jueves, 17 de junio de 2010

¿Somos conscientes de cómo sería un mundo sin periódicos?

Al contrario de lo que ocurre con la radio o la televisión, que son medios de comunicación masivos, la prensa de pago es, y cada vez de forma más acentuada, un soporte minoritario cuyas compradores son apenas el 10% de la población. Por tanto, muchos ciudadanos viven ajenos por completo al periodismo escrito y, para muchos de ellos, la desaparición de un periódico, la reducción de su plantilla o la pérdida de calidad de sus informaciones son hechos irrelevantes.

Sin embargo, la concatenación de muchos de estos pequeños hechos irrelevantes, es decir, el cierre de diarios, sean grandes o pequeños, de ámbito nacional o local, generalistas o deportivos… sí que tendría gravísimas consecuencias incluso para buena parte de esa población por cuyas manos no pasa jamás un periódico.

Imaginemos por un momento, en un ejercicio de, esperemos, ciencia ficción, un mundo sin prensa escrita; que, de repente, dejaran de salir los diarios a la calle. Muy probablemente, al principio apenas si se notaría. Se darían cuenta esos ciudadanos, pocos, que acudían cada mañana a su quiosco en busca de su periódico. Pero, poco a poco, se iría creando un agujero informativo.

Tanto la radio como la televisión se nutren, en buena parte, de las noticias que aparecen en los diarios. Aparte de los espacios que cuentan las informaciones que aparecen en sus páginas o en su portada, hay infinidad de tertulias, de programas, que giran en torno al contenido del papel. Son una fuente inagotable de contenido, un manantial del que beben el resto de soportes.

¿Qué medios han sido, tradicionalmente, los que han destapado escándalos, los que han investigado a fondo las corruptelas, los que han sacado a la luz los trapos sucios de los políticos, los que han removido las entrañas del poder? Salvo honrosas excepciones, siempre ha sido la prensa la encargada de hacer este trabajo sucio. Si alguien desea filtrar información o documentación para que se haga pública, no acude a las cadenas de televisión o a las emisoras de radio, sino que se lo hace llegar a los periódicos, pese a saber que, en cantidad, tiene audiencias muchísimo más pequeñas que los medios audiovisuales. Al final, es una cuestión de credibilidad, de eco mediático, de saber que lo que sale en los papeles tiene repercusión.

Sin periódicos, la información no desaparecería, por supuesto, pero sería otra cosa: menos incisiva, más monocorde, más de rueda de prensa. Las tertulias tendrían menos temas de los que hablar. No, no es mi deseo menospreciar, ni mucho menos, a los periodistas de radio y televisión, pero, por formato, por modo de trabajo, por muchas razones, no sería lo mismo.

Y no, no me he dejado a Internet. Simplemente lo reservaba para el final. La red ha robado centenares de miles de lectores al papel, sobre todo entre los más jóvenes. Sin embargo, al final, en qué medios acaba confiando la mayoría de los internautas para informarse: en las ediciones digitales de los periódicos de papel y, si éstos desaparecieran, las versiones online también, por supuesto.

Entonces, sin el referente de las cabeceras tradicionales, de qué medios fiarse. ¿Hay rigor informativo en los digitales? Una cosa son las opiniones, los análisis, la parafernalia que rodea a una noticia, y otra la noticia en sí misma. ¿O es que los digitales, los bloggers, los confidenciales… tienen capacidad de hacer periodismo de verdad, del de calle, del de investigación, del de remover? Porque una cosa es tirar de contactos para sacar alguna exclusiva y otra muy distinta tener a un equipo de profesionales en la calle y eso, hoy por hoy, sólo lo hacen los periódicos.

Por tanto, una sociedad sin periódicos, sería, sin lugar a dudas, más gris, menos informada, más pobre, más vulnerable, más fácil de manejar, de convencer, de someter, de engañar. Así que, cuando cierra un periódico, cuando desaparece una cabecera, nos afecta a todos, también a los que no leen, ni compran, ni pagan.

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