sábado, 24 de julio de 2010

¿Ayudas públicas o medios públicos?

Se hace eco Francisco Poveda en su estupendo blog “Periodimo para periodistas” del artículo que Lee Bollinger, rector de la Universidad, escribió el pasado 14 de julio en “The Wall Street Journal” y en el que afirma que distintos instituciones dependientes del Gobierno de Estados Unidos estudian formas de salvarguardar la supervivencia de los periódicos, ante la delicada situación económica que muchos de ellos atraviesan. Una de las medidas que se han puesto sobre la mesa, “para no privar a los norteamericanos de la información esencial que necesitan como ciudadanos”, es inyectar fondos públicos en los medios de comunicación.

Sin embargo, dicha posibilidad, asegura Bollinger, chocaría frontalmente con la mentalidad de la propia ciudadanía, que considera que la prensa debe ser libre e independiente para ser capaz de decir la verdad tanto al poder como a cualquiera. Si esta Prensa se convierte en una especie de poder público, en un brazo más del Gobierno, ¿puede ser de fiar?, se pregunta el autor.

Evidentemente, se podrían articular mecanismos para que la inversión pública en medios de comunicación privados, ya sea en Estados Unidos, ya en cualquier otro país, no tenga por qué suponer una injerencia del Gobierno en la forma de ejercer el periodismo en dichos medios. Al fin y al cabo, las instituciones públicas ya “ayudan” a infinidad de empresas privadas a través de subvenciones, préstamos a fondo perdido o con condiciones ventajosas... Y en cuanto a las empresas periodísticas, la publicidad institucional no deja de ser, de un modo u otro, una forma de financiación.

De todos modos, llegado el caso, una cosa sería la opinión de la ciudadanía, partidaria seguramente de la “independencia” de los medios, y otra muy distinta sería la de las propias empresas, que, lo más probable, aceptarían una inyección de dinero público para asegurar su superviviencia. No debemos perder de vista el hecho de que, dada la situación que atraviesa el sector, en muchos casos no estaríamos hablando de una elección sino de una necesidad.

¿Puede permitirse una sociedad carecer de medios de comunicación de prestigio?, ¿es viable que la información llegue al ciudadano exclusivamente a través de “blogueros” o de periódicos digitales de dudosa reputación? Pues a juicio de la Federal Communications Commission y de la Federal Trade Comission, agencias estatales estadounidenses, no, por lo que creen necesario “salvaguardar” el esquema actual.

Curiosamente, en Estados Unidos no existe ni radio ni televisión públicas, al menos no como las entendemos en Europa, donde todos los países cuentan con sus propias cadenas. Por este motivo, Bollinger aboga por crear algo parecido en aquel país, un Amercian World Service, como le denomina, capaz de competir, “con plena independencia periodística” con los grandes conglomerados públicos como la BBC.

Sin embargo, como sí sabemos en el viejo continente, los medios públicos y “la plena independencia periodística” no van siempre de la mano, y el riesgo de que el poder trate de arrimar el ascua a su sardina está siempre ahí. ¿O no?

Y por otro lado, si el dinero público se emplea sólo para medios públicos, los privados, garantes de la independencia informativa, corren el riesgo de desaparecer, de modo que la situación es compleja y encontrar una fórmula que permita la financiación pública y el control privado se torna difícil, aunque no imposible.

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