miércoles, 19 de enero de 2011

Para todas y todos los izaskun que eligieron ser periodistas

Escribía recientemente Izaskun Pérez en su recomendable blog Alderrai un bonito post que, bajo el título "Elegí ser periodista", hacía un recorrido por su corta pero intensa trayectoria profesional. Era un relato de esos que invitan a dedicarse a esto, de esos cargados de pasión y entusiasmo escrito por alguien que, esa es la sensación que da al menos, exuda periodismo por todos los poros de su piel. Y reconozco que, en mayor o menor medida, me sentí identificado con ella y eché de menos más gente en esta profesión que desee realmente estar en la calle, y no en un despacho o en una redacción sin moverse del sillón, hacer cosas nuevas, asumir riesgos, buscar la noticia hablando con los testigos directos, huir de las notas de prensa...
Para alguien que la cuarentena la acaba de dejar atrás y con dos décadas de periodismo ya a la espalda, que ha toreado en plazas buenas, malas y muy malas, que ha escrito en medios de postín y en otros más pequeños pero igual de importantes, si no más, que ha entrevistado a ilustres personajes y ha hecho publirreportajes de tiendas de cortinas y almacenes de patatas gallegas, que ha pateado mucha, muchísima calle y pasillos y despachos y sótanos, que ha sacado noticias de donde no las había, que le ha echado toneladas de imaginación a esto, que me jode cada vez que alguien se queja de vicio y al que llegaron a apodar "búscate la vida"... Para alguien, en definitiva, que ha dedicado muchas horas a esto y que sabe que esta profesión no se mide sólo por la audiencia de los medios para los que trabajas, sino por la pasión que le pones a lo que haces, historias como la de Izaskun (Nuksazi en su cuenta de Twitter) le devuelven la fe en este oficio, aunque también le provocan una media sonrisa al imaginar los desengaños, decepciones y desilusiones que le quedan por vivir... o no.
Y es que, aunque adoro este trabajo y sé que soy un privilegiado por tener lo que tengo, no es menos cierto que he dejado atrás buena parte de esa pasión ciega del principio, de esa dedicación plena que me hacía echarle más horas a esto de las que tiene el día. También tuve la etapa "hombre empresa" en la que me preocupaba por el medio más que sus propios dueños; sufrí también el síndrome "soy imprescindible", que se me fue curando según fui cambiando de trabajo y me fui dando cuenta de que nadie lo es y de que la vida sigue sin uno; padecí igualmente el virus del "no entiendo a la gente que está deseando irse a casa", que superé cuando tuve hijos y mis prioridades vitales cambiaron.
Quiero decir con todo esto que el tiempo tiene la gran virtud de poner a cada uno y a cada cosa en su sitio, más tarde o más temprano. Y ese tiempo es el que me hizo entender que hay vida fuera de esto. Y no sólo eso, sino que, poco a poco, ha ido naciendo en mí cierta lástima hacia quien, dejada atrás la pasión juvenil de los inicios, no tiene vida fuera de esto.
Quizás Izaskun no pierda jamás ese ímpetu ni esa pasión. Quizás incluso esté dispuesta a renunciar a una vida familiar más o menos estable -dentro de lo poco estable que es la vida de un periodista- en favor de vivir más volcada en el trabajo. Puede que, incluso, no le asalte nunca la sensación de pánico que a mí me empieza a abordar cada vez con más frecuencia: llevo dos décadas dedicadas a este trabajo y aún me quedan más años de los que he trabajado para que pueda dejarlo. Es posible incluso que las y los izaskun que están empezando no se atormenten imaginándose pateando la calle, recorriendo ruedas de prensa o persiguiendo declaraciones micrófono en mano entrados en los sesenta. Porque en un momento dado todos nos imaginamos que a la edad de la jubilación estaremos en un despacho con un cargo importante o como columnistas de postín, tertulianos de televisión o conferenciantes. Pero eso, todos los sabemos, no es posible. Las promociones masivas de periodistas salidas de las facultades de Periodismo a partir de los años ochenta no pueden acabar todas en lo más alto de la pirámide y la vida en los escalones más bajos es dura, sobre todo si compartimos redacción con gente a las que se dobla en edad.
No, no es mi intención desalentar a nadie. Ni siquiera adelantar acontecimientos. Es posible que yo haya evolucionado mal o que me haga demasiadas preguntas. Pero esa realidad está ahí, ese futuro no sólo es probable, sino bastante posible. Porque todos en algún momento querremos que se aproveche nuestra experiencia, que se nos reconozca nuestro trabajo. ¿Cuántas personas mayores de 50 años nos encontramos cubriendo ruedas de prensa, en los aeropuertos buscando declaraciones con una grabadora o un micrófono o metiendo codos para lograr un canutazo?
Sólo pido que los y las izaskun como Nuksazi tengan la oportunidad de recorrer todo ese camino -el mismo que yo y tantos como yo hemos recorrido- y que cada cual llegue a sus propios conclusiones.

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