jueves, 10 de diciembre de 2009

El linchamiento mediático de Diego P. o la falta de rigor informativo

Diego P. se ha convertido, sin desearlo, en una herida abierta en el alma del periodismo, en un estigma, en una úlcera sangrante en la escasa credibilidad que nos quedaba como colectivo. Más allá de las responsabilidades de los médicos y de quien filtrará el informe, este caso no hace sino poner en evidencia la escasa profesionalidad de la mayor parte de los medios de comunicación a la hora de abordar determinado tipo de noticias.

En más de una ocasión hemos abordado en esta misma columna que uno de los pilares fundamentales que deberían primar a la hora de elaborar cualquier tipo de información, la confirmación de los datos, es una práctica que, no me atreveré a decir que se esté perdiendo, pero sí que no se hace tantas veces como sería necesario. ¿Por qué? Pues lo fácil sería cargar toda la responsabilidad en los propios redactores que elaboran las noticias. En estos días, se ha llegado a oír que la culpa de lo sucedido es de la precariedad laboral y de la inexperiencia de los periodistas, pero, en realidad, estamos ante un problema de mucho mayor calado: el periodismo ha cambiado tanto en el fondo como en la forma y la rapidez se ha convertido en la regla de oro, por encima del rigor. Internet ha irrumpido en la profesión como un elefante en una cacharrería y se ha llevado todo por delante. Lo importante, hoy en día, es ser el primero: “colgar” las informaciones en la red antes que nadie, dar la exclusiva antes que los demás, buscar el titular más llamativo, más “amarillo” para vender más ejemplares. Contrastar es un verbo que apenas se conjuga ya en las redacciones.

El todo vale se ha establecido como consigna. Todo está permitido. Es la filosofía de disparar antes y preguntar después, del más vale publicar primero y rectificar después que no informar por no haber confirmado una noticia. La noticia de Diego P. era, a priori, demasiado atractiva como para estropearla con presunciones de inocencia. Tenía todos los ingredientes para gustar a los lectores, por lo que nadie decidió darle una oportunidad al supuesto culpable. Pero no era suficiente con dar la noticia, no. Al día siguiente vino la crucifixión, el linchamiento mediático. Los tertulianos y columnistas se cebaron con él –monstruo fue lo más suave que le llamaron- y ahora todo son disculpas, reflexiones sobre la concatenación de errores que llevaron a la confusión, buscar culpables entre los médicos... pero el daño está hecho.

Y es que, cuando lanzamos al aire una noticia de este tipo, no nos damos cuenta de que provocamos una cadena de reacciones imprevisibles y peligrosas, que difícilmente puede contener días después una pequeña rectificación en algún rincón del periódico. Al fin y al cabo, por mucho que ahora nos rasguemos las vestiduras, el nombre de Diego P. ha quedado manchado para siempre. Nunca nadie le volverá a mirar igual. El daño psicológico causado tardará en desaparecer, si alguna vez lo hace. Probablemente, tendrá que cambiar de lugar de residencia para tratar de sumergirse de nuevo en el anonimato y huir de las miradas de lástima o de sospecha que le acompañarán durante muchos años. Quién sabe si podrá seguir conviviendo junto a su pareja con esa losa sobre la cabeza de ambos.

Pero Diego P. es sólo una muesca más en la larga lista de víctimas de la falta de rigor; no es más que otro daño colateral del todo vale para vender más. ¿A que ya nadie se acuerda de Miguel A.M.D., “culpable” durante unas horas de matar a su pareja y al bebé de ésta y quemar la casa después para encubrir el crimen el pasado mes de agosto en Madrid? Hasta que el hijo mayor de la fallecida, con problemas mentales, confesó el crimen, Miguel fue “juzgado” por sus vecinos y culpado por los medios. Es sólo otro ejemplo más, pero son tantos.

Por cierto, ¿tenemos tan pocos miramientos, tan poca profesionalidad, cuando hablamos de terroristas? Porque ahí sí que tenemos cuidado en anteponer siempre la presunción de inocencia.

2 comentarios:

  1. Qué fue antes, el huevo, o la gallina? Por qué los medios se empeñan en abrir portadas y telediarios con sucesos? Porque parece ser que vende más, sólo hay que escuchar las conversaciones de café o ver cuántas visitas tienen esas noticias en las webs. Un país de morbosos y zoquetes acaba teniendo la prensa que se merece. Lo que dice poco de los españoles, pero también de los periodistas.

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  2. Es curioso que haya tantos que dicen que éste es un país de zoquetes... Si fuera cierto que son mayoría los zoquetes quizá debería haber menos "listos" que menosprecian la inteligencia y el gusto de los demás. Y lo cierto es que abundan... No sé, pero creo que más que dar al público lo que quiere, lo que nos pasa es que vamos a lo fácil. Lo difícil es hacer información sin sesgo, o buscar información más allá de lo evidente...

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