jueves, 3 de junio de 2010

Todos para uno... o cómo los grupos de comunicación se retroalimentan

¿Elegir, por qué elegir? Por alguna extraña razón, parece que nos vemos en la disyuntiva de tomar decisiones drásticas: periódicos en papel o digitales; televisión convencional o a la carta; programación radiofónica habitual o podcast; libros impresos o electrónicos; streaming o descarga; cine en gran pantalla o en casa…

¿Quién podía pensar hace un siglo, tras el nacimiento del cine, que cien años después el teatro gozaría de tan buena salud?, ¿quién habría imaginado, después de la llegada de la televisión, que la radio continuaría, no sólo vivita y coleando décadas más tarde, sino ajena a las crisis que sufren otros soportes? ¿Y qué dirían los gurús de la época sobre el futuro de la música en directo tras la invención del disco?

Lo que parece claro es que los nuevos soportes no tienen por qué sustituir a los anteriores. Y no sólo eso, sino que la tendencia parece que avanza hacia una complementariedad de unos con otros o, lo que es lo mismo, una integración vertical que se retroalimenta y que genera contenidos que nutren a todas las partes del todo. ¿Qué quiere decir esto? Pues que el futuro no es de la televisión, ni de la radio, ni de los periódicos en papel ni de Internet, sino de un grupo de piezas que funcionan de manera autónoma pero que, además, ensambladas, forman un conjunto que, ese sí, debe ser rentable como empresa.

Desde luego, esa parece la tendencia. Canales de televisión y emisoras de radio del mismo grupo mediático que invitan como tertulianos a los periodistas de su propio diario, mientras que éste entrevista al protagonista de la serie que estrena el canal de la “casa” o al presentador que empieza nuevo programa en la radio. Lectura y análisis en un informativo televisivo de las noticias del periódico propio o comentarios sobre la exclusiva del día… Parafraseando al periodista Enric González, “las sinergias consistían en que el diario del grupo defendiera a la radio del grupo, que a su vez defendía los intereses televisivos del grupo, y así sucesivamente. Se creaba de esta forma un bucle, un circuito cerrado de autopromoción”.

En estos tiempos de fragmentación de las audiencias, de consumo de contenidos a través de diferentes soportes, las sinergias son fundamentales para tratar de rentabilizar al máximo los productos. Además, en momentos en que la difusión de los periódicos está de baja, nada mejor que potenciar su lectura desde el resto de medios.

Y todo esto es ampliable, por supuesto, a las ediciones digitales. Los grupos saben que en Internet su valor más importante es la marca. En medio del maremágnum de blogueros, “periodistas” ciudadanos, confidenciales de dudosos orígenes, publicaciones online aparecidas de la nada y sospechosos foros de debate, nada mejor que la credibilidad y el rigor que le aporta a una web tener detrás el nombre de un diario, de una cadena de televisión o de una emisora de radio. Hoy por hoy, la red atrae a millones de internautas a los medios, pero no genera ingresos suficientes, mientras que los periódicos, pese a la caída de las ventas, no han perdido un ápice de su prestigio y siguen siendo los grandes proveedores de noticias y de referencias informativas de la sociedad, y eso es clave para marcar tendencias y para seguir manteniendo su influencia mediática, cultural, económica y social.

Esa es la principal baza de los grandes grupos de comunicación, que, como transatlánticos, navegan por un proceloso mar en el que muchas embarcaciones pequeñas tratan también de pescar aprovechando sus ventajas: la rapidez y la agilidad.

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