jueves, 27 de enero de 2011

¿Será Twitter el principal medio de comunicación del futuro?

Leo en el blog del periodista Carlos Salas “Diarios del capitán Snorkel” un post de la pasada semana titulado “¿Y si en el futuro nos leyeran a través de Twitter?” en el que plantea si no será esta red social el medio de comunicación del futuro. A priori, para aquéllos que no estén familiarizados con Twitter o no le den un uso más o menos profesional, tal afirmación puede resultar un tanto exagerada. Sin embargo, para los que sí que estamos enganchados a los 140 caracteres y contamos entre nuestros “seguidores” y “siguiendo” con una inmensa mayoría de cuentas vinculadas con el mundo de la comunicación, ya sean periodistas –multitud en esta red social-, ya medios, esta afirmación no nos resulta en absoluto fuera de lugar.

Asegura Carlos Salas en su blog que “Twitter se adapta al mensaje periodístico como un anillo al dedo. ¿Por qué? Porque la gente entra en Twitter para estar al día, o a la hora, o al minuto, porque eliges la fuente de noticias (un gurú, un amigo, un periódico...) y porque los mensajes cortos te permiten leer muchos en poco tiempo. Las noticias bien tituladas o las informaciones candentes de última hora son ideales para este medio de mensajería corta”.

Reconozco que podría suscribir casi palabra por palabra lo arriba expuesto. Pero es que, además, una red social de este tipo, en la que los mensajes equivalen al titular de una noticia y van acompañados en la mayoría de las ocasiones de un enlace a la información que menciona, son una importantísima fuente de entradas a los medios digitales. De hecho, según un estudio elaborado por CNN, hasta un 43% de las noticias que son “distribuidas” a través de la red lo son a través de las redes sociales, frente a un 30% por el correo electrónico o el 15% vía SMS. Pero, además, la clave está en dar con los lectores “influyentes”, es decir aquéllos más activos en el uso de estas herramientas: el 27% de ellos –aquellos que rebotan al menos seis enlaces a la semana- son los responsables del 85% de las informaciones que se mueven por Internet. De modo que tener a éstos en nuestra comunidad nos garantiza un éxito seguro.

Y es que, cualquier medio online que no tenga capacidad para que sus noticias sean distribuidas en las redes sociales tiene asegurado un déficit de visitas importantes pues, de acuerdo con los datos más recientes en este sentido, Facebook ya prácticamente ha alcanzado a Google News como agregador de noticias a las webs de información, algo que muy pronto pasará también con Twitter, pues su progresión en cuanto a número de usuarios crece cada año, muy especialmente entre los países castellanohablantes.

¿Pasa entonces el futuro de los medios digitales por su repercusión en las redes sociales? Rotundamente, sí. Sin datos aún en lo que se refiere a los medios españoles, y hablando simplemente por mi experiencia, estoy seguro de que el número de internautas que llega a cualquier medio online a través de Twitter o Facebook crece cada día y es ya un porcentaje importante sobre el total de visitas.

Aun a sabiendas de que estas aplicaciones son pasajeras y de que ignoro cuánto tiempo durará esta red social, de lo que no me cabe duda es de que sea ésta u otra similar, los informadores tendrán que acostumbrarse a titular en 140 caracteres –menos si tenemos en cuenta que hay que incluir el enlace- y que si no son capaces de hacerlo de forma interesante y atractiva para el lector, sus noticias serán muy poco leídas, por más que la información sea la bomba. Y esta misma norma es aplicable a los blogs y a cualquier soporte que desee captar la atención de los internautas. Y si no, al tiempo.

miércoles, 19 de enero de 2011

Para todas y todos los izaskun que eligieron ser periodistas

Escribía recientemente Izaskun Pérez en su recomendable blog Alderrai un bonito post que, bajo el título "Elegí ser periodista", hacía un recorrido por su corta pero intensa trayectoria profesional. Era un relato de esos que invitan a dedicarse a esto, de esos cargados de pasión y entusiasmo escrito por alguien que, esa es la sensación que da al menos, exuda periodismo por todos los poros de su piel. Y reconozco que, en mayor o menor medida, me sentí identificado con ella y eché de menos más gente en esta profesión que desee realmente estar en la calle, y no en un despacho o en una redacción sin moverse del sillón, hacer cosas nuevas, asumir riesgos, buscar la noticia hablando con los testigos directos, huir de las notas de prensa...
Para alguien que la cuarentena la acaba de dejar atrás y con dos décadas de periodismo ya a la espalda, que ha toreado en plazas buenas, malas y muy malas, que ha escrito en medios de postín y en otros más pequeños pero igual de importantes, si no más, que ha entrevistado a ilustres personajes y ha hecho publirreportajes de tiendas de cortinas y almacenes de patatas gallegas, que ha pateado mucha, muchísima calle y pasillos y despachos y sótanos, que ha sacado noticias de donde no las había, que le ha echado toneladas de imaginación a esto, que me jode cada vez que alguien se queja de vicio y al que llegaron a apodar "búscate la vida"... Para alguien, en definitiva, que ha dedicado muchas horas a esto y que sabe que esta profesión no se mide sólo por la audiencia de los medios para los que trabajas, sino por la pasión que le pones a lo que haces, historias como la de Izaskun (Nuksazi en su cuenta de Twitter) le devuelven la fe en este oficio, aunque también le provocan una media sonrisa al imaginar los desengaños, decepciones y desilusiones que le quedan por vivir... o no.
Y es que, aunque adoro este trabajo y sé que soy un privilegiado por tener lo que tengo, no es menos cierto que he dejado atrás buena parte de esa pasión ciega del principio, de esa dedicación plena que me hacía echarle más horas a esto de las que tiene el día. También tuve la etapa "hombre empresa" en la que me preocupaba por el medio más que sus propios dueños; sufrí también el síndrome "soy imprescindible", que se me fue curando según fui cambiando de trabajo y me fui dando cuenta de que nadie lo es y de que la vida sigue sin uno; padecí igualmente el virus del "no entiendo a la gente que está deseando irse a casa", que superé cuando tuve hijos y mis prioridades vitales cambiaron.
Quiero decir con todo esto que el tiempo tiene la gran virtud de poner a cada uno y a cada cosa en su sitio, más tarde o más temprano. Y ese tiempo es el que me hizo entender que hay vida fuera de esto. Y no sólo eso, sino que, poco a poco, ha ido naciendo en mí cierta lástima hacia quien, dejada atrás la pasión juvenil de los inicios, no tiene vida fuera de esto.
Quizás Izaskun no pierda jamás ese ímpetu ni esa pasión. Quizás incluso esté dispuesta a renunciar a una vida familiar más o menos estable -dentro de lo poco estable que es la vida de un periodista- en favor de vivir más volcada en el trabajo. Puede que, incluso, no le asalte nunca la sensación de pánico que a mí me empieza a abordar cada vez con más frecuencia: llevo dos décadas dedicadas a este trabajo y aún me quedan más años de los que he trabajado para que pueda dejarlo. Es posible incluso que las y los izaskun que están empezando no se atormenten imaginándose pateando la calle, recorriendo ruedas de prensa o persiguiendo declaraciones micrófono en mano entrados en los sesenta. Porque en un momento dado todos nos imaginamos que a la edad de la jubilación estaremos en un despacho con un cargo importante o como columnistas de postín, tertulianos de televisión o conferenciantes. Pero eso, todos los sabemos, no es posible. Las promociones masivas de periodistas salidas de las facultades de Periodismo a partir de los años ochenta no pueden acabar todas en lo más alto de la pirámide y la vida en los escalones más bajos es dura, sobre todo si compartimos redacción con gente a las que se dobla en edad.
No, no es mi intención desalentar a nadie. Ni siquiera adelantar acontecimientos. Es posible que yo haya evolucionado mal o que me haga demasiadas preguntas. Pero esa realidad está ahí, ese futuro no sólo es probable, sino bastante posible. Porque todos en algún momento querremos que se aproveche nuestra experiencia, que se nos reconozca nuestro trabajo. ¿Cuántas personas mayores de 50 años nos encontramos cubriendo ruedas de prensa, en los aeropuertos buscando declaraciones con una grabadora o un micrófono o metiendo codos para lograr un canutazo?
Sólo pido que los y las izaskun como Nuksazi tengan la oportunidad de recorrer todo ese camino -el mismo que yo y tantos como yo hemos recorrido- y que cada cual llegue a sus propios conclusiones.

domingo, 16 de enero de 2011

O periodismo o ciudadano

Reconozco abiertamente que no sé cómo jerarquizar en mi cabeza el denominado periodismo ciudadano. Por un lado, no puedo negar su interés, su oportunidad, su frescura y, si me apuran, su valor informativo. Sin embargo, me cuesta considerarlo Periodismo, al menos tal y como yo entiendo esta profesión.
Entiendo que hay para quien el único requisito que debe cumplir un periodista es escribir en un medio de comunicación, pero para mí ser periodista es mucho más. Más allá del debate sobre si hay que estudiar Periodismo para ejercer o no, creo que esta profesión sí que requiere unas normas y unas exigencias.
Quiero decir con ello que me parece muy loable que un señor con su cámara de fotos pase por un lugar en el que en ese momento se está produciendo una carga policial, un accidente de tráfico o una agresión y logre una instantánea fantástica y que la envíe a un medio contando lo que ha ocurrido. Pero eso no es periodismo. Al final, siempre deberá haber un profesional que calibre la importancia de esa noticia, que la valore en su justo medida, que contraste la información que se le ha hecho llegar, que trate de aportar más datos... que ofrezca, en definitiva, ese valor añadido que sólo un profesional le puede dar. Porque cualquier noticia, cualquier información, no es ajena a un contexto, a una categorización. Las informaciones son importantes o no en función del resto de cosas que hayan ocurrido, en función de su carácter extraordinario o de otros factores.
Por este motivo, dejar el Periodismo, con mayúsculas, en manos de los ciudadanos es como darle una porra y una pístola al primero que pase y darle poderes policiales. Sin duda, la mayoría tratará de hacer Justicia, pero la suya. Así, a cada ciudadano su foto, su noticia, le parecerá la más importante. En el momento en el que haya un profesional que filtra y que decida si es importante o no, si es digna de ser publicada o no, ya no estaremos hablando de ciudadano, y si el ciudadano la publica por su cuenta y riesgo en un blog o en algún medio "sin control", dejará de ser periodismo.
Considero que ser testigo, supervisar, monitorizar, dejar constancia, recoger datos, inspeccionar... es otra cosa. ¿Acaso es Periodismo el trabajo de los observadores internacionales en unos comicios, de los mediadores en conflictos, de los agentes censales que recogen datos, de los inspectores que vigilan el cumplimiento de las leyes? Tampoco creo que lo sea -aunque insisto en que no minusvaloro en absoluto su valor documental- lo que escribe un individuo en su Twitter contando lo que ocurre a su alrededor, por apasionante o peligroso que esto sea. Relatar no es lo mismo que hacer periodismo.
Por tanto, creo salvo honrosas excepciones, es difícil considerar como periodismo lo que no deja de ser estar en el lugar oportuno en el momento oportuno, lo cual no quiere decir que el producto de esa "casualidad" deje de tener valor o no deba ser publicado. Pero Periodismo es otra cosa, no sé si mejor o peor, pero otra cosa.

jueves, 13 de enero de 2011

Lo que trae 2011 al mundo de los medios

Comenzamos una década que, estoy seguro, será decisiva en cuanto al futuro de los medios de comunicación. Con Internet ya consolidado definitivamente como soporte informativo, con el ADSL como servicio básico en buena parte de los hogares; con tecnologías inalámbricas que ya forman parte de la vida cotidiana de millones de personas en todo el mundo –wifi y bluetooth fundamentalmente-; con la tecnología necesaria para que los dispositivos móviles estén conectados permanentemente a la red y ofrecer vídeo, audio o web; con las tabletas inundando ya el mercado a precios cada vez más asequibles; con la televisión conectada a Internet en un único aparato…

Con todos estos mimbres se ha de tejer el panorama mediático del futuro y quien no sea capaz de adaptarse a ellos en estos próximos años –tiempo hay más que de sobra para hacerlo-, no sobrevivirá.

En este sentido, la pasada semana Mashable, uno de los blogs más prestigiosos del mundo entre los dedicados a las noticias tecnológicas y relacionadas con el mundo web, establecía un decálogo con las 10 predicciones para el sector de los medios de cara a 2011, entre las que destacan: filtraciones y periodismo, un nuevo tipo de medio de comunicación –a raíz del fenómeno Wikileaks-; un aumento de las fusiones y adquisiciones de compañías del sector; el nacimiento de medios sólo para tabletas y soportes móviles; el consumo de noticias basado en la geolocalización –en relación con redes sociales como Foursquare o Gowalla- a través del móvil o cualquier dispositivo con GPS o conectado a la red; la lucha entre las redes sociales y los buscadores como medio de acceso a las noticias –Google manda actualmente, pero el crecimiento de Twitter y Facebook en este sentido es imparable-; la “muerte” del corresponsal extranjero, debido a la crisis y al auge del periodismo ciudadano; la adopción por parte de los medios de una estrategia en cuanto a las redes sociales, como herramienta fundamental de trabajo y de comunicarse con sus lectores; y la implantación de la televisión interactiva, es decir, la televisión conectada a Internet.

En cualquier caso, estamos hablando de perspectivas y de posibilidades tecnológicas. Sin embargo, tal y como ocurre con los medios digitales, para asegurar su puesta en marcha hace falta aún encontrar el modelo de negocio que las haga rentables. Porque otro de los retos de esta nueva década –quizás el más grande por cuanto ha de vencer la mayor barrera- será el cobro por contenidos.

Parece evidente que el “gratis total” tiene los días contados. O eso, o los medios no podrán sobrevivir sin ingresos.

sábado, 8 de enero de 2011

Periodistas 2.0 vs. vieja guardia, ¿incompatibles o complementarios?

Si bien es cierto que a los periodistas sólo se les puede dividir entre buenos y malos, es decir, aquéllos que hacen bien su trabajo y quienes no quieren, no pueden o no saben hacerlo, no lo es menos que observo muchas diferencias entre unos y otros en función de la edad, especialmente entre los más jóvenes, es decir, los menores de 30 años, y los que sobrepasan el medio siglo. En medio se situaría un tercer grupo a medio camino entre el periodismo digital y la vieja guardia, algo así como una generación de transición que, sin ser nativos digitales, se adaptan como pueden a los nuevos tiempos.
Es curioso observar cómo los de más edad adoptan distintas posturas ante las nuevas herramientas que la tecnología ha puesto en sus manos y que van, desde el desprecio más absoluto, hasta el encomiable intento de no quedarse atrás, pasando por quienes, aun reconociendo su utilidad, no se sienten con ánimo ni fuerzas suficientes como para cambiar de hábitos.
En el extremo contrario están las nuevas generaciones de periodistas; son menores de 30 años, han crecido con Internet, están constantemente conectados a través de las redes sociales, no conciben su vida sin un teléfono móvil, no saben qué es vivir sin correo electrónico, miran el fax con una mezcla de sorpresa y desconocimiento y sólo conocen las máquinas de escribir de oídas. Sin embargo, todo eso no les hace mejores profesionales.
Como generación puente, es decir, lejos aún de la jubilación, pero con dos décadas de experiencia a la espalda, miro con frecuencia a ambos lados y compruebo lo lejos que están unos de otros, lo radicalmente distintos que son y lo seguros que están tanto unos como otros de tener toda la razón.
Por eso, ahora que gracias a las redes sociales son constantes los eventos organizados para hablar de esta maravillosa profesión –café&periodismo, BCN Medialab, Evento Blog España (EBE), el Laboratorio de Periodismo de la Asociación de la Prensa de Madrid…-, echo en falta alguno que aborde este salto generacional, esta distinta manera de ejercer el oficio, este especie de diferenciación entre el periodismo tradicional y el online.
Y considero que es necesario abordar este tema porque creo que es mucho lo que tienen que aprender unos de otros. Probablemente, nunca habían estado conviviendo y trabajando al mismo tiempo dos maneras tan distintas de trabajar. Así, frente a la vieja guardia que se siente en la calle como pez en el agua, que conoce en persona a todas sus fuentes, que hace valer sus contactos en cualquier situación, que odia la redacción y que ama ese aire bohemio y de libertad que siempre ha tenido este trabajo, se encuentran esos jóvenes profesionales nacidos en la década de los ochenta, que se manejan en la web sin problemas, que saben buscar un dato en Internet en cuestión de segundos, que se enteran a través de Twitter de qué se está cociendo, antes de que ninguna agencia lance un teletipo…
¿Por qué renunciar a lo mejor de ambos mundos?, ¿por qué no tratar de combinar ambas formas de hacer periodismo? No podemos permitirnos el lujo de desaprovechar el talento de una generación que muy pronto dejará de trabajar, igual que éstos no deberían perderse lo que la tecnología es capaz de hacer.
Para los más jóvenes, más calle y menos redacción; más hablar con las fuentes y menos nota de prensa y comunicado oficial; más informaciones propias y de primera mano y menos datos de wikipedia. Para los más talluditos, más humildad y menos soberbia; más capacidad de aprendizaje y menos cerrazón; más predisposición a aceptar las nuevas tecnologías y reconocer su aportación y menos desprecio por desconocimiento. Así, sin duda, la profesión y los lectores saldrán ganando.

martes, 4 de enero de 2011

El tamaño, en la Prensa, sí importa: sin suficientes medios técnicos y humanos no se puede hacer buen periodismo

Reconozco que la idea que Pedro J. Ramírez tiene del periodismo dista mucha de la mía, fundamentalmente por su abuso del no dejar que la realidad estropee un buen titular. Sin embargo, leyendo su Carta del Director del pasado domingo 2 de enero, me he sorprendido compartiendo gran parte de lo que dice en la última parte, aquella que dedica a hablar del fortalecimiento de la prensa de calidad "para servir a la verdad".

Más allá de que no creo en la verdad, pues hay tantas como personas, sí que asumo palabra por palabra algunas de sus afirmaciones: "En nuestro país sólo existen media docena de redacciones de otros tantos diarios con los suficientes efectivos, talento y determinación como para satisfacer el derecho a la información de los ciudadanos mediante una cobertura completa de la actualidad [...] Sin el oneroso despliegue permanente de esos diarios de referencia dentro y fuera de España, las tertulias de la radio y la televisión, así como la mayor parte de los foros digitales se convertirían en cáscaras vacías, condenadas al onanismo de comentar sus propios comentarios. [...] Pues bien, si no somos capaces de encontrar pronto un nuevo modelo de negocio en el sector, sólo nos quedará la opción de gestionar nuestra propia decadencia.[...] Tal y como se han dado cuenta los grandes quality papers mundiales, el futuro de la prensa pasa por el desarrollo multisoporte y el cobro por productos con alto valor añadido, distribuidos electrónicamente".

Evidentemente, el director de El Mundo no hace otra cosa que vender su Orbyt y tratar de convencernos de que su modelo es el mejor, pero, en cualquier caso, no deja de ser cierto que hay que tomar medidas y hay que hacerlo ya.
No creo en la muerte del papel, no al menos en un plazo corto de tiempo, pero sí que pienso que los diarios impresos que se hacen actualmente están caducos y aportan poco o nada a los lectores, tal y como está planteado.
Y, evidentemente, para hacer un producto digno, para aportar ese valor añadido, la gratuidad no es el camino. No quiere decir esto que algunos contenidos no puedan ser gratuitos, pero aportar algo de calidad no es barato. Si requerimos la opinión o el análisis especializado de un experto, ¿acaso le van a pagar los lectores con aportaciones voluntarias? Está claro que no.

Creo en la convivencia de medios y de soportes. Estoy seguro de que hay sitio para los diarios gratuitos y para los de pago, para las web de noticias nativas y para las versiones online de los periódicos de papel. Del mismo modo que la televisión generalista no es obstáculo para que existan temáticas de pago o que el cine no impide que se puedan ver películas en televisión gratuitamente, también creo que el pago online por disfrutar de determinados contenidos no impide que existan otras gratuitas. Sin embargo, también considero que una pequeña redacción con un par de periodistas en plantilla y un puñado de colaboradores y columnistas no puede ofrecer lo mismo que la versión online de un diario grande en papel. Y ni lo puede ofrecer ni podrá, porque para investigar, para interpretar, para aportar ese valor añadido, hace falta un buen equipo humano que un gratuito en internet, financiado sólo con ingresos publicitarios, no puede sostener.


lunes, 3 de enero de 2011

Piratería, picaresca, Ley Sinde o ¿de qué coño vive un creador si nadie paga por su trabajo?

Asisto asombrado estos días, aunque es un debate que viene de años atrás, a la polémica sobre la "Ley Sinde" y la batalla entre los partidarios de la mano dura contra los piratas y los defensores del "todo gratis". Y reconozco, no sin miedo a ser descalificado, que soy de los que están a favor de las sanciones, de los que defienden que los creadores deben cobrar por su trabajo y de los que creen que la piratería no nos lleva más que a un empobrecimiento cultural.
Pero una de las cosas que más me sorprende es el gran número de periodistas que se manifiestan en contra de la "Ley Sinde" y que abogan poco menos que por el todo vale. Sé que en este tema cualquier postura maximalista es mala y que el descargarse una película o un disco de vez en cuando no hace daño a nadie. Pero esos de vez en cuando, multiplicados por cientos de miles o millones, son los que hacen que el negocio de la cultura se venga abajo.
Porque en el fondo, lo que me molesta es que los "piratas", por simplificar la denominación, no tienen más argumentos que el hecho de que es mejor no pagar que pagar. Así de sencillo. Y eso se puede disfrazar de filosofía, se puede adornar con frases "antisistema", se puede decorar con grandilocuentes sentencias contra las grandes discográficas, Hollywood o quien sea. Pero, de verdad de verdad, lo único que quieren es disfrutar gratis del trabajo creativo de otras personas, en lugar de pagar por ello.
En realidad se piratea igual que se aparca en doble fila o encima de la acera, es decir, porque es más cómodo eso que buscar un sitio para aparcar "legalmente", aunque puteemos a otra persona o impidamos el paso a los peatones. "Si es sólo un momentito" suelen decir. No nos engañemos, se trata de una filosofía de vida: si a mi me va bien, a los demás que les zurzan.
Vamos a ver. Si nadie va al cine a ver una película, nadie paga por un disco o por un DVD, nadie compra un libro o todo el mundo lee el periódico por Internet, ¿cómo se sustenta el negocio? A mí, que me lo expliquen. ¿De qué coño vive un creador si nadie paga por su trabajo? Si a mi periódico nadie le paga por leer mis artículos, ¿por qué habría de pagarme? Yo no puedo ir leyendo mis informaciones a domicilio a cambio de la voluntad. Mi única forma de ganarme la vida es que alguien esté dispuesto a pagar por mi creación. Así de sencillo.
Que todo es mejorable, por supuesto. Que el canon digital es un robo, pues seguramente. Pero que hemos convertido la piratería en algo cotidiano, también. Que la gente se baja más películas de las que nunca podrá ver, también. Que no estamos dispuestos a pagar ni unos céntimos por una canción si hay un modo de conseguirla gratis, también.
Esto tiene un nombre: más que piratería, yo le llamaría picaresca, la típica picaresca española. Somos un país de irresponsables, de cortoplacistas, de darnos igual las consecuencias de nuestros actos siempre que satisfagamos nuestros deseos.
Y lo peor es que estamos creando una generación acostumbrada al todo gratis, aunque, eso sí, dispuesta a pagar 8 o 10 euros por una copa o tres o cuatro euros diarios por un paquete de tabaco. Pero eso sí, pagar por un periódico 1,20 euros, un producto que tiene detrás el trabajo de centenares de personas, nos parece caro. No entiendo absolutamente nada.