martes, 17 de febrero de 2009

Periodismo trasnochado

Sólo mirando atrás somos conscientes de hasta qué punto ha evolucionado el trabajo de los periodistas en los últimos 10 ó 15 años, tras la llegada de Internet o de los móviles. Y es que, más allá de los cambios en cuanto a la forma de trabajar, los más importantes están afectando al fondo de la profesión, están socavando los cimientos de un edificio levantado sobre viejas estructuras que, si bien han dado estabilidad durante más de un siglo, hoy en día no son capaces de sujetarlo con firmeza.

Los grandes grupos de comunicación, ya sean de Prensa, radio o televisión, asisten a una erosión lenta pero inexorable de sus medios tradicionales. Efectivamente, todos –aunque unos más que otros- han apostado por la red, por llevar sus contenidos a Internet, “por estar ahí”.

Sin embargo, en la mayoría de los casos sigue fallando la base, y es que las riendas del periodismo todavía las llevan profesionales nacidos y criados en el negocio tradicional, para los que la red es más un invento del demonio, un juguete que se les escapa de las manos, un dolor de cabeza, que un medio en sí mismo. Por eso, hasta que no se produzca un cambio generacional, hasta que quienes han mamado Internet no sean los responsables de los medios, no seremos conscientes del alcance de esta revolución que, aunque no ha sido un tsunami arrasador, como muchos vaticinaron, sí ha venido para quedarse y no tiene vuelta atrás.

Y serán esos jóvenes de ahora los que en el futuro le den la vuelta al calcetín del periodismo. Porque, en el fondo, si analizásemos realmente nuestro trabajo, si nos parásemos a repensar qué hacemos cada día, nos daríamos cuenta de que gran parte de nuestras tareas son estériles e inútiles, cuando no poco profesionales.

Hasta que llegó Internet, hasta que todo el mundo tuvo acceso a toda la información, buena parte del trabajo de los periodistas era el de hacer de intermediarios entre la fuente y el público, entre el emisor y el receptor. Nosotros sólo éramos el canal. Pero eso ya no es así. Si yo deseo saber cuál va a ser el diseño de una plaza, qué trazado tendrá una carretera, los resultados de la última encuesta del INE o los datos de desempleo, me bastará con entrar en la web de mi ayuntamiento, del Ministerio de Fomento, del INE o del organismo que corresponda para acceder a todos los datos de primera mano. Y además encontraré la misma nota de prensa, íntegra, que los medios han colgado casi tal cual, el mismo fotomontaje que han reproducido sin apenas retoques o las tablas estadísticas completas que no han podido publicar por falta de espacio.

¿Cuántas noticias son realmente de elaboración propia? Realmente el "cortapeguismo" es la mayor enfermedad de la profesión en los tiempos que corren ¿No deberíamos dedicar nuestros esfuerzos a otras tareas que aporten al lector algo realmente novedoso, algo que no sepa? Olvidamos con demasiada frecuencia que los diarios aparecemos muchas veces más de 24 horas después de que se haya producido una noticia y que, para entonces, todo el mundo sabe lo que nosotros les estamos contando. ¿Sirve para algo rellenar páginas para decirles a los lectores lo que ya saben? ¿Si lo hacemos así, no se sentirán engañados?

El público que compra un diario deportivo los lunes, no lo hace para saber los resultados de los partidos, porque los conoce de sobra; ni siquiera para leer cómo se ha desarrollado el partido, sino para que lo analicemos. Eso mismo, entre otras cosas, deberían hacer los diarios de información general.

Y es que, para algunos gurús de esto del nuevo periodismo, las tareas de un periodista deberían ser investigar y controlar; presentar de forma simple asuntos complejos; identificar tendencias, anticiparlas y ponerlas en contexto; dialogar y moderar, y generar atención.

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