domingo, 12 de julio de 2009

Morbo, sanfermines y amarillismo

Ha muerto un joven en sanfermines y ha sido portada en todos los periódicos nacionales. Además, por si fuera poco, salvo alguna honrosa excepción -muy discutida internamente, todo hay que decirlo- todos han apostado por dar las imágenes más escabrosas e, incluso, alguna televisión ha decidido ofrecer las imágenes de la cogida gravadas por un videoaficionado ralentizadas y repetidas hasta el aburrimiento.
Pero no, no nos hemos contentado con eso. También le hemos dedicado páginas interiores y, un día después, nos hemos volcado con el entierro, las reacciones de los familiares...
Si esto no es amarillismo, que baje Dios y lo vea. Pero, ¿qué nos ocurre?, ¿qué tiene de interesante, más allá de recoger la noticia, que un tipo que se pone delante de un toro de forma voluntaria sea corneado y resulte muerto? Pues muy bien, mala suerte. ¿Cuánta gente muere en este parís al cabo del día en accidentes laborales, en accidentes de tráfico, ahogados, electrocutados o hendidos por un rayo? ¿Qué tiene éste de especial? ¿Sólo porque se trata de los sanfermines, sólo porque hay imágenes? ¿Realmente nos importa lo que piensen los amigos o la familia de un tipo cuyo mérito ha sido jugarse la vida absurdamente delante de un toro? ¿Por qué no hacer lo mismo con todos y cada uno de los que resultan muertos por caerse de un andamio o por ser atropellados por un conductor borracho o porque un kamikaze se ha empotrado contra ellos mientras circulaban tranquilamente por la autopista?
No lo entiendo. No sé que hago en esta profesión. Porque lo he comentado y mis compañeros me han mirado raro. Pero no sólo somos nosotros, los periodistas, porque, que levante la mano quien no consuma carnaza. ¿Quién no ha visto el vídeo?
¿Y todavía nos extraña el mundo en que vivimos? No, si luego será la Play Station la que genere violencia en los niños. Tócate los cojones.

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