viernes, 30 de abril de 2010

Internet no sólo acabará con el papel, acabará con los periódicos.

El Ipad parece haberse convertido, pese a que tan sólo ha comenzado su venta en Estados Unidos, en el clavo ardiendo que muchos estaban esperando. Su aparición, su mera existencia, ha sido vista por numerosos empresarios de medios de comunicación, especialmente de prensa, como esa luz al final de un túnel oscuro y largo cuyo fin ni siquiera se vislumbraba.

Todos los grandes diarios preparan sus propias versiones para el dispositivo de Apple convencidos de que ha de convertirse en una especie de estándar del soporte online. Ya imaginan a cada ciudadano con su Ipad leyendo el periódico en el metro o el autobús o haciendo los crucigramas mientras desayunan. Sin embargo, depositar tantas esperanzas en un aparato cuyo éxito es más de imagen que de ventas –el iPhone es un fenónemo sociológico, pero no es, ni de lejos, el móvil más vendido-, es, cuanto menos, arriesgado, fundamentalmente porque el problema de la prensa no es de lectores, sino de ingresos.

De nada servirá que todo el mundo lea su diario en un tablet, en un ebook o en el móvil si al final no paga por ello. Y es que, Internet no sólo va a acabar, tarde o temprano, con el papel, sino con los propios medios de comunicación. Las ventas de todos los grandes diarios españoles caen sistemáticamente desde hace años, mientras que aumentan sus lectores en la red. Llegará un momento que imprimir esos periódicos y hacerlos llegar cada mañana a miles de puntos de ventas en toda España sea una empresa imposible de mantener económicamente pues, aunque el número de ejemplares vendidos caiga, es difícil reducir la red de distribución. ¿Compensarán las ediciones digitales esa caída de ingresos? Sin lugar a dudas, no.

El único medio de hacer rentables las ediciones online sería que cada internauta pagará un precio por consultar el periódico. Si eso no ocurre –y no ocurrirá-, podrán El País o El Mundo mantener sus estructuras redaccionales en pie y seguir dando la información de calidad que ahora dan. Podrán ABC o La Razón tener decenas de periodistas con los únicos ingresos de la publicidad en sus ediciones online. No.

Encontrarán estos periódicos un número de internautas dispuestos a pagar por la edición online equivalente al número de lectores que compran la edición en papel. No. Y, además, no olvidemos que estamos en España, uno de los países donde la piratería y la picaresca están a la orden del día. No será suficiente con que una parte de los contenidos sea de pago, porque ya encontrarán la manera de acceder gratis.

No, en realidad Internet para lo único que servirá es para que los grandes diarios dejen de existir, al menos tal y como ahora los conocemos. Porque mantener una redacción con cientos de periodistas y fotógrafos sólo con los ingresos generados por la publicidad en Internet será imposible, con lo que al final, o desaparecerán o se verán obligados a reducir sus plantillas, a reducir noticias propias, a reducir fotografías propias, a reducir infografías y a hacer un uso masivo de las agencias, las mismas que nutren al resto de medios. Es decir, todos llevarán las mismas fotos, las mismas informaciones… algo que, en menor medida, ya ocurre hoy en día.

Pero es lo que hay.

jueves, 22 de abril de 2010

La prensa digital, ¿puede ser eternamente gratis?

A igualdad de condiciones, ¿papel o Internet? Si tuviera que pagar lo mismo por leer su periódico en la pantalla de un ordenador o por hacerlo en su versión impresa, ¿qué preferiría? La crisis de la prensa, ¿se debe a una cuestión de gustos o es un problema puramente económico? Si a usted le ofrecieran cada mañana desayunar o ir en transporte público hojeando su diario o hacerlo mirando a una pantalla, ¿con qué se quedaría?

Vale que para gustos hay colores y que quizás las generaciones más jóvenes, sólo quizás, optaran por la versión digital, pero estoy seguro de que la gran mayoría de los lectores de prensa del mundo, a igualdad de precio, elegirían el papel. Porque, ¿y si en el fondo toda la revolución que sufre el sector de la comunicación no tuviera más trasfondo que el de la gratuidad?

¿La gente lee prensa electrónica por gusto o porque es gratis? Hecha la pregunta de otra manera, ¿cuánta gente estaría dispuesta a pagar por leer el periódico en Internet? Pues, probablemente, más o menos la misma que está dispuesta a ir cada mañana a un quiosco y comprar el diario en papel. De modo que, al fin y al cabo, podríamos afirmar que no es la red la que está haciendo caer las ventas de los periódicos sino la posibilidad de no pagar por tener acceso a la información.

¿Qué ha acabado con los videoclubes?, ¿qué está provocando la caída de las ventas de películas y de discos? No es Internet, sino la picaresca, la posibilidad de conseguir gratis lo que de otro modo habría que pagar. Pues con la prensa, aunque de manera legal, está pasando lo mismo: si cada vez que yo deseara leer una noticia en un diario digital tuviera que pagar, pues dejaría de hacerlo.

Son muchos los periódicos que han decidido, en las últimas semanas, comenzar a cobrar por determinados contenidos y otros muchos los que han anunciado que lo harán o que estudian hacerlo. Al fin y al cabo, parece demostrado que la publicidad no es suficiente para mantener las ediciones digitales de los periódicos o, al menos, para que sean un negocio. Paralelamente, estas ediciones digitales pueden ofrecer una información de calidad gracias, en la mayoría de los casos, a que disponen de las redacciones de las versiones impresas para elaborar las noticias. Si Internet hace caer las ventas de ejemplares en papel, ¿cómo mantener dos ediciones paralelas si ninguna de las dos da dinero? Porque, no lo olvidemos, el número de ejemplares vendidos, la audiencia o la cantidad de visitas a una web no son datos que, en sí mismos, hagan rentable a un medio y, si no, que se lo digan a Vocento con ABC.

Bien es cierto que siempre habrá en la red medios que ofrecerán la información de manera gratuita, pero hacer un producto periodístico de calidad cuesta dinero y si las empresas no generan ingresos de sus ediciones online y siguen cayendo las ventas de la versión impresa, pues se verán abocadas al cierre. Y si cierran, ni Google News tendrá de dónde agregar sus noticias, ni las agencias tendrán a quién venderle las suyas y ni siquiera los “chiringuitos” que se dedican a plagiar las informaciones dispondrán de quién hacerlo.

Por tanto, cabe esperar que el chollo de la información “por la cara” termine acabándose, al menos tal y como lo entendemos hoy en día, y que el pago por los contenidos de calidad se extienda, poniendo a cada uno en su sitio. Eso sí, hará falta, en ese caso, que el problema de la piratería se controle o, de lo contrario, estaremos en las mismas.

miércoles, 21 de abril de 2010

Los periodistas no somos el ombligo del mundo

La irrupción de las nuevas tecnologías y la revolución que su aplicación al mundo de la comunicación ha supuesto han abierto un debate en el mundo del periodismo que ha ocupado, y todavía lo hace, buena parte de los esfuerzos y el tiempo de los profesionales del sector. Sin embargo, y pese a que este nuevo panorama que se nos abre está cambiando la profesión desde sus cimientos, dicho debate se ha centrado casi siempre en aspectos más de forma que de fondo, más del continente que del contenido. Es decir, la revolución tecnológica afecta, fundamentalmente, a los soportes; ahora, además de la Prensa, la radio y la televisión, podemos estar informados también a través del ordenador o del móvil.

También se ha abordado cómo la llegada de estos nuevos soportes, con lo que conllevan de inmediatez, debe cambiar la forma de escribir o de contar una noticia; asimismo, han aparecido nuevos elementos, como el periodismo ciudadano, los blogs o las redes sociales, que suponen también un giro en el papel del profesional de la comunicación, por cuanto ya no tiene todo el protagonismo y su papel se diluye.

Pero, con todo, aún queda pendiente un debate mucho más importante y de más calado quizás, que afecta directamente al espíritu de la profesión, a su esencia, y que no es otro que saber quiénes somos, qué espera la sociedad de nosotros, cuál es nuestra función en el nuevo orden y, en definitiva, qué significa, hoy en día, ser periodista y hacia dónde vamos.

Y para ello, lo primero que hace falta es humildad, algo que, desde luego, brilla por su ausencia en buena parte de nuestra profesión –al igual que en muchas otras, todo hay que decirlo-. Humildad para hacer autocrítica; humildad para entender que no somos intocables ni infalibles; humildad para huir del mesianismo; humildad para evitar el corporativismo absurdo; humildad para aceptar que nos equivocamos y para pedir perdón sin necesidad de sentencias judiciales; humildad para reconocer que sólo somos meras correas de trasmisión entre la información y la gente; humildad, en definitiva, para darnos cuenta de que somos una profesión como otra cualquiera y que no nos ha señalado Dios con el dedo para realizar una misión. Y es que, los periodistas no somos el ombligo del mundo.

Olvidamos con demasiada frecuencia que no somos garantes de nada. Que no somos opinadores ni formadores; que nuestra misión es mostrar la realidad, no darle forma a nuestro antojo para enseñarla conforme a determinados intereses, por muy honorables que éstos sean. Investigar, sí, por supuesto, pero no manipular. Desgraciadamente, en demasiadas ocasiones primero se eligen las conclusiones y después se busca que la realidad se adapte a ella. Aquel dicho de no dejemos que la verdad nos estropee un buen titular es el pan nuestro de cada día. ¿Cuántas tropelías no se habrán cometido en nombre de la libertad de expresión?, ¿cuántos supuestos profesionales no son, en realidad, unos terroristas de la palabra? ¿Vale todo?, ¿se puede insultar a alguien por no estar de acuerdo con él, por no compartir sus ideas o su concepción del mundo? No, no vale todo. No es lo mismo discrepar que descalificar, criticar que ofender, denunciar que herir.

El papel del periodista es fundamental, de vital importancia para el buen funcionamiento de la sociedad. Por eso mismo, debemos tratar de no ensuciarlo y de no dejar que determinados elementos lo enturbien cada día con insultos y soflamas apocalípticas. No debemos olvidar que esos Mesías de la verdad también responden a intereses personales.

Si queremos recuperar una parte de la autoestima perdida, empecemos por nosotros mismos, por hacer autocrítica y por asumir con rigor y la máxima entrega nuestra tarea, que no es otra que informar. Nada más y nada menos.

martes, 20 de abril de 2010

¿Existe realmente el periodismo de investigación?


Quizás sea un periodista atípico, pero he de reconocer que jamás me llamó especialmente la atención el caso Watergate –ese que masificó las facultades de Periodismo- ni me sentí jamás atraído por Woodward y Bernstein. No me sé de memoria los diálogos de “Todos los hombres del presidente” –de hecho no estoy seguro de haberla visto- y, a mí, las imágenes que me vienen a la cabeza cuando oigo hablar de “Garganta profunda” no son precisamente del fallecido Mark Felt. Tanto es así, que cada vez que alguien me dice que es un periodista de investigación o que está preparando un reportaje de investigación no puedo evitar echarme a temblar.

Y es que, no nos engañemos, ¿existe hoy en día el periodismo de investigación? Evidentemente, sí, haberlo haylo, pero, en mi opinión, es un género en clara vía de extinción, al que se le puede aplicar aquello de que entre todos lo mataron y él solito se murió. Porque hoy en día nos venden mucho reportaje de investigación en distintos medios, especialmente en televisión. ¿Es acaso periodismo de investigación mandar a un reportero y a un cámara a hacer un reportaje sobre la venta de drogas en un poblado marginal o sobre cómo se vive en un barrio de chabolas, entre ratas y charcos, o sobre la gente que duerme en la calle o sobre la prostitución callejera? Permítanme que les diga que, más allá de reconocer la valentía de los profesionales que los realizan, eso puede ser muchas cosas, pero, a mi juicio, tienen poco de investigación. Al fin y al cabo, qué nos dicen que no sepamos, qué nos descubren. ¿Acaso alguien no sabe dónde hay chabolas, dónde se vende droga o dónde se ejerce la prostitución? El efectismo, el sensacionalismo, el recoger los duros testimonios de los que sufren, el tratar de ponernos en la piel de la mujer que vende su cuerpo para poder dar de comer a sus hijos está muy bien pero, como en los viejos folletines, sólo buscan la lágrima fácil.

Pese a mis reservas hacia los grandilocuentes vendedores de grandes reportajes de investigación, no por ello deja de interesarme este género. De hecho, recuerdo haber leído con auténtica pasión, en mis tiempos de estudiante de Periodismo, un libro publicado hace ya más de dos décadas por la periodista y doctora en Ciencias de la Información Montserrat Quesada titulado “La investigación periodística”. Entre otras muchas perlas –que pese al paso del tiempo no perdido un ápice su vigencia- aseguraba que “todo profesional del periodismo debería ser simplemente un periodista investigador”. Sin embargo, todos sabemos que las cosas no son así y que, cada vez más, el redactor no va más allá de la información que generan las fuentes. Nos quedamos en la nota informativa, en las declaraciones realizadas en rueda de prensa sin derecho a preguntar, en el acto protocolario.

Como contrapunto, y para lavar nuestra conciencia, de vez en cuando se llenan páginas de grandes reportajes que, en muchas ocasiones nos quieren vender también como un trabajo de investigación. Acudiendo de nuevo a Montserrat Quesada y a su libro, asegura que “el simple hecho de que un escrito periodístico esté repleto de cifras, fechas, estadísticas, porcentajes económicos… no quiere decir que sólo por eso ya tenga que ser un texto propio del periodismo de investigación” y diferencia claramente entre el “artículo de investigación y el reportaje en profundidad”.

Al fin y al cabo, no basta con llevar una cámara oculta y robar unas declaraciones para hacer auténtico periodismo de investigación. Y, aún así, las pocas veces que se consigue, no debemos olvidar que cada filtración, cada “garganta profunda”, cada hilo del que tirar, responde a unos intereses, los suyos y que, por tanto, en demasiadas ocasiones el periodista de turno no es más que un títere para sacar a la luz lo que a otros interesa que se sepa.

Por tanto, cuando vean de nuevo “Todos los hombres del presidente” o cualquier otra película sobre periodismo, piensen que es sólo eso, una película.

lunes, 19 de abril de 2010

En España sí hay prensa sensacionalista: la deportiva


Nos llama la atención en España el fenómeno de la prensa sensacionalista en el Reino Unido o Alemania. Sus tiradas millonarias son incomprensibles aquí, donde manda la prensa “seria”. Sin embargo, nosotros tenemos nuestra propia prensa sensacionalista, que no es otra que la deportiva. ¿O es que acaso nuestros diarios deportivos son más rigurosos o respetuosos que “Bild” o “The Sun”?

Me sorprende que en este tipo de periódicos brillen por su ausencia, no ya la prudencia que dicta no publicar una noticia si no está confirmada –algo que se ha extendido también a las publicaciones de información general-, sino el más mínimo rigor o el respeto a las más elementales normas del periodismo.

De acuerdo que el deporte es lo que es, pero no deja de ser menos cierto que hablamos de información y que, por tanto, no deberíamos inventarnos las noticias. Con tal de obtener una buena portada, todo vale, y se disfraza de exclusiva un rumor, un comentario o el chascarrillo, sin que la no confirmación de dicha noticia sea motivo de rectificación alguna.

En la prensa deportiva se puede salir con cualquier noticia. No importa que una portada asegure categóricamente que tal o cual jugador va a ser fichado por tal o cual equipo y que al día siguiente esa noticia sea, no ya desmentida por el jugador o por el club, sino desmontada por los hechos, es decir, que ese jugador renueva su contrato o ficha por otro equipo diferente. Cuántas veces en este tipo de prensa se ha anunciado un fichaje que nunca se ha producido.

Es el todo vale lo que prima. Por eso no importa si se calientan los partidos con declaraciones previas o con titulares que llaman poco menos que a la guerra. No importa si se exacerba la rivalidad entre dos aficiones o entre dos directivas. No importa si se humilla al equipo contrario o se pone a un jugador a los pies de los caballos. Baste como ejemplo el titular de un diario sevillano el lunes 19 de abril, que titulaba “Faltó rematarlo” y, como subtítulo, “Tal equipo no es capaz de matar a su contrincante inferior”. Sobran las palabras.

Pero no sólo eso, sino que ni siquiera se trata de disimular el favoritismo por un equipo u otro. No es que a estas alturas de mi carrera crea en la objetividad, pero las formas son las formas.

Eso sí, la prensa deportiva en nuestro país vende cientos de miles de periódicos. Y luego diremos que en España no tenemos prensa sensacionalista.

jueves, 15 de abril de 2010

"Hiperlocal": la información de lo que ocurre en la puerta de tu casa

Ya no basta con la información de tu ciudad, de tu municipio. Ahora, gracias en parte al periodismo ciudadano, a las redes sociales y a los blogs, la apuesta es ofrecer noticias de lo que ocurre en la puerta de casa, en nuestro barrio, en las manzanas más próximas. La información ya es "hiperlocal".

¿Se imaginan que en España un diario económico incluyese en sus páginas un suplemento de información local? Pues eso, más o menos, es lo que acaba de hacer “The Wall Street Journal” que, de la mano de Rupert Murdoch Lha decidido competir directamente con “The New York Times” en su ciudad utilizando como arma la información local, una de las secciones más importantes de la “Dama Gris”.

¿Se imaginan que el diario más vendido en nuestro país fuese un regional, tuviese la redacción en una ciudad de poco más de 300.000 habitantes y contase con 40 ediciones diferentes? Pues eso es lo que ocurre en Francia, donde “L’Ouest France”, que tiene su sede en Rennes, la capital de Bretaña, vende más de 800.000 ejemplares diarios y edita casi medio centenar de ediciones con información local diferenciada para cada una de ellas.

¿Se imaginan un sitio web en el que poder encontrar información local de 160 ciudades de Estados Unidos, Canadá, Reino Unido o Australia procedente de blogs, redes sociales o publicaciones digitales de noticias? Pues eso es Fwix, un auténtico fenómeno informativo que se nutre del periodismo ciudadano, de contenidos vertidos por los internautas a través de portátiles, teléfonos móviles… y que ha llegado a un acuerdo con “The New York Times” para facilitar información local a su edición online.

Otro caso similar al de Fwix.com es el de EveryBlock, que es capaz, en función de una localización geográfica como un código postal o un barrio filtrarnos información sólo de lo que ocurre en ese ámbito. La empresa, nacida en Estados Unidos en 2007 con noticias para New York, San Francisco y Chicago, se ha extendido ya a 16 ciudades y cuenta con cientos de “suministradores” de contenido informativo, desde fuentes oficiales hasta periodistas. A partir de ahí, cada usuario recibe sólo aquellas noticias de su entorno más cercano.

Propuestas similares son The Local, que trabaja con “The New York Times” y que ofrece información de dos barrios de Brooklyn y tres ciudades del estado de New Jersey, o Patch.com, presente en cinco estados, entre ellos New Jersey, New York o California. En todos los casos trabajan tanto periodistas profesionales como ciudadanos que envían sus informaciones, fotografías o vídeos, luego revisadas por un consejo editorial.

Son sólo algunos ejemplos de la importancia que la información local tiene y de hacia dónde se dirige el mercado: lo hiperlocal –o microlocal, como prefieren llamarlo otros expertos- es una apuesta clara por un modelo de negocio en el que lo más importante es la cercanía al lector, la capacidad, en tiempos de globalización, de ofrecerle información sobre lo que le rodea, lo que le afecta directamente en su día a día.

Aunque no existen propuestas similares en nuestro país de llevar el periodismo a tales niveles de concreción, sí es cierto que algunos diarios, sobre todo en el norte de España, cuentan con ediciones impresas para distintos municipios o comarcas. Pero esa “hiperlocalidad” han tratado de cubrirla, con desigual resultado, las publicaciones gratuitas. Con una economía de guerra en la mayoría de los casos y escasos medios –se trata casi siempre de pequeñas y medianas empresas-, han cubierto ese nicho informativo que los grandes diarios no alcanzan a tapar, trabajando a pie de calle y dando empleo a centenares de periodistas en toda España.

El trabajo conjunto de los diarios con esta prensa gratuita hiperlocal –que reducen su ámbito al barrio o al distrito- es una opción informativamente útil para el lector y económicamente interesante para ambas partes.

viernes, 9 de abril de 2010

La información local, la clave del periodismo


Raro es el periodista que no aspira a cubrir la información política y parlamentaria, a ser corresponsal o a realizar grandes reportajes de investigación. Raro es el medio que no desea una gran exclusiva de trascendencia nacional o, por qué no, internacional. Rara es la empresa periodística que no anhela que sus noticias sean comentadas en los informativos de las más importantes cadenas de televisión o en las principales emisoras de radio del país. Las secciones de Nacional e Internacional abren los diarios, sin olvidar Economía, Sociedad o, incluso Deportes.

Sin embargo, al lector, o al oyente o al telespectador, es decir, a aquéllos que conforman la audiencia o la difusión de un medio, no son necesariamente este tipo de noticias las que más les interesan. No abren el periódico buscando las palabras del líder político de turno ni el último escándalo ni si los vocales del Tribunal Constitucional han sido reelegidos o sustituidos. Tampoco se levantan ansiosos por las mañanas por conocer los resultados de las elecciones en Bolivia o Ucrania –ni siquiera les quita el sueño quien gobierna en Portugal o Alemania-. Es muy probable incluso que se salten las páginas de economía, que no hayan leído nunca las cotizaciones de Bolsa o que no sepan ni por dónde caen las páginas de opinión de su periódico.

Pero hete aquí que muchos, una gran mayoría, sí que leen la sección de información local, ya sea para saber qué calles de su ciudad están cortadas, para conocer cuando acabarán las obras que le torturan cada día o para enterarse de cómo fue el atraco o el incendio del día anterior. También, probablemente, quieran saber las actividades culturales en su barrio, el horario de esa exposición que tanto desean ver o la programación de La Noche en Blanco, el Día de la Arquitectura o la Semana de los Museos.

Sí, seguramente ningún periodista sueñe con hacer información local –salvo excepciones-, pero es la base del auténtico periodismo, donde se aprende a pisar la calle, a buscar fuentes, a hacer pasillos, a abrir los ojos, a entablar contactos o a destapar escándalos. Es cubriendo un pleno municipal, la asamblea de una asociación de vecinos o visitando unas obras donde está la clave de esta profesión.

Es la cercanía al vecino –al lector en definitiva- la que marca este trabajo, por que, aunque lo perdamos de vista en demasiadas ocasiones, es para quien compra nuestro periódico o ve o escucha nuestro medio para quien trabajamos. No para el resto de medios, no para que se hable de nosotros en la competencia, no para la galería ni para llenar titulares. El ego es el ego, vale, pero hay una cosa que se llama profesionalidad, que debería guiar nuestra labor.

El periodismo local es despreciado por los compañeros, aunque sea el preferido de los lectores. Pero es lo local, lo “hyperlocal” como aseguran los gurús de la comunicación, lo que sacará a la prensa escrita de la crisis. Es la cercanía, la información pegada a la calle, la que nos podrá diferenciar de la globalización. Es rascar el día a día de los ciudadanos, saber qué quieren saber, qué les interesa, qué les afecta lo que marcará el éxito o no de un medio. Es la foto propia –y no la de agencia que se repite en todas las portadas- la que nos hace diferentes, la información propia, conseguida únicamente estando ahí, la que nos hace únicos.

Ese “hiperlocalismo” es lo que explica el triunfo de los periódicos “de provincias”, como con desprecio se les llama en Madrid. Y curiosamente en Madrid, donde la información local da para llenar páginas y páginas, no hay un diario local, sino secciones de local, reducidas muchas veces a su mínima expresión.

Son muchos los periódicos fuera de nuestro país, especialmente en Estados Unidos o en Francia, donde la prensa regional tiene gran fuerza. En España, el ejemplo más claro sería el de El Correo.

Uno de los casos quizás más paradigmáticos de este tipo de periodismo es el de “L’Ouest France”, el diario más vendido del país vecino, con unos 800.000 ejemplares diarios -el doble que "Le Monde" o "Le Figaro"-, unas 40 ediciones diferentes y más de 500 periodistas en plantilla. Tiene su sede en Rennes, capital de Bretaña, y basa su estructura informativa en las noticias locales.

Local, local y más local. Periodismo en estado puro y un negocio. O eso es al menos lo que aseguran muchos expertos, que han visto en lo “hyperlocal” la forma de hacer rentables sus periódicos. Aunque esto es España.

jueves, 8 de abril de 2010

Los blogs pisan cada vez con más fuerza

Información, sí, pero no sólo. Está claro que los internautas españoles utilizan la red para mantenerse informados, pero también para informar. Internet ha dinamitado el tradicional esquema de la comunicación lineal, es decir, emisor, canal, receptor, siendo el canal el medio de transmisión del lenguaje. La web 2.0 ha hecho que la frontera entre emisor y receptor haya, si no desaparecido, sí mutado en una vía de doble sentido, en la que ambas figuras son tanto la una como la otra. De este modo, lo que diferencia a un medio de comunicación de cualquier otro emisor es simplemente su “profesionalidad” como canal y, por tanto, la confianza que genera al resto de internautas.

Sin embargo, se hace camino al andar, razón por la cual, conforme pasa el tiempo y la red madura, la figura de los bloggers o blogueros, es decir, aquellas personas –o grupos- que disponen de un blog, gana importancia cada día. ¿Qué aportan los blogueros al proceso de la comunicación? Evidentemente, hay de todo: desde los que tienen un espíritu puramente periodístico hasta los más íntimos y de carácter personal. Y lo que aportan, sin duda, es confianza –característica que comportan con los medios de comunicación tradicionales- y, al mismo tiempo, una cierta dosis de irreverencia y de atrevimiento, que sitúa los “posts” o anotaciones que incluyen, más cerca de la confidencia que de la noticia, más cerca de la opinión que de la información. Es decir, en muchas ocasiones nos genera más confianza saber qué piensa alguien sobre determinada noticia que la noticia en sí misma.

Y como ratificación de esta realidad, nada mejor que los datos. Así, según el estudio “La blogosfera en España”, realizado por Nielsen Online, compañía especializada en la medición de audiencias en Internet, el 52,2% de los internautas españoles confiesa consultar con frecuencia blogs para obtener “información extraoficial, muchas veces políticamente incorrecta, pero diferente a la que se vierte en los medios de comunicación convencionales”.

Este informe revela que el pasado mes de febrero “la red contabilizó más de 25 millones de usuarios, de los cuales un total de 13,1 millones acudieron a blogs con el objetivo de consultar temas de actualidad desde un punto de vista personal, conocer la opinión de los blogueros más populares, así como obtener información de interés al margen de los medios online tradicionales”.

En cuanto a los usuarios de la red que visitaron medios de comunicación online de información general sumaron un total de 15,1 millones de usuarios, sólo dos millones más que las visitas recibidas por los blogs, lo que constata que se trata de una auténtica opción a la hora de estar informado, aunque habría que matizar que en la mayoría de los casos, no se trata de internautas diferentes sino que la mayoría de personas que acuden a los medios digitales son también usuarios de los blogs.

Destaca, sin embargo, el hecho de que los blogs más influyentes no sean precisamente los periodísticos, sino los relacionados con la tecnología -últimos gadgets, sistemas informáticos, Internet, móviles, videojuegos…-. De este modo, Alt1040.com, xataka.com y fayerwayer.com, los tres “tecnológicos”, son los más influyentes, seguidos de trendencias.com, relacionado con la moda y las tendencias. Entre los 10 primeros clasificados en este ranking, sólo el décimo, elblogsalmon.com, podría definirse como de información, económica en este caso.

Según Nielsen Online, a partir de su herramienta Blogpulse, en la actualidad están identificados más de 126 millones de blogs en todo el mundo y cada veinticuatro horas se abren más de 42.000 nuevos. En lo que se refiere a España, hasta el momento, se contabilizan un total de 166.000 bitácoras, aunque este dato está en constante crecimiento. Estas cifras explican que la audiencia en España haya crecido en el último año un 13% en este canal y, en concreto, un 19% en el caso de los blogs profesionales.

jueves, 1 de abril de 2010

Periodistas, más calle y menos mirarnos el ombligo

Me resulta admirable el gran número de periodistas presentes en las redes sociales y, más aún, los muchos usuarios de Twitter que disertan -disertamos- sobre el periodismo, las nuevas tecnologías, el entorno digital... Son legión los asesores de comunicación, profesores universitarios, consultores, conferenciantes, blogueros, especialistas en nuevas tecnologías y no sé cuantas cosas más, lo cual me parece abrumador por la cantidad de gente interesada en hablar de los propios medios y de su futuro. Sin embargo, he de reconocer que echo de menos algo más de periodistas periodistas, de redactores de a pie de calle, de esos que se patean las aceras buscando noticias, de esos que esperan en la puerta de un juzgado o tratan de rascar algo en una rueda de prensa, de los que pasan poco tiempo en las redacciones y apenas se ponen delante del ordenador más que para editar sus informaciones.
Sé que es un trabajo duro y del que, tarde o temprano, casi todos intentan huir, para ser todas esas cosas que he citado anteriormente o, por lo menos, para ser jefes de sección o redactores jefes o lo que sea, que en la calle hace frío. Pero son esos periodistas los que hacen los medios, los que llenan las páginas de los diarios y los minutos en radio y televisión. Son esos reporteros, noticieros, corresponsales o, simplemente, curritos, los que hacen de esta profesión algo bonito. No sé, no recuerdo que cuando decidí pasar por la facultad de Periodismo mi ilusión fuese ser consultor en comunicación, ni asesor. Ni siquiera organizador de congresos. No. Yo lo que deseaba era buscar buenos temas y escribir. Simplemente.
No quiero hacer con esto una crítica a estos nuevos derroteros del periodismo. Más bien al contrario. Nunca antes tanta gente había compartido sus pensamientos, sus ideas, sus reflexiones sobre esta profesión. Pero no debemos perder de vista qué somos, a qué nos dedicamos, de dónde venimos, para qué estamos. Porque si lo hacemos, esto se acaba porque nadie nos quiere por lo que pensamos de la profesión, sino por la profesión a la que nos dedicamos.