domingo, 3 de octubre de 2010

Pagar por la información es una cuestión no sólo de principios, sino de responsabilidad

La cultura de lo gratis sólo puede traer consigo la desaparición de los grandes medios de referencia, con lo que sus ediciones digitales también desaparecerían. ¿Pasa el futuro por informarnos exclusivamente a través de pequeños medios digitales, de confidenciales, de blogs...? Yo creo que estas opciones son un magnífico complemento, pero unos sustitutos. Pagar por la información, por los contenidos, es una obligación moral y una inversión de futuro.

Cuando los profesionales de esto del periodismo debatimos sobre el futuro de los medios, en demasiadas ocasiones nos olvidamos de un elemento clave: el lector, el oyente o el telespectador, llamémosle como queramos. Su papel, más allá de nuestros esfuerzos por mejorar y dignificar la profesión, más allá de los avances tecnológicos, más allá de los contenidos o de los soportes, es fundamental porque, al final de todo el proceso, es el que elige entre un medio u otro, entre un soporte u otro.

Y ese conjunto de receptores del mensaje, esa audiencia, se guía por muchos factores, pero uno de ellos es el del precio o, mejor dicho, el del no precio. La llegada de Internet ha a muchas ventajas, ha cambiado el mundo que conocemos, pero también ha acarreado no pocos problemas y uno de ellos, quizás el más grave en lo que atañe al periodismo, es la gratuidad, el desprestigio del precio como contraprestación a un trabajo.

La piratería ya se ha llevado por delante la gran mayoría de los videoclubes de España, no pocas compañías de música y un gran número de cines. Nos estamos acostumbrando a no pagar por nada, a asumir que todo está ahí y lo podemos coger. Es como si, de repente, la gratuidad se hubiera convertido en un derecho inalienable del internauta al que nadie pudiera poner cortapisas. Cada vez que las administraciones tratan de legislar al respecto, se alzan voces en contra, como si la red tuviese que ser un autoservicio gratuito en el que cada cual pudiese servirse lo que quiera, cuando quiera y como quiera.

De acuerdo que la prensa digital es gratuita y que quien se informa a través de periódicos online no comete ningún delito. Pero no debemos olvidamos que, quien más y quien menos, desea informarse a través de medios de prestigio, es decir, la versiones digitales de las publicaciones tradicionales. Sin embargo, todos sabemos, y si no lo deberíamos saber, que si sólo accedemos a los contenidos gratuitos en Internet, es decir, no compramos el periódico en papel, la supervivencia de ese medio se tambalea y, en no mucho tiempo, acabará cerrando pues, hasta ahora, sus ediciones online no les suponen ingresos suficientes.

¿Qué ocurrirá entonces si nadie compra periódicos en papel? Pues que desaparecerán los medios de referencia y sólo quedarán medios nativos, es decir, nacidos en Internet. No digo yo que no puedan ser fiables a largo plazo, pero ¿qué medio digital puede permitirse una redacción amplia y preparada como para poder cubrir cualquier hecho?, ¿pueden acaso éstos mantener una red de corresponsales, enviar periodistas a una guerra o a seguir un Mundial de Fútbol?

Si desaparecen los grandes, ¿debemos fiarnos únicamente de los confidenciales y de los pequeños medios que se nutren de información de tres o cuatro agencias, lo que supondría que todos llevasen las mismas informaciones?

Una cosa está clara y es que hace falta un poco de honradez, de ética, de principios, de solidaridad si me apuran, pues, de lo contrario, en unos pocos años la calidad de los medios no será la misma. Comprar el periódico en papel o pagar por contenidos online es, no sólo una inversión en calidad informativa, sino una responsabilidad de todos aquellos que amamos el periodismo. Y si no, atengámonos a las consecuencias.

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