentalizado tanto, en la que se ha falseado tanto, que ya todo vale. Está permitido que los diarios deportivos se inventen cada día una noticia sin necesidad de rectificar si luego -como es habitual-no se confirma; está permitido priorizar la información en función de los derechos televisivos, es decir, en función de rentabilizar dichos derechos -algo absurdo en una televisión pública-; está permitido descalificar, caricaturizar, ridiculizar, especular, descontextualizar, manipular... Recuerdo aún cuando trabajaba para el grupo Recoletos, anterior propietario del diario "Marca", que nos pidieron que diésemos a la información política el "estilo Marca". Afortunadamente, nos plantamos y nos negamos a hacerlo.
Se imaginan hacer lo que se hace con la información política o económica lo que se hace con la deportiva. Bueno, no es tan difícil. Algunos medios ya lo hacen.

viernes, 3 de septiembre de 2010

El auténtico debate ideológico de las Primarias del PSM se libra en las redes sociales


Pocos procesos de primarias han despertado tanto interés como el que enfrenta a Tomás Gómez, actual secretario general del PSM, y a Trinidad Jiménez, ministra de Sanidad. Y es que, más allá de las propuestas concretas que cada uno pueda presentar, lo que está claro es que lo que se libra en Madrid es una lucha entre el «establishment» del partido –el aparato del PSOE– y un hasta hace poco hijo pródigo, ahora expulsado del paraíso.

Por tanto, no es de extrañar que esta lucha entre David y Goliat esté teniendo tantísimo eco entre los medios de comunicación –incluidos programas de televisión como «La Noria»– y, quizás por primera vez, entre los usuarios de las redes sociales, donde se está produciendo un auténtico debate soterrado, no sólo entre partidarios de los candidatos, sino entre la comunidad virtual en general.
Así, tanto Gómez como Jiménez se han armado con todo el kit del perfecto candidato digital y, así, ambos cuentan con su propio sitio en Facebook –donde gana él, con casi 3.300 seguidores, mil más que la ministra–, con cuenta en Twitter –también con mucha ventaja para Gómez–, páginas en YouTube y en Flickr... Cabe destacar también que el secretario general del PSM tiene un blog propio, aunque algo abandonado, pues la última entrada es del pasado mes de abril.
Pero hete aquí que si ambos candidatos tratan de llevar su campaña sin sacar demasiado los pies del tiesto y cuidando las formas, como si los dos hubiesen llegado a esta situación por gusto y no por obligación, quienes les rodean han optado, no sólo por tomar partido –casi todos por Jiménez–, sino por calentar el debate y muy especialmente
Pedro Castro, alcalde de Getafe y presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias, hasta no hace mucho puntal de Gómez y ahora fan de la ministra.
Castro, –cuyo nombre sonó incluso también como candidato a la presidencia regional–, mantiene una actividad frenética digna de elogio en el mundo virtual con un blog que echa humo y una cuenta en Twitter que se está convirtiendo en el auténtico foro en torno al cual gira todo el debate idelógico de las primarias. El veterano alcalde getafense hizo la pasada semana unas polémicas declaraciones en las que consideraba que «el PP y sus medios afines se inclinan por Tomás Gómez y es preocupante», lo que se interpretó como que el actual secretario general del PSM era el candidato de la derecha, lo cual le ha valido no pocas críticas en la red social y fuera de ella.
Para tratar de explicarse, escribió un extenso artículo en su blog en el que, bajo el título «El candidato y la derecha», menciona varios artículos de medios «afines al PP», entre ellos algunos de
LA RAZÓN, en los que se defiende a Tomás Gómez. Además, critica unas declaraciones de éste en las que «coincidía con el argumentario del PP» contra el Gobierno y contra Zapatero. En cuanto a si las primarias perjudican al PSOE, Castro escribía en Twitter «Primarias SÍ, la voz de los militantes tiene que ser escuchada, la de los candidatos también, pero con mensajes socialistas y no del PP».
Paralelamente, los medios de comunicación tradicionales están haciendo un amplio tratamiento informativo de las primarias, pero más partidista, es decir, tomando partido por uno u otro candidato. Por tanto, la auténtica batalla de ideas se está desarrollando en la red, sin más cortapisas.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

¿La creatividad salvará a la prensa? No, el elitismo

La pasada semana, Stafanie Chernow escribía en editorsweblog.org que "será la creatividad, y no la tecnología, la que salve a los periódicos". Y, créanlo, llevo desde entonces dándole vueltas a esta frase. Para empezar, no tengo claro que la opción segunda, la tecnología, pueda salvar a los periódicos, no al menos a los periódicos tal y como los entendemos hoy en día, es decir, en papel. Pero, en cualquier caso, lo de la creatividad no lo acabo de ver, porque, en el fondo, ¿cuántos años no llevan viviendo los periódicos precisamente de la creatividad o, al menos, de las ocurrencias, que no sé si es lo mismo, pero pretende serlo?
Hace ya muchos años que la prensa no vive por sí misma. Quiero decir que en la sociedad actual los periódicos no son necesarios. Pueden ser importantes, influyentes, interesantes, atrayentes... pero no necesarios porque, al fin y al cabo, hace muchos años que dejaron de ser una fuente de información primaria. Hoy en día, nadie se entera de las cosas a través de la prensa, de modo que el que la compra lo hace por otros motivos. Por tanto, llevamos año viviendo de la creatividad, es decir, de darle al lector razones para que siga yendo al quiosco a gastarse un euro y pico cuando podría no hacerlo.
Pero lo creatividad se agota, las promociones saturan el mercado, los suplementos se repiten... Las ideas, salvo muy contadas excepciones, ya no atraen lo suficiente al lector, razón por la cual las ventas mantienen un lento pero mantenido descenso.
Entonces, qué hacemos. Yo creo que más que la creatividad, debe ser el realismo el que salve a la prensa, el pragmatismo más frío y descarnado. Hace falta asumir la realidad tal y como es: cuál es el presente y, sobre todo, cuál será el futuro.
Creo que ya es hora de decir: Señores, las cosas han cambiado y no van a volver a ser como fueron. Cada vez venderemos menos, pero los lectores que después de esta dura criba, serán fieles a muerte. Sepamos qué quieren esos lectores fieles, esos lectores que seguirán comprando la prensa porque les gusta. Debemos conocer su perfil, sus gustos, su tendencia política, su número... Y prescindamos de todos los demás.
No aspiremos volver a vender cientos de miles de ejemplares. Intentemos vender 10.000 productos de extremada calidad y que se adapten como un guante a los gustos de esos lectores fieles. Hagamos un periódico exquisito, bien elaborado, profundo, interpretativo, ideologizado... y caro. Esos lectores pagarán tres o cuatro euros si es necesario, siempre y cuando lo que reciban a cambio sea de su gusto. Además, la publicidad tampoco ha de ser masiva, pero si mucho más selectiva y especializada. En definitiva, se trataría de hacer un producto rentable, elitista y de calidad. Eso, creo, sí que salvará a la prensa. La creatividad, quién sabe.