sábado, 7 de mayo de 2011

Los comentarios de las noticias, un regalo envenenado

Durante una mesa redonda sobre Periodismo y Nuevas Tecnologías celebrada la pasada semana en Cáceres, coincidiendo con la Feria del Libro de esta ciudad, uno de los asistentes  preguntó a los ponentes, entre los cuales me encontraba, su opinión acerca de los comentarios que los internautas escriben sobre las noticias y si se ejercía algún tipo de control previo sobre su contenido.
Evidentemente, todos los periodistas presentes coincidieron en el valor de los comentarios, tanto por lo que aportan a la hora de enriquecer cualquier debate, como por lo que representan como herramienta para favorecer la libertad de expresión de los lectores y su interacción con los propios medios. Del mismo modo, todos parecían de acuerdo en valorar lo que de termómetro de la información tienen los comentarios, pues, evidentemente, son una muestra bastante clara del interés que suscitan las noticias: a mayor interés, mayor número de opiniones. Hasta ahí, todo bien.
Sin embargo, otra de las personas asistentes a la mesa redonda, en este caso un cargo político municipal, se quejó de que en un medio local habían aparecido algunos comentarios, no ya valorando su trabajo como político, sino atacándola personalmente y entrando en la categoría del insulto. “¿Qué hacen los medios ante este tipo de situaciones?, ¿no existen filtros o un control previo del contenidos de dichos comentarios?”, preguntó.
Más allá de este caso puntual, lo que puso de manifiesto la cuestión es la dificultad que tienen los medios digitales de realizar un control exhaustivo de los comentarios. Evidentemente, existe la opción de no permitirlos, pero se trata de algo que va en contra, no sólo de la posibilidad de publicarlos, sino del propio espíritu de Internet y de la libertad de expresión.
Por tanto, y salvo casos muy concretos, de lo que se trata es de crear filtros lingüísticos técnicos, de modo que, por ejemplo, los propios programas informáticos detecten palabras malsonantes, o, lo que es más preciso, que alguien se dedique a revisar los comentarios, algo que a priori se plantea como la solución ideal pero que, en la práctica, es prácticamente imposible, pues el volumen de comentarios que puede llegar a generar un medio digital es ingente.
¿Qué hacer entonces? Pues, sin duda, una mezcla de todo. Afinar los filtros lingüísticos para evitar determinadas palabras claramente identificable como insultos y, posteriormente, tratar de llevar un control de dichos comentarios. Paralelamente, siempre que alguien se sienta damnificado por un comentario y pida al medio su retirada, pues hacerlo de la forma más rápida posible.
Hay otros medios que optan por no “colgar” los comentarios hasta que éstos hayan sido revisados por alguien, que decide si se pueden o no publicar, en función de su contenido. Esta posibilidad, aunque más fiable –aunque no al cien por cien-, también resta frescura a la interactividad de Internet y echa para atrás a muchos internautas a la hora de enviar un comentario, pues la mayor parte de los lectores desea verlo publicado inmediatamente.
Aparte de todas estas posibles soluciones, sólo resta hacer un brindis al sol y pedir a los lectores que no utilicen la opción de insertar comentarios en las noticias para el insulto personal y anónimo, para la descalificación o para dar rienda suelta a rencillas, pues todo ello no hace sino restar valor a esta herramienta que tanto interesa a los internautas. Además, también cabe recordar que casi todo lo que se hace en Internet deja huella y que el anonimato total no existe.

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