lunes, 11 de octubre de 2010

Auge y caída de 33 vidas encumbradas a lo más alto para dejarlas caer después

33 vidas son 33 vidas, ya sea en Chile ya en Pakistán. Sin embargo, los medios de comunicación nos hemos encargado de que la vida de 33 mineros atrapados bajo tierra desde hace dos meses sea mucho más importante que la muerte de tanta y tanta gente en cualquier otro rincón del mundo. Como un perro agarra a su presa, los periodistas hemos decidido que esta historia es un filón y que debe llenar páginas y páginas. De aquí están saliendo portadas, reportajes y, sin duda, se rodará alguna película.

Nosotros, los periodistas, hemos encumbrado a estos 33 hombres cuya vida hemos decidido que vale más que, sin ir más lejos, la muerte de unos cientos de compromisos suyos en el terremoto que asoló Chile hace sólo unos meses. Ni siquiera el devastador temblor de tierra que destruyó Haití ha merecido tanto espacio en los medios.

33 vidas son 33 vidas. Pero éstas valen más porque la historia vende, porque la sensibilidad está a flor de piel, porque el planeta está pendiente de cómo, cuándo y cómo salen de ese infierno en que quedaron encerrados un 5 de agosto.
En infinidad de rincones del mundo mueren mineros sepultados y otros, con más suerte, son rescatados con vida. Pero éstos hemos decidido encumbrarlos y convertirlos en héroes, sin más mérito que haber sido afortunados y no haber muerto sepultados. Nada les hace diferentes de otros tantos que han muerto. De hecho, si hubieran muerto aquel 5 de agosto no habrían merecido más que una columna -o quizás ni eso- en una página de la sección de Internacional de los periódicos.

33 vidas son 33 vidas. Pero éstas van a ser carne de cañón. Cuando salgan se encontrarán con un despliegue mediático sin precedentes. Serán portada de periódicos, serán entrevistados para medios de todo el mundo, los flashes de las cámaras les cegarán durante unos días... Serán el centro del universo pero, ¿durante cuánto tiempo? Un par de semanas a lo sumo, quizás en Chile algo más.

33 vidas son 33 vidas, pero poco las iremos olvidando y en no mucho tiempo no sabremos si les han despedido de la mina, si viven en la miseria o han rehecho sus vidas, si no han soportado volver al anonimato y se han refugiado en el alcohol o las drogas para superarlo. Les habremos subido a lo más alto para dejarlos caer. Y ni siquiera giraremos la cabeza para ver como se estrellan. Muchos de estos hombres jóvenes quizás mueran en unos meses en otro accidente en otra mina. Sea como fuere, una vez cumplido su papel de alimento de la bestia informativa, una vez deglutidos en el intestino del sistema, no serán más que un excremento más.

33 vidas son 33 vidas y ésta son como las demás, ni mejores ni peores. Pero no nos interesará saber nada de ellos después. Así son las cosas y así se las hemos contado.

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